“Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Dicha por Voltaire, esta frase define en toda su excelsa dimensión una de las grandes conquistas que se abren paso en este mundo: la de la libre expresión.
El derecho de hablar que tiene todo ser humano sin sufrir represalias por decir lo que piensa. Expresada en el siglo 18 mantiene su vigencia en pleno 21 pues permite recordar a quienes por atraso, ignorancia o interés político pretenden silenciar a los demás, que la verdad surge del debate, no de la colocación de esparadrapos sobre la boca del que piensa diferente.
Y es que a la derecha no le gusta ni tantito que la critiquen. Por eso tilda de fanáticos a quienes discrepan de ella y no falta quien solicite al medio que publica sus opiniones que deje de hacerlo. Así ocurrió la semana pasada cuando un lector del Diario no sólo manifestó su desacuerdo con un artículo mío titulado “¿Seguirá gobernando la derecha en Yucatán?”, sino que le pidió a éste que no publique más escritos míos.
En lugar de refutar con argumentos lo que expuse, algo a lo que todo lector tiene derecho, optó por pedir lo que los gobiernos dictatoriales hacen: censurar a quien no piensa igual.
En ese artículo expresé mis opiniones sobre el futuro político inmediato de Yucatán citando las razones por las cuales pienso que está en peligro la hegemonía del PAN en la entidad. Entre otras consideraciones, dije que lo que está en juego no es sólo el prestigio o desprestigio de los actores de la contienda sino la aplicación de dos proyectos: el que tiene como fin establecer plenamente los principios de la 4T —y que el avance del estado sea con justicia social— o el que propone continuar con las mismas prácticas políticas favorables a minorías.
En estos momentos de la vida pública de México, cuando el propio presidente de la república es brutalmente atacado todos los días por sus adversarios y, pese a eso —en un ejemplo de tolerancia que jamás tuvieron los mandatarios del pasado— defiende la libertad de expresión de todos los mexicanos, es anacrónica la postura de alguien que exige callar a otro porque opina diferente. Por el contrario, la vida pública se enriquece más cuando hay voces discrepantes en el coro cuasi unánime de atacantes hacia un mismo blanco.
Ningún periodista ha sido censurado en este sexenio por el gobierno del país. No hay uno de los anteriores que puede presumir de esto. Prensa, radio, televisión, redes sociales, publican, todos los días, lo que quieren sin la más leve censura. Esta es uno de los logros que se han conquistado con este gobierno.
Mala memoria tienen aquellos que han olvidado las persecuciones de periodistas por los gobernantes del pasado: periodistas que se exiliaron porque no aguantaron la persecución; periodistas que fueron despojados de sus programas de radio, como Carmen Aristegui, porque hizo una pregunta el aire: “¿Tiene o no problemas de alcoholismo el Presidente de la República?”
A diferencia de estos, aquel que la derecha llama dictador está brindando a la sociedad el ejemplo más nítido de cómo debe respetarse la libertad de expresión en un país que no la conocía o la conocía a medias. A cambio, sólo exige el mismo trato: que pueda ejercer, él también, la misma libertad; que pueda responder a los ataques, calumnias e injurias, muchas con lenguaje soez, incluso con mentadas de madre, que recibe; impensable era que antaño pudiera exigirse una libertad de palabra como la que hoy existe.
Qué quiere decir fanático. Fanático no es el que sostiene sus ideas con argumentos sino el que llama a linchar al que no piensa como él, a quemar en la hoguera al que tiene piel diferente o profesa una doctrina que no es la suya.
En última instancia, el intolerante, que llama a silenciar al que dice algo que no quiere oír en vez de refutarlo de manera civilizada, exponiendo los argumentos contrarios. En contraposición, quien expresa sus puntos de vista y está dispuesto a discutirlos no puede ser, de ningún modo, calificado de fanático.
Nuestro país está viviendo momentos estelares porque, a contrapelo de quienes están tratando de meter miedo a la sociedad diciendo que quien lo gobierna —como priistas y panistas hicieron cuando gobernaron— llevará a cabo un cochinero electoral, lo que ocurrirá quedará en la historia como un ejemplo de democracia —una democracia como nunca ha habido en México— en la que triunfará quien obtenga más votos y se echarán por tierra las versiones calumniosas de un nuevo maximato, como, en su momento, cayeron las que decían que AMLO se quería reelegir. Tener confianza en el pueblo ha sido y seguirá siendo la divisa de quienes desde la izquierda luchan por transformar al país.
En nuestro estado, ya lo hemos dicho, sin poner las manos en el fuego acerca de un seguro vencedor, reiteramos que, a pesar del tanto dinero público gastado en publicidad a lo largo de nueve años, que son lo que estuvo Renán Barrera —el candidato de la derecha— en el puesto de alcalde de Mérida, existe la posibilidad de que por primera vez, desde que Carrillo Puerto lo gobernó, hace más de 100 años, un gobernante salido de las filas de la izquierda, Joaquín Díaz Mena, rija los destinos de Yucatán.
¿En qué basamos el augurio? En la madurez del pueblo yucateco. En que esta madurez le está permitiendo valorar que, a diferencia de los gobiernos del Prian que se rigen por el slogan de que “Por el bien de todos, primero los ricos”, la 4T exige a sus gobiernos que lo hagan con la divisa de que “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Por lo que a nosotros toca, seguiremos exponiendo nuestras verdades, ejerciendo nuestro derecho a expresarlas, nuestra disposición a debatirlas, a sabiendas de que podemos equivocarnos; pero no a arriar banderas por temor a quienes piden silenciarnos.— Mérida, Yucatán.
fipica@prodigy.net.mx
Maestro en Español. Especialista en política y gestión educativa
