De un tajo, el deporte mexicano perdió a dos baluartes, de frontera a frontera.
Cada quien en su ramo, quizá en abismales puntos (eso dirán muchos, pues son muy distintos), cada uno simbolizado por los reconocidos personajes que abandonaron a los humanos.
El mundo del toro se vistió de luto, en la tauromauquia yucateca claro. Perder a un hombre como Armín Puerto “El Maya” fue algo muy sentido. No porque fuera torero prometedor, que no pasó de novillero, sino por lo que representó para un deporte-arte cada vez más urgido de hombres valiosos dentro y fuera del ruedo.
En el béisbol, le tocó irse a Ramón “Diablo” Montoya. Una institución con el México Rojo y para la pelota mexicana. Brazo y guante privilegiados, bate educado y portento de pelotero.
Hunucma y la Fiesta están de luto. Mexicali y el rey de los deportes también.
Un torero bohemio, maestro que embrujaba con verle y oírle a quienes no le vimos torear. Él llegó a la mítica Vistalegre en Madrid, y aquí en su Yucatán, ¿quién que no haya estado cerca del toro no le habrá conocido?
Montoya era un diablo rojo que enamoró a generaciones de peloteros en una organización que le privilegiaba en ser un grande. Y vaya que los Diablos tienen leyendas. De un golpe, dos se nos fueron. Está de luto el deporte por partida doble.
En el ruedo, con nuestro “Maya”; en el diamante, con el gran “Diablo”.-— Gaspar Silveira Malaver
