Las costumbres legislativas, que tienen su propio y muy particular lenguaje, dan un uso especial, exótico y despectivo al término albazo. Una acepción muy distinta a la que le confiere la Real Academia de la Lengua, para la que un albazo no es otra cosa que una alborada, aplicada por ejemplo a una acción de guerra en las primeras horas de la mañana, o una interpretación musical a la misma hora y al aire libre.
Nada más lejos de lo que conocemos como albazo.
Por su parte, el madruguete, que también podría encontrar su fundamento y razón de ser en la acepción de una acción tempranera, se aplica cuando alguien aprovecha que el rival aún no se acomoda y, sin faltar a las reglas, acomete una acción inesperada, generalmente en su provecho y en perjuicio del otro.
La aprobación de la ley minera relacionada con la extracción de litio, el lunes pasado, no puede considerarse un madruguete, porque a nadie sorprendió. Desde que casi una semana antes AMLO anunció que, si no pasaba la reforma eléctrica metería una iniciativa de aprobación para la extracción del litio, todos sabían que sería aprobada ya que no requería mayoría calificada. Esto, pues, no fue un madruguete. A nadie sorprendió. Fue un albazo.
La diputada Kathia Bolio así calificó a la aprobación de la ley minera: “Fue un albazo legislativo, no quisieron darnos a conocer el dictamen, no pasó por el proceso natural ante comisiones, desconocíamos el contenido de dicha ley…”, declaró al Diario la legisladora.
Albazo, en el sentido que la diputada federal lo usa, significa un proceso que evade las formas producto del impulso de un grupo legislativo, principalmente el mayoritario, a fin de lograr sus fines de manera rápida, sin importar mucho las formas y menos tomar en cuenta las opiniones de otras facciones.
El albazo es uno de los términos que se emplean en el lenguaje político mexicano, entre los que se encuentran cooptar, no caer en provocaciones, defensa de la patria, la historia los condenará, entre otros tan pintorescos como inútiles.
La aprobación a la ley minera fue un capítulo más del sainete legislativo del que fuimos testigos el fin de semana pasado y hasta el lunes. Alguien que dio seguimiento puntual a las sesiones nos hizo ver su incredulidad por la bajeza de la política mexicana.
-Es inédito lo que sucedió -dijo con asombro.
-Bueno -me vi en la obligación de hacer un apunte-, no necesariamente. Quizá no recuerdes la votación del PRI a favor del aumento al IVA en los años noventas, donde se acuñó la famosa Roqueseñal, luego de que el diputado tricolor Humberto Roque Villanueva celebró la votación favorable con un gesto obsceno que fue oportunamente captado por los fotógrafos de prensa.
O aquellas votaciones poco alineadas a proceso por las que el PRI votaba a favor de sus iniciativas cuando era líder de la bancada de ese partido Elba Esther Gordillo. En aquel entonces, a esos procesos que aprobaban “por la libre” no les llamaban “albazos”, sino “Elbazos”. Ya sabes, la picardía mexicana, dije.
Tampoco hay que olvidar a la hoy senadora Beatriz Paredes Rangel, sí, la misma que fue elogiada y tendencia en twitter estos días porque le respondió a su colega morenista Citlali Hernández que ella no es traidora a la patria por no apoyar la reforma eléctrica. Esa misma Beatriz Paredes, decía, fue quien, siendo líder del Congreso, paró el reloj para ampliar los tiempos de votación buscando la favorabilidad hacia las posturas de su partido, con el peregrino argumento de que detuvo “el reloj legislativo”, mientras el tiempo de los mortales seguía corriendo alegremente. Con este argumento sacado de la manga evitó que el Congreso incurriera en desacato.
Y finalmente, un ejemplo que está por ocurrir. Hay que aclarar que aún no sucede y cualquier cosa puede pasar. En el Congreso local, el PAN está por incurrir en un albazo legislativo con la aprobación de las reformas a la ley del Poder Judicial. El tema se empezó a debatir esta semana y el miércoles sería aprobado velozmente, con la mayoría del PAN, mientras la oposición hace advertencias que hasta ahora han sido desoídas. Que se requieren más juzgados, que no magistrados; que se someta a parlamento abierto; que se respete la autonomía de los poderes… Todos esos llamados han caído en saco roto. La aprobación va.
Por ahora parece que el blanquiazul doblará un poco las manos para reducir el número de nuevos magistrados. Veremos.
Así pues, sin importar color ni siglas, las mañas y bajezas están en la médula de todos los partidos. De modo que, para cerrar tiempos pascuales, el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.
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@olegariomoguel
* Director de Medios Tradicionales de Grupo Megamedia
