(Primera Columna publicada el 8 de mayo de 2012)

Vittorio Zerbbera participó a César Pompeyo, en la charla del parque de San Juan, sus impresiones sobre el debate. Sus comentarios sobre los protagonistas tienen un valor agregado: ninguna liga lo une a candidato o partido alguno. Es neutral.
—Tuve tres sorpresas, César. Una, el señor Cuadrado. No me esperaba…
—No se llama así, Vittorio. Es Quadri. Igual que el restaurante con orquesta que está a la orilla de la plaza de San Marcos, en Venecia.
—Pues no le queda mal Cuadrado: nos llenó de verdades redondas. Ya sabes, César, que los extremos se tocan. Se ve que el señor sabe de lo que habla. Lástima que se le ocurrió aclarar que él es único de los cuatro que no es político sino sólo ciudadano. Por eso los otros tres no le hicieron caso.
—En cuanto a López Cazador…
—Por favor, Vittorio: es Obrador.
—De todas maneras, es más limpio Cazador que Obrador. Mire, César: no estaría bien decir que Andrés Manuel llegó dispuesto a obrar en un candidato. Es más pulcro, tanto para el obrador como para el receptor, indicar que el señor López salió a cazar al signore Pena con intención de disecarlo, copete incluido, y utilizarlo como trofeo o logotipo de su república amorosa.
—Entiendo esta vez que te equivoques de nuevo, Vittorio, porque ustedes los italianos no conocen la eñe. Ese sonido corresponde en tu país a la grafía “gn”. Nosotros pronunciamos Peña.
—De todas maneras, fue algo penoso. El señor Pena Neta…
—Nieto. “Nipote” para ustedes y “neto” en portugués. Hoy no es tu día con el idioma, Vittorio.
—Pero sigue siendo penoso, César. A usted no le agradaría que le atribuyeran todo lo que Andrés Manuel le disparó al signore Enrique. Fue su “pavito”, como sé ya que decís vosotros. Le dijo a Nieto que es hijo (político) de il cavaliere Salinas. Mostró una foto entrañable de los dos juntos. El vástago no contestó ni pío…
—Eres injusto, Vittorio. Es cierto que don Enrique no contestó muchas de las acusaciones, pero otras sí.
—Usted es piadoso o priista, César. Cuando contestó le fue peor. Para defenderse de los cargos de corrupción que le llovían, le recordó a Andrés Manuel los robos del perredista Bejarano. ¡En mala hora se le ocurrió mencionar este caso! El señor Cazador le replicó con sorna que Bejarano está en la cárcel mientras que él, Peña Nieto, inexplicablemente, o explicablemente, estaba allá, en el debate, en vez de estar con Bejarano.
—Además, César, cuando el candidato del PRI trató de cargarle a la panista los 50,000 muertos de la guerra contra el crimen, la señora le restregó que la mayoría de los cadáveres correspondían a estados con gobernadores del PRI. Al signore Enrique se le fueron demasiados tiros por la culata. Fue mi segunda sorpresa.
—Comprendo, César, que Peña Nieto estaba con la espada contra la pared. Claro que dijo muchas cosas buenas, pero, por sólo citar un par de ejemplos, madame Ortega hace aquí en Yucatán precisamente lo contrario de las bondades que predica don Enrique. Y madame Araujo no canta mal las rancheras, como decís vosotros. Yo no sé qué es peor: si los cañonazos de Andrés Manuel o las sonoras bofetadas al rostro de don Enrique que han sido y son las maldades de Ivonne y Angélica.
—Por aquí llego, César, a mi tercera sorpresa: la candidata Josefina…
— Por favor, Vittorio, no menciones su apellido. ¿Cuál sorpresa?
—Vi una Josefina distinta. Me duele decirlo porque es una dama, pero sus discursos de los últimos días estuvieron muy cerca del grito, la repetición y la histeria. No soy modisto, pero no me gustaban sus atuendos, ni los colores ni los estampados. Me parecían fuera de lugar. Ayer era otra. Mesurada y discreta. Segura y elocuente. Elegante. Un modelo de equilibrio. En sus intervenciones aprendí mucho de México, su presente y su futuro. Hay que felicitar a las mujeres de México. Josefina demostró que las mexicanas pueden ser buenas presidentas.
—A vosotros, los yucatecos, les iría bien con Josefina. Si gana ella y hace todo lo que promete, madame Ivonne y madame Angélica irían a acompañar al señor Bejarano. Muy sano escarmiento que podría salvar a Yucatán de los saqueos a los presupuestos y los “negocios de Peto” —¿está bien dicho?— que son vuestras obras públicas.
La columna se limita a transcribir las opiniones del experto mafiólogo italiano sobre el debate del domingo. Que los lectores juzguen y decidan si son correctas. En próxima entrega nos referiremos a las impresiones de don César Pompeyo.— Mérida, 7 de mayo de 2012.

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