(Primera Columna publicada el 2 de julio de 2010)
Vamos a ver a los diputados del PRI en el difunto Congreso, el que terminó el miércoles 30 de junio, a través del cristal de otra muerte: la del senador estadounidense Robert Byrd, el lunes 28, a los 92 años de edad.
Hijo de un minero del carbón, el señor Byrd trabajó como carnicero y soldador antes de ser electo senador por el Estado de Virginia Occidental en 1953. Como fue reelecto ocho veces, estuvo en el Senado 57 años consecutivos. Un récord.
Ha sido el único en su país que, militando ya en la Cámara, estudió hasta graduarse la carrera de abogado. Es una muestra de su alta jerarquía de defensor de la ley y las tradiciones legales que norman el desempeño de los legisladores norteamericanos. Se adjudicó a sí mismo el título de “campeón de la Constitución”.
Adversario, arrepentido después, del movimiento para dar a los negros los mismos derechos civiles que a los blancos, en los años de 1940 se unió al grupo fanático racista de los Ku Klux Klan. “El error más grande de mi vida —reconoció—. Una lección para los jóvenes de hoy: la lección de que, cuando cometes un gran error en tu vida, allí se quedará para siempre y estará luego en tu obituario”.
Autor de 14 libros sobre la Grecia clásica y la Roma imperial, para subrayar lo importante de la independencia del Poder Legislativo, en relación con el Ejecutivo, dijo en un discurso: “Cayo Julio César no se valió de la fuerza para tomar el poder en Roma: más bien el Senado romano entregó el poder a César deliberada, premeditadamente, en una rendición con la que intentaba escapar de sus responsabilidades”.
La dictadura de Julio César, prolongada después en sus dos encontrados sucesores, los cónsules Marco Antonio y Octavio, dejaría como herencia el colapso de la República romana y la instauración de un Imperio tres o cuatro veces centenario.
¿Serían reelectos ocho veces los diputados del PRI que pertenecieron al Congreso local saliente? A juzgar por los resultados de las elecciones yucatecas de mayo de 2010, hay motivos para temerlo. Un temor justificado: si Robert Byrd fue el campeón de la ley y la independencia del Poder Legislativo, esos diputados han sido los campeones del servilismo: deliberada, premeditadamente, renunciaron a su autonomía y a la representación del pueblo para someterse incondicionalmente a los designios y la voluntad de la gobernadora Ivonne Ortega.
Es una sumisión que tiene, entre sus exponentes de irresponsabilidad y traición al estado, la aprobación sobre las rodillas, sin examen, comentario o explicación algunos, de un crédito de 1,800 millones a un gobierno que se distinguía ya por la insolvencia, el despilfarro y otras inversiones viciadas de los fondos públicos.
Una sumisión que ha sido “coronada” cinco para las doce con la aprobación veloz, inmediata, de las cuentas rendidas seis para las doce por el Ejecutivo. Una aprobación a ciegas, porque no advierte errores garrafales como la repetición de partidas multimillonarias en los renglones de egresos. Una aprobación que retrata tanto al administrador que rinde cuentas increíbles como a los cómplices que las aprueban sin asomo de dignidad.
Este ejemplo de inconsciencia, impune y por añadidura premiada con el voto, acompañará a los diputados salientes hasta su obituario como cadáver insepulto que, además, corrompa por quién sabe cuántos años la administración de los dineros del pueblo en manos que nos conduzcan a un colapso económico y cívico, en una regresión a los procedimientos censurables de hace treinta, cuarenta o cincuenta años.
Una herencia ominosa para el nuevo Congreso, dominado otra vez por una mayoría de diputados del PRI escogidos personalmente por la gobernadora, según impresión que no ha sido rebatida.
Una herencia que nos toca a todos, porque las elecciones de mayo de 2010 han dejado a Yucatán a merced de un sistema político acostumbrado a poner el poder al servicio de sus apetitos personales y de grupo.
Herencia que nos recuerda un refrán que suele tener pocas excepciones: “La cabra tira al monte”.— Mérida, Yucatán, uno de julio de 2010.
