La libertad de expresión es un principio básico de los derechos humanos. Las sociedades desarrolladas no podrían tener democracias vibrantes sin ella.

Con la libertad de pensamiento, creencias y religión, se forman los cimientos de los países en evolución y crecimiento político.

En tiempos de tentaciones totalitarias, la libertad de expresión ha sido el dique para contener el imperio de un pensamiento único en México.

Cuando creíamos que la democracia caminaba por sendero seguro, vino la doctrina dogmática de la 4T. Ante un gobierno ciego y sordo frente a la oposición, surge la voz de medios de tradición independientes y cientos, o miles, de pequeñas y grandes voces en las redes sociales.

Aunque existen amenazas distintas a las que tuvimos en el pasado, hoy hay que guardar silencio ante la presencia del crimen organizado, espacio intocable por el poder que ejerce en la impunidad.

Nuestro país sufre la peor andanada de ataques a periodistas, atentados que son ordenados en la mayoría de ocasiones por líderes de cárteles nacionales o regionales.

El ejemplo más claro fue el atentado contra Ciro Gómez Leyva, el conductor de radio y televisión más escuchado en el país desde sus programas en Radio Fórmula e Imagen TV. Un cristal blindado salvó su vida. A la fecha están detenidos los autores materiales de la intentona de homicidio, pero no el autor intelectual.

La mezcla más peligrosa para esa libertad ganada a pulso durante décadas es la connivencia del crimen organizado con el poder político.

Cuando el gobernante se convierte en subordinado de algún cártel, la libertad de expresión, la libertad de hacer periodismo de investigación, es amenaza de muerte.

En los estados, ahogados por la violencia del crimen organizado, no puede existir libertad sin seguridad. Sin civilización es imposible el florecimiento de la democracia y sus bondades.

Ejemplos concretos son Sinaloa, Tamaulipas, Guanajuato, Zacatecas, Veracruz, Michoacán, Chiapas y Guerrero. Para que exista verdadera libertad es indispensable tener instituciones democráticas sólidas; seguridad pública semejante a la de Yucatán, lugar envidiable de paz en el país donde los ciudadanos pueden salir de noche, pueden transitar lugares sin temor.

Donde priva la extorsión y el homicidio, la tarea de informar en libertad no existe. Pudimos durante las últimas cuatro décadas criticar al PRI, al PAN, a Morena y sus miembros, hoy los límites los ponemos nosotros. No solo los medios establecidos, sino la propia sociedad en sus publicaciones en redes sociales.

Las empresas de comunicación tenemos que proteger a nuestros periodistas para que no informen de temas que pudieran ocasionarles un atentado, sitios donde la ley son las reglas de grupos que controlan a las policías locales y a sus jefes.

Imposible imaginar absoluta libertad en tierra caliente de Michoacán y Guerrero. Imposible tenerla en las fronteras de Tamaulipas. Pero sabemos que sin libertad de expresión no se pueden siquiera reportar los acontecimientos criminales. Masacres u homicidios no podrían ser cubiertos en un Estado absoluto y totalitario.

Con una libertad coja, con media libertad o con libertad parcial, que al fin y al cabo no es libertad, tenemos que enfrentarnos a los retos para reconstruir a un país que perdió su soberanía en buena parte de su territorio.

La misma democracia está en peligro ante una elección inequitativa y peligrosa, donde los cárteles más importantes tomaron partido desde hace tiempo.

El clientelismo al estilo PRI volvió para incidir en el voto. Los programas sociales se diseñan como instrumento electoral que incluso copia la oposición para defender lo que le queda de territorio.

Durante un siglo el Diario de Yucatán luchó por la libertad y lo sigue haciendo. Parte de los frutos de tener una sociedad informada con veracidad e independencia es el grado de alta civilización que tiene el estado.

Ese es un triunfo de generaciones que seguirá adelante por el amor al propósito de decir la verdad.— Guanajuato.

*Presidente del Consejo de Administración de los periódicos “a.m.” de Guanajuato.

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