(Primera Columna publicada el 19 de mayo de 2007)
Resumiremos en estas líneas el boletín expedido ayer en la Plaza Grande por el reportero César Pompeyo y el observador extranjero Vittorio Zerbbera (con zeta y doble be), doctor en mafias por la Universidad de Palermo, en Sicilia.
Firmado en la banca de costumbre, el documento contiene sus impresiones sobre la incidencia del pasado, el presente y el futuro en el rumbo para los próximos cinco años que los yucatecos se marquen en las elecciones de mañana domingo:
Estilos
Los buzos de la historia dictaminan, con las reservas del caso, que por primera vez desde el siglo XIX se enfrentan en tiempos de paz dos maneras distintas de gobernar certificadas, por lo menos, por un período completo en el Poder Ejecutivo del estado. Recordemos que antes —antes abarca más de cien años— era la confrontación entre el “Yo hice esto” y el “Yo haré eso”. La realidad contra la promesa. Una realidad que a la buena o la mala se impuso siempre hasta el 2000. No hubo en esta campaña electoral de 2007 una comparación con el pasado: los protagonistas la rehuyeron. Es probable que los electores mayores de 30 años de edad no necesiten esa comparación: han vivido en alguna etapa los 70 años del régimen que prevaleció en el siglo XX y pueden cotejarlos con los seis años de su sucesor en los 2000. Si los optimistas consideran que el pretérito visible tiene mayor peso que la persona impredecible de los candidatos; si juzgan que los ejemplos comprobables que nos dieron los partidos son más elocuentes que las promesas que nos hacen hoy, la historia ejercerá sobre el voto una influencia capital.
En este encuentro electoral entre el pasado, con la memoria como testigo, y el futuro, representado por las ofertas, poco participarán quizás los 218.000 votantes de 18 a 24 años de edad. En sus decisiones pueden tener más peso los candidatos, el atractivo personal que generen y los pronósticos que formulen. Los nexos de la juventud con la historia son flojos: no la ha vivido en carne propia. La experiencia de los hechos retrocede ante la confianza en la palabra. El voto joven tendrá algo de improvisación, de adivinanza, y otro tanto de simpatía. El voto joven casi no mira hacia atrás. Se fija poco en el horizonte. Se podría definir al estilo de Santo Tomás con la frase de “ver es creer”. El corazón puede estar más cerca del voto joven que la mente. Un voto que es el 18 por ciento del total.
El gabinete
¿Con quiénes nos van a gobernar? Es lícito decir que el candidato del partido oficial es el heraldo de la continuidad. Con ciertas modificaciones, en su corte militaría la gente que está hoy en la administración pública. Tal vez pase a la izquierda el que hoy esté a la derecha. O a primera fila el que ahora está en segunda. Las mismas fichas del dominó puestas de manera distinta. No sucede lo mismo con los demás candidatos. No hemos visto en la campaña indicios claros de quiénes estarán junto a ellos, cerca o alrededor. El olor a sorpresa es penetrante. Un olor que se puede sentir en las casillas.
Patricio Patrón: El proceso precursor, el ambiente y el resultado de la elección es siempre una de las evidencias que se analizan en el juicio a la obra de un mandatario saliente. Estamos ante otro pensamiento que acompañará a numerosos de los electores. El grado de cotización que alcanzarán los cómics en la bolsa de los valores democráticos agregará o restablecerá puntos buenos a la calificación que el gobernador tenga en el examen final a su expediente.
La nación
Nuestras elecciones tienen una trascendencia nacional. Unos las llaman espejo de la república. Otros las contemplan como se mira una bola de cristal. Muchos creen que será una prueba de fuego para la popularidad de Felipe Calderón. Una derrota grave tendría una cara fea para él y su partido: en las dos últimas contiendas presidenciales el voto panista en Yucatán fue, en porcentaje, el más cuantioso del país. La cara bonita, aunque para ellos nada deseable, sería la imparcialidad y la independencia política que los reveses electorales hacen resaltar en la actuación electoral de las autoridades.
Ivonne Ortega está en el torrente circulatorio del PRI. Es una candidata de nueva generación. Es el mascarón de proa de una tendencia inteligente a rezar la respuesta del pasado sin someterlo a revisión. Su triunfo puede ser la agencia de pompas fúnebres que programe, en Yucatán y más allá, el entierro de la vieja guardia. En las batallas políticas que vengan los generales pasarían a la retaguardia, a la reserva o al museo. El éxito que la señora Ortega alcance puede dar forma en el Sureste, fíjate bien lector, a un triángulo del PRI: Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Un bastión que, dirigido por un caudillo, podría definir la lucha por la próxima candidatura presidencial del partido.
La república espera atenta la suerte de que corran las coaliciones y los partidos que pugnan por nutrir su dimensión nacional con rostros diferentes y logísticas distintas. Yucatán es en estos momentos un crisol de estrategias personales y colectivas. La prosperidad de las insurgencias familiares, que tuvo en el PRI los ejemplos del clan Cárdenas y de López Obrador, entre otros, se pone otra vez a prueba en la insurrección de última hora que desprendió del PAN a su heroína número uno y la arrojó en brazos de una coalición. En Ana Rosa Payán veremos si la figura puede tener tanta fuerza como el equipo. Si la personalidad puede florecer al margen de la tradición y la ortodoxia. La ruptura de la señorita Payán y el PAN podría confirmar aquel refrán de “no hay peor cuña que la del mismo palo”. Otra reflexión que irá a las urnas.
El pueblo
Ante un auditorio ocupado por el país entero, esperemos que los portadores de todas las banderas y sus partidarios ofrezcan en nuestro estado un testimonio de civismo en que no quepa la excepción. Un testimonio que se alce como señalización del camino que deben transitar las competencias electorales por los puestos públicos en este sexenio que está amaneciendo entre convulsiones ideológicas y políticas. Un testimonio que reflexiona, en la bola de cristal que son nuestras elecciones de mañana, un paisaje de madurez y responsabilidad. Un paisaje que antes, durante y después de la votación demuestre que la combinación de todos los colores es posible en la armonía de la paz.
Yucatán es hoy el laboratorio donde México ensaya su futuro. Un laboratorio en que los candidatos proponen, pero son los ciudadanos los que disponen.
