(Primera Columna publicada el 23 de marzo de 2012)

 Salomón está lejos de nosotros: reinó unos 900 años antes de Cristo. Lo que está muy cerca es lo primero que hizo cuando subió al trono: pidió a Dios que le mostrara cómo gobernar bien. Éste es el origen de la sabiduría que hizo célebre al tercer monarca de los hebreos (970-931).

Yahvé se lo concedió “con una conciencia moral que sabe escuchar, que está abierta a la verdad y es dócil a sus indicaciones, que es sensible a la justicia y por esto es capaz de discernir entre el bien y el mal”.

Todos necesitamos este discernimiento, pero sobre todo los políticos. Lo subrayó el Papa que llega hoy a México, durante el rezo del Angelus en Castel Gandolfo el domingo 24 de julio de 2011.

Ante peregrinos reunidos en su residencia veraniega, el Pontífice especificó que quienes más necesitan esa conciencia abierta a la verdad y a la justicia, que les permita distinguir entre el bien y el mal, son “especialmente las personas llamadas a las tareas de gobierno, que tienen, naturalmente, una responsabilidad mayor”, y que “por lo tanto —como enseña Salomón— tiene aún más necesidad de la ayuda de Dios”.

Cuando las autoridades carecen de esa conciencia recta, cuando se cierran a la verdad y a la justicia, sucede lo que señala el Papa Ratzinger en el discurso que dirigió a los policías italianos el 21 de enero de 2011:

1) Sobreviene un sentimiento general de inseguridad. Lo propician y agudizan “la inestabilidad social y económica” debido a que pierden consistencia y se debilitan los principios éticos en los que se basan la fuerza del derecho y la conducta de los personas.

2) Puede apoderarse de nosotros la impresión de que el nivel moral de la sociedad ha disminuido y, por consiguiente, las estructura básicas de la convivencia no funcionan.
3) Quedamos en peligro de caer en la “tentación de pensar que las fuerzas movilizadas para la defensa de la sociedad civil están finalmente destinadas al fracaso”.

4) “La consecuencia más evidente de esto es que la religión y la moral tienden a ser confinadas al ámbito de la persona, de lo privado: la fe, con sus valores y comportamientos, no tendrá derecho nunca a tener un lugar en la vida pública”.

¿Cómo se corrigen estos síntomas de la decadencia moral, política y social del hombre y sus instituciones? Su Santidad propone dos caminos en la homilía que dedicó a los obispos ingleses en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, con motivo de su visita ad límina, el 1 de febrero de 2010:

MISIÓN DEL OBISPO: “Os exhorto como Pastores a garantizar que la enseñanza moral de la Iglesia se presenta siempre en su totalidad y es defendida convincentemente”… Insistid “en vuestro derecho a participar en el debate nacional a través de un diálogo respetuoso con los demás elementos en la sociedad” porque, además, “con libertad de expresión e intercambio franco de opiniones… estaréis dando voz a las convicciones de muchas personas que carecen de los medios para expresarse”.

UNA SOLA VOZ: “Si el mensaje de Cristo se ha de presentar de manera eficaz y convincente para el mundo, la comunidad católica en vuestro país tiene que hablar con una sola voz. Esto requiere que no sólo vosotros, los obispos, sino los sacerdotes, profesores, catequistas, escritores —todos los que participan en la tarea de comunicar al Evangelio— estén atentos a las inspiraciones del Espíritu, que guía a toda la Iglesia en la verdad, la reúne en su unidad e inspira en ella el celo misionero”.

Quienes piensen que el gobierno de Yucatán y el Ayuntamiento de Mérida son tierras de misión, dejadas de la mano de Dios, porque, que se sepa, nunca han tenido la sabiduría de Salomón, es lógico que busquen la relación del desastre económico y político que padece el estado con las siguientes preguntas:

¿Cumplen nuestros pastores, desde arriba hasta abajo, el mandato papal de presentar y defender en todos los terrenos de la vida pública, de manera eficaz y convincente, los valores éticos y morales?

¿Atienden la exhortación pontificia de procurar que la comunidad católica, en diálogo franco con la sociedad, hable con una sola voz que cale y pese?
¿Están obedeciendo la consigna vaticana de dar voz a las convicciones de tantos católicos yucatecos que carecen de los medios para expresarse?

¿Han caído en la tentación de apoltronarse en la parálisis acomodaticia de arrinconar a la religión y la moral en el sótano de lo privado?

¿Fomentan en el desempeño de los gobernantes la sana influencia de una conciencia recta que les facilite distinguir entre el bien y el mal?

No vaya a resultar que también en todo esto estemos alejados de Salomón y dejados de la mano de Dios.— Mérida, Yucatán, 23 de marzo de 2011.

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