De algo tan ordinario como el dinero se suele pensar solo en su abundancia y escasez. Pero detrás de la circulación del papel moneda hay algo más que espíritu mercantil: hay estudios de percepción, trabajo de diseño y desarrollo de tecnología de seguridad para facilitar el uso y la durabilidad de los billetes. Y, en ocasiones, ese esfuerzo impacta la sensibilidad de la gente, que hace memes de las denominaciones, las retrata en obras de arte y las guarda para la posteridad. Ese fenómeno se manifiesta ahora con el billete de $50 de la familia G, que circula desde octubre de 2021 y lleva en el anverso una alegoría de la fundación de Tenochtitlan y en el reverso, la figura de un ajolote y el lago de Xochimilco. En sitios de comercio virtual, este papel moneda se vende en miles de pesos. Otras denominaciones de la misma familia se introdujeron en diferentes años desde 2018 y ahora todas ellas están destinadas a reemplazar a los billetes de la familia D1 (lanzados a principios de la década de 2000) y al de $1,000 de la F (en 2008), según anunció el Banco de México (Banxico) a principios de diciembre pasado.

El billete de 50 pesos, ”el del ajolote”; un fenómeno viral

Pero en cuestión de imagen es “el billete del ajolote” el que está calando en el interés de la gente. “No es nuevo, ha pasado en otras ocasiones, tal vez no tan fuerte como lo vemos ahora, obviamente por medios de comunicación que le han dado auge al billete de $50”, dice Fernando González Ortega, integrante de la Sociedad Numismática y Filatélica Peninsular (Sonufipen), A.C. Incluso, explica, el tema principal del billete no es el anfibio endémico de México, sino la fundación de Tenochtitlan. La figura del Ambystoma mexicanum aparece en el reverso porque, como en el resto de la familia G, la parte posterior retrata un ecosistema del país.

¿Cuánto vale el billete de 50 pesos del ”ajolote”?

“Al de $100 le decimos ‘de Sor Juana’ porque viene la viñeta de ella en el anverso. El de $20, conmemorativo del bicentenario de la consumación de la Independencia, en el reverso trae el ecosistema de Sian Ka’an, pero nadie le llama así. Solamente al de $50 se le llama ‘del ajolote’ por la viñeta del reverso”.
“Es algo que ya se popularizó y gente con un poco de mala intención ha subido a plataformas, como Mercado Libre, estos billetes a la venta en 50 mil, 70 mil, 80 mil pesos, cuando en verdad el billete vale solo su valor nominal ($50)”, subraya González Ortega. “Cada quien puede poner el precio que quiera en una plataforma, pero es irreal”.
El exvicepresidente de la Sonufipen admite que los billetes de serie AA “son un poquito más coleccionables, porque son los primeros” que se imprimen; sin embargo, “no se pagan más, el Banco de México jamás emitiría un billete que valga más que lo nominal”. Las noticias sobre su cotización en plataformas comerciales y su estética —que ya le hizo ganar el Premio de Billete del Año 2021 de la International Bank Note Society— contribuyen a otra singularidad en el uso del billete “del ajolote”: “Vemos mucho circular el nuevo de $500 (con la efigie de Benito Juárez) y de $200 (de Miguel Hidalgo y José María Morelos), pero el de $50 casi no lo dan en caja; ¿por qué?, porque lo está guardando la gente”, apunta González Ortega.
“No está circulando. Lo guardan porque está bonito, porque puede valer mucho, por muchas cosas…”. De hecho, añade, “nunca se había visto este fenómeno tan fuerte en otras generaciones de billetes”.
Sí hay antecedentes de billetes por los cuales la población siente más apego por razones no relacionadas con su valor nominal. Antes de la década de 1970, los billetes mexicanos los fabricaba en Nueva York la American Bank Note Company, recuerda González Ortega. Cuando el país inauguró su propia fábrica, el primero en imprimirse fue el de $10, que llevaba la imagen de Miguel Hidalgo. Era “un billete monocromático muy bonito y la gente lo empezó a guardar” hasta que su circulación aumentó y perdió sentido conservarlo. “Salió también el de $5 de Josefa Ortiz (de Domínguez), la única imagen de ella que se puede ver a tres cuartos en un billete. Muy bonito, monocromático gris, la gente igual lo guardó”, indica. “Posteriormente salió el de $50 al que le llamaban ‘Ojo de gringa’ porque era monocromático azul. Estuvo circulando hasta los (años) 70”. La salida de circulación de los billetes, como este año lo empezará a hacer la familia D1, no significa que pierdan su valor. “El Banco de México los saca de circulación porque ya están muy desgastados y los cajeros, que es donde más circula el dinero en efectivo, no los ‘jala’ bien. Pero no va a pasar a hacer una recolecta, sino que va a hacerlo de manera paulatina en los bancos: cuando el billete de la familia D1 llegue al banco comercial, éste lo va a retener y se lo va a entregar al Banco de México, y el Banco de México lo va a reponer con uno de la nueva familia”.

