Rafael Molina Fitzmaurice recuerda bien el día en que supo que la Universidad de Yucatán entregaría a Luis Echeverría Álvarez el Doctorado Honoris Causa por la Escuela de Jurisprudencia. Lo tiene en la memoria porque él estaba en la reunión en que se aprobó la concesión del título.
Fue el 2 de octubre de 1971, tercer aniversario de la represión a estudiantes en Tlatelolco, le cuenta al Diario. Molina Fitzmaurice, alumno de la Escuela Química, formaba parte del Consejo Universitario, que en esa fecha sesionó con asistencia del secretario de Educación federal, Víctor Bravo Ahuja.
Según evoca, ese día —en el cual el funcionario anunció un subsidio de tres millones de pesos para la institución académica— el entonces presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios pidió, y se lo aceptaron, que el mandatario recibiese el Honoris Causa en su visita del 25 de febrero del siguiente año, de la que hoy se cumple medio siglo.
“Me resultó incómodo, molesto escuchar esto”, dice. “Más bien era una maniobra de Bravo Ahuja o del rector de la Universidad (Alberto Rosado G. Cantón) a través del presidente de la Federación para que vieran que eran los estudiantes (los solicitantes). Era una farsa”.
“Bravo Ahuja lo que quería era quedar bien con Luis Echeverría en virtud de que en una visita que (el mandatario) hizo a la UNAM no le había ido muy bien. Él, para resarcir al Presidente, le empezó a ofrecer doctorados Honoris Causa en universidades de provincia”.
Como recordamos anteayer, el Presidente terminaría por rechazar la distinción de la Universidad de Yucatán.
Molina Fitzmaurice, agente aduanal e integrante del capítulo Mérida de la Unión Social de Empresarios de México (USEM), añade que, tiempo después, el director de la revista universitaria “Crítica”, Gregorio Barcala Rubio, lo invitó a escribir un artículo en el que expresara su malestar.
“Basaba mi artículo en que se debía dar el doctorado a una persona al terminar su función”, apunta. “Comencé recordando que, mientras los del Tecnológico iban caminando hacia el Monumento a la Patria en recuerdo del 2 de octubre, en la Universidad se estaba fraguando la vergüenza de darle el Honoris Causa a alguien que había sido parte de la matanza”.
Asimismo, argumentó que si los reconocimientos se concedieran a autoridades aún en funciones “no sería raro que algún día se le otorgara un premio al gobernante de la URSS en aquel entonces (Leonid Brezhnev), a (Richard) Nixon (de Estados Unidos) y a Mao Tse-Tung (de China) por la ‘valiosa ayuda’ que daban a universidades al utilizar los ultramodernos métodos de exterminio para acabar con el problema de la sobrepoblación estudiantil”.
El 25 de febrero de 1972, en la primera actividad de su agenda en Yucatán —la puesta en marcha del proyecto de Ciudad Industrial en Mérida— el Presidente fue abordado por Barcala Rubio y otros integrantes de la Corporación de Estudiantes Mexicanos, que le presentaron dos números de “Crítica”, uno de ellos con el texto de Molina Fitzmaurice, y le pidieron rechazar el título.
“Más que mi artículo, ellos tienen mucho mérito por lograr acercarse a Echeverría y solicitarle que no lo aceptara”, afirma.
Por respuesta, el Presidente les ofreció considerar sus razonamientos, aunque no deseaba desairar a la comunidad universitaria, según consignó el Diario.
Por la noche, en el edificio central de la casa de estudios, el mandatario pidió a la Universidad esperar cinco años, cuando terminara su gestión, para evaluar si debía recibir el Honoris Causa. Después de ese tiempo el título no fue refrendado.
“Fue el único beneficio que obtuvimos: que se parara la farsa de otorgarle doctorados Honoris Causa a un presidente estando en funciones”; de lo contrario, “hubieran seguido varias universidades de provincia…”.
No hubo represalias para el alumno de Ingeniería Química, pero sí peticiones de que no fuera a la ceremonia en la Universidad porque “me estaban buscando para impedirme la entrada”.
“Pensaban que yo estaba organizando un grupo de choque para el evento. Pero no pasó absolutamente nada, ninguna consecuencia, lógicamente se habrá molestado el rector…”.
“Es lo único que le reconozco (a Luis Echeverría): que haya aceptado (rechazar el Honoris Causa), lógicamente buscando las primeras planas de los periódicos, porque son muy pocos los que no aceptan un reconocimiento”.
