Poder político
Eduardo del C. Hernández (*)
A la manera de propósitos del inicio del ciclo 2018, como cada año nuevo en el que con antelación se enlistan un pliego de deseos, en el plano de lo público estos anhelos que deberían ocupar la atención de las colectividades sociales resultarían una misión compleja de lograr: que los actores partícipes por la gobernanza del país y de su correspondiente estado cumplan con proveerle de un mejor entorno de vida.
Quienes aspiran a competir por un cargo de elección popular en 30 entidades locales, incluidas 12 gubernaturas, concurrentes con la federal para elegir al próximo presidente de la República y al Congreso de la Unión deberían también incluir entre sus deseos de convencer a los votantes el cumplir en verdad con las demandas de siempre, que son su obligación e ir más allá en lo sustancial.
Desde luego que no se requieren firmar esos compromisos ante notario público sino cuestión de voluntad y convicción para aspirar unos y otros a hacer realidad el anhelo de un bienestar socioeconómico, siempre y cuando ello transite de la competencia y el ejercicio del voto para participar ambos del gobierno.
La política en estricto sentido es un asunto por demás delicado como para dejársela en el ejercicio a los actores públicos y a las instituciones; también debe ser corresponsabilidad ciudadana participar igual del gobierno.
Solo así gobernantes y gobernados en común conjugarían esa complicidad en términos de administrar el patrimonio y recursos financieros para lograr la consecución de un mejor horizonte de calidad de vida que da el bienestar para todos y no unos cuantos.
Un cogobierno administrativo y legislativo en armonía con la ciudadanía participativa cortaría de tajo con las ancestrales prácticas de corrupción, impunidad e influyentismo que han sido un dique para con el desarrollo y crecimiento de México y sus estados federados; incluidos en el sur y sureste a Yucatán, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Chipas y Veracruz, que por décadas subsisten en una lacerante pobreza y pobreza extrema, producto de la marginación.
Un error
Sería un error de los gobernantes, federal y locales, olvidarse del sur y sureste mexicanos, que ya no estarían dispuestos a tolerar una vez más el desdén de sus predecesores enquistados en explotar los recursos naturales que mucha rentabilidad lograron a cambio de no ver la retribución que en justicia le corresponde.
Pero de igual manera la estructura socioeconómica en los estados, aún más los del Sureste mexicano, en palabras del extinto politólogo italiano Giovanni Sartori, están obligados a no quedarse con el ejercicio del voto, sino que además deben participar del gobierno garantizando que la democracia política transite a la socioeconómica.
En el entramado de la democracia contemporánea, la construcción de la ciudadanía necesariamente debe pasar porque haya una permanente injerencia de los individuos en los asuntos públicos que son del interés de ambos componentes, gobernantes y gobernados.
Aunque suene romántico no es mucho pedir cuando hay voluntad del ciudadano yucateco, el campechano, el quintanarroense, el veracruzano, el chiapaneco y el tabasqueño por participar de los asuntos de carácter público que a todos impacta en el contexto de forjar ese horizonte de oportunidades, todavía más cuando se tienen todos los argumentos para potenciar a esta región en todos los sentidos, y no quedarse solo con los satisfactores elementales.
Las políticas públicas de la actualidad tienen que trascender en la integralidad a un plan de gran visión local, regional y nacional transexenal para el beneficio de todos sus componentes, no excluyentes siquiera de las comunidades indígenas que también tienen mucho por aportar.
Deseable es que no se quede en un mero propósito incumplido el deseo de inicio de otro año nuevo, conforme al calendario gregoriano que rige al mundo occidental; no basta con pedir sino también se debe actuar para en conjunto forjar un promisorio porvenir.
Bitácora
Con miras a la competencia electoral a gobernador en Tabasco se configuraron ya los candidatos venidos de una misma familia priista, con castas y padrino. Adán Augusto López Hernández por Morena, quien tendrá como fórmula presidencial a Andrés Manuel López Obrador; seguido por Gerardo Gaudiano Rovirosa, nieto del ex gobernante Leandro Rovirosa, por el PRD donde manda el gobernador Arturo Núñez Jiménez; y Georgina Trujillo Zentella por el PRI, apalancada por el presidente Enrique Peña Nieto. En el limbo está por definirse Federico Madrazo.— Villahermosa, Tabasco
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Consultor y analista