¡Cuánta razón tuvo Xóchitl al sostener en su discurso de cierre de precampaña que “Se pierde el valor de la vida, cuando el gobierno es absolutamente insensible. Cuando no se conmueve ante la muerte de sus propios ciudadanos. Cuando la autoridad abraza a los criminales y culpa a las víctimas. Cuando se pretende borrar de un plumazo a los desaparecidos y se ríe a carcajadas ante las masacres. Cuando el gobierno abandona a las policías a su suerte.

Cuando se usa a nuestros soldados y marinos para satisfacer los caprichos del Presidente, dejando al pueblo a merced de los delincuentes. Cuando al gobierno le da lo mismo que se mueran a diario niños enfermos por falta de medicinas. Cuando da lo mismo que la gente muera en el Metro por culpa de una gobernante incompetente. Que nunca se nos olvide: México fue el país con más médicos y enfermeras muertos en la pandemia”.

A continuación agregó: “Este gobierno ya es responsable de la muerte de más de un millón de mexicanos, 800 mil por la pandemia, 175 mil por la violencia y el crimen y, otras 120 mil muertes por la destrucción del sistema de salud y el desabasto de medicinas. Más de 1 millón de vidas perdidas en solo 5 años. Hoy, México está peor que cualquier país en estado de guerra. ¡Carajo! con 1 millón de muertos, ¿cómo pueden ofrecer continuidad?”

Xóchitl no tomó en cuenta a los 43,000 desaparecidos. O sea, cada hora desaparece un mexicano ante una sociedad apática que contempla los cadáveres colgados de los puentes o las decenas de masacres o los cementerios clandestinos, como una parte del México costumbrista. Menuda imagen de México en el exterior. Imposible sorprenderse de que ocupemos los últimos lugares en el mundo en materia de corrupción y de estados de derecho.

Pero cedamos la palabra, una vez más a la historia, cuyas páginas se encuentran llenas de explicaciones:

El mito de la muerte de un millón de muertos durante la Revolución mexicana se sostiene gracias a los complejos conteos de la población durante la década de 1910-1920, en cuyas cifras se muestra un decrecimiento en una década muy cercano al millón de mexicanos, de 15,121 millones de habitantes a 14,372 millones en 1920. Es decir, la cifra descendió en 750,000, más los neonatos en número de 250,000, una suerte de natalidad negativa en la medida que se inhibió la tasa de fecundidad en razón del estallido de la violencia por el control del poder.

Si sumamos los combatientes de ambos bandos en los encuentros armados, tal vez y solo tal vez, daremos con 100,000 fallecidos en las batallas y a causa de las hambrunas, sin embargo, el enemigo mortal fue el virus de la influenza española que, según E.O. Jordan, mató a cerca de 500,000 personas en México, por lo que la cifra mítica del millón de muertes debe reducirse a 500,000, de los cuales habría que considerar la migración hacia Estados Unidos para buscar refugio al otro lado de la frontera. Robert McCaa, Manuel Ordorica y José Luis Lezama estiman más o menos en 400,000 el total de migrantes.

No se sabe con precisión cuántos compatriotas murieron a causa de la Revolución, pero a la cifra mítica del millón, como decíamos, habría que restar los muertos por influenza y por la incuestionable migración hacia Estados Unidos, un fenómeno muy temido en el Washington de nuestros días, de instalarse en México una dictadura comunista al estilo cubano o venezolano, en cuyo desafortunado caso, los mexicanos no buscarían refugio, claro está, ni en Guatemala ni en Belice…

El cargo de crueldad no solo recaerá sobre la ya de por sí patética imagen histórica del actual Jefe de la Nación, sino sobre quienes se ostentan sin rubor ni vergüenza como integrantes de la 4T y que no se horrorizan ante la brutalidad ni el sadismo que asfixian a la nación.

¿Conclusión? En los más de 5 años de “gobierno” de la cruel e ineficiente 4T han fallecido injustamente casi un 1,100,000 mexicanos en razón de la catastrófica gestión sanitaria de López Obrador, quien la enfrentó con estampitas y sus “detente enemigo, el corazón de Jesús esta conmigo”, cifra de horror en la que están incluidos los homicidios dolosos y los desaparecidos, o sea, 10 veces más muertos en este fúnebre sexenio que los caídos durante la revolución mexicana, una espantosa matanza entre hermanos que no supera el número de 100,000 compatriotas fallecidos.

Como bien dice Xóchitl Gálvez: ¿Quién quiere más “continuidad”?—Ciudad de México.

Escritor

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