(Primera Columna publicada el 22 de agosto de 2010)

En su aprendizaje del idioma, en clases sustentadas en una banca del parque de San Juan, Vittorio Zerbbera (con zeta y doble be) le pide a su maestro de español, César Pompeyo, una definición breve y exacta del gobierno de Ivonne Ortega en relación con los que ha tenido Yucatán en los últimos cincuenta años. El interpelado propone dos:

1) Cualquier tiempo pasado fue mejor (con licencia de Jorge Manrique, poeta español del siglo XV, autor del pensamiento en sus “Coplas a la muerte de mi padre”).

2) Regresan los cuatro jinetes del Apocalipsis (con licencia de San Juan Evangelista, autor de las descripciones novotestamentarias del fin del mundo, y de Alberto Durero, siglo XV, pintor alemán de cuadro famoso inspirado en la Biblia de Estrasburgo).

—Si no recuerdo mal, César, los cuatro jinetes son la muerte, la guerra, la peste y el hambre. ¿Por qué los mencionas al cotejar la administración de madame Ivonne con el pretérito lejano?
—Es la segunda vez en más de medio siglo que hemos tenido cuatro jinetes en el arrastre del carro del estado, Vittorio. A fines de los años sesenta estaban Luis Torres Mesías, gobernador de nombre; Roberto Kuhne, director del Banco Agrario; Miguel Olea, director de Cordemex, y al frente de todos, si no equivoco el nombre, el señor Cossío Vidaurri, dueño y señor de Yucatán. El jefe del Ejecutivo, único yucateco de los cuatro, era nomás una figura decorativa. El presidente Díaz Ordaz, disgustado con el dispendio de los fondos públicos, nos envió como director de Hacienda a don Eduardo Arana para que administrara el dinero. Todo.

—¿Quién dice usted, César, que son los sucesores de los cuatro jinetes del Apocalipsis en 2010?
—Felipe Enríquez Hernández, delegado nacional del PRI. El canta las bolas y los estraics. Ulises Carrillo, el brazo ejecutor de las órdenes. Gabriela López Vargas, la mujer maravilla: está antes, dentro, durante y después de todo. Ivonne, otra figura decorativa, como el rey o la reina en los regímenes parlamentarios. Habla por los codos mientras retoza de fiesta en fiesta, jarana en jarana, viaje en viaje y vestido en vestido de Ibonica.

—La señora Ortega es la única yucateca, estimado fratello. Felipe viene de Monterrey. Ulises y Gabriela son oaxaqueños. Ambos, según los entendidos en estas cosas, son los encargados de velar por los intereses secretos de Salinas de Gortari y las ambiciones evidentes de Enrique Peña Nieto. Cinco a cero: Ivonne no batea y su fildeo llama la atención por sus pifias.

—Entonces, César, si entiendo bien, cinco forajidos gobiernan a Yucatán.

—Vittorio, le falta a usted mucho para hablar bien el español. Forajido es quien anda fuera de lugar, brincando de aquí para allá, de ciudad en ciudad, de estado en estado, de elecciones en elecciones, huyendo de la justicia y buscando la injusticia.

—Perdón, César, quise decir facineroso.

—Pues la rectificación es peor que el error, Vittorio. Aquí llamamos facinerosos a los mafiosos, a los corruptos que están repletos de delitos. Creo que lo que usted quiere decir es que los cinco que gobiernan a Yucatán, dos por control remoto y tres aves de paso, son “forasteros”: personas que no nacieron ni están avecindados en el sitio donde residen ahora. Vaya, que están fuera del lugar.

—Está bien, César: lo acepto. Gracias. Pero qué pasaría si los forasteros que gobiernan tu estado son también facinerosos y forajidos.

—Si contesto a esta pregunta, Vittorio, me expongo a que Gaby me denuncie, como denunció a Hansel Vargas, y se arme un litigio “entre particulares” que se generalice y dé al traste con la tranquilidad y la seguridad en que vivimos, según nos dicen. Las aventuras de los cuatro jinetes de 1969 provocaron explosiones de indignación popular que, si te interesa, trataré de recordar otro día. Los jinetes apocalípticos cabalgan hacia el fin del mundo. ¿Hacia dónde llevan a Yucatán los jinetes de 2010? Mejor nos contentamos con “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.— Mérida, 21 de agosto de 2010.

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