Nuevas tecnologías en billetes

Los nuevos billetes incorporan tecnología de seguridad que dificulta su falsificación y tienen características que facilitan su identificación por personas invidentes, como elementos en Braille y tamaños distintos. Además, los de la familia G comparten las bellezas naturales del país al dedicar el reverso de cada denominación a un ecosistema en particular: el de $20, a la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an; $50, el sistema de ríos y lagos de Xochimilco, con el ajolote; $100, la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca —“es el primer billete de $100 vertical”, destaca González Ortega—; $200, la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar; $500, la Reserva de la Biosfera el Vizcaíno (Baja California Sur), y $1,000, la selva de Calakmul. Más seguros y bonitos, pero también menos “circulantes”. “Se están produciendo (los billetes), pero no se están ‘moviendo’”, admite González Ortega. “Antes nos pagaban en sobres de nómina y ahora usamos mucho los medios digitales, la banca digital; entonces, circula menos el dinero”.

El diseño detrás de los billetes

Hablar de dinero es de mal gusto, dicen las normas de urbanidad. Pero diseñarlo exige una solvencia en el manejo armonioso de formas, texturas y colores, y dominio en la fusión de estética y funcionalidad. En la creación del papel moneda se toman en cuenta los hábitos de uso de la población, la percepción visual y los factores culturales que moldean ésta. El “Estudio de neurociencia, percepción háptica y visual de los billetes”, que con papel moneda de la familia F realizó la consultora MindCode para Banxico, encontró que para los mexicanos clasificar y diferenciar los billetes (“denominar”) son prácticas ya inconscientes porque lo hacen a diario y en forma mecanizada para, entre otros fines, saber con exactitud cuánto dinero tienen y comprobar que reciben el cambio correcto. “Al denominar un billete, intervienen todos los sentidos sin que el usuario sea consciente de ello, sus sentidos se agudizan y se ponen más alerta, ya que nadie desea dar o recibir un billete con denominación diferente a la esperada”, dice el informe. De acuerdo con el reporte, al organizar sus billetes la gente toma en cuenta lo siguiente, en orden de relevancia:
  • El color. “La gente ya está muy habituada a identificar el valor del billete de acuerdo al color de éste, así, solo basta con que el usuario distinga el color en su cartera para saber de qué denominación se trata”, indica la consultora.
  • Los personajes. “Han adquirido relevancia porque se han interiorizado en la práctica común de la gente”, aunque “no conocen bien a todos los personajes”. Los que mejor se identifican son Benito Juárez ($20 de la familia F), Sor Juana Inés de la Cruz ($200) y José María Morelos ($50).
  • El número. “Los números en la práctica tienen la función de ser guías rápidas de reconocimiento, por ello a la gente le gusta que sean números grandes y claros en los billetes, para su fácil y rápida identificación”.
  • Las letras. Algunas de las personas encuestadas “se fijan en la denominación en letras del billete para identificarlo, sin embargo, ésta se muestra más como un atributo de refuerzo y de validación formal de la denominación numérica”, precisa MindCode.
La consultora también halló que en entornos de poca luz la principal forma de reconocer un billete es a partir de las siluetas de los personajes, figuras que “viven ya en la memoria de los usuarios”.

Los usos de los billetes

Por otro lado, la encuesta pudo identificar hábitos de uso, como que los mexicanos suelen dar y recibir los billetes de manera extendida y con orientación vertical. “Esto genera mucha certidumbre en el que recibe el billete, porque simbólicamente la gente entiende que es una manera de decir ‘no tengo nada que esconder’”, afirma el reporte. Al pagar con dos o más billetes, por lo general el de mayor denominación va abajo y el de menor denominación, arriba, a fin de que “el que recibe pueda identificarlos más rápido y fácilmente”. “Existe mayor predisposición a doblar los billetes de bajas denominaciones, pero solamente en dos; si se presentan más dobleces de inmediato surge un instinto de desconfianza que irradia el emisor, y que el receptor (en la gran mayoría de los casos) percibe rápidamente, lo cual lo obliga instintivamente a desdoblar el billete”.

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