Actualmente se promueve como Hanal Pixán, pero en los pueblos donde aún se conserva la tradición solemne se conoce como Día de los Finados a la fecha en que se honra a los seres queridos difuntos con viandas y rezos.
“En la ciudad cambian muchas cosas, en los pueblos se le conoce como Día de los Finados, no es Día de Muertos ni Hanal Pixán”, señala el antropólogo Miguel Güémez Pineda, investigador del Centro de Investigaciones Regionales “Doctor Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán.
Por la misma razón, agrega, hay diferencias entre la mesa de ofrendas tradicional y lo que ahora se llama altar de muertos.
“La mesa de ofrendas es como un altar casero, que consiste en una mesa con un mantel blanco, una cruz o la imagen de un santo, que varía según la devoción de la familia, algunos tienen el Niño de Atocha, por ejemplo, o a la Virgen”, explica.
“La mesa de ofrendas es más familiar, solemne”, añade. “Se instala según las posibilidades de las familias, de un modo austero, pero siguiendo las tradiciones de los rezos, los tres tiempos (días de niños, de adultos y de todos los santos) y más”.
En la mesa de ofrendas, de acuerdo con el entrevistado, no pueden faltar la cruz (o algún santo), que representa la religión; las velas de colores, en el día de niños, y blancas o negras, si son adultos, que se refieren a la luz si los difuntos fueron buenas personas; las flores locales; el incienso, para elevar el olor de la comida a las ánimas; el vaso de agua como digestivo; la respectiva fotografía para señalar a quién va dirigida; la comida, que es el elemento principal, y los detalles que le gustaban al fallecido.
Elementos básicos
“Son los elementos básicos en el altar tradicional, a diferencia de lo laborioso que resultan los altares que se ven en los concursos”, destaca el entrevistado.
Añade que en el caso de los concursos de altares, de los cuales ha sido jurado muchas veces, una forma de mostrar las verdaderas costumbres sería aplicar la frase “menos es más”, pero eso no se da.
“Muchos le invierten mucho (tiempo y esfuerzo): que si la construcción, el molino y otras cosas que no siempre se toman mucho en cuenta, según los lineamentos (o bases) de los concursos. Hay quienes le ponen un caminito de cempasúchil, flor que no es de aquí. En el caso de las flores se deben usar más el amor seco y las rosas”.
Otros elementos en los altares de concurso son chocolate y panes: de muerto, tuti, concha, hojaldra de jamón y queso, zaramullo; dulces de pepita, la comida, la bebida, china (naranja dulce), mandarina. “Algunos le ponen pan de tumba y hojas de plátano, ésos no van”.
Lo que no puede faltar son el mantel blanco, las flores, la cruz y las velas. Y si algún participante sabe maya, en la presentación “es un plus”.
“Pero hay quienes hablan del inframundo, de los mayas y (los jueces) nos quedamos pensando de dónde sacan eso, eso no va”, advierte.
Otro punto polémico es la altura del altar, que la mayoría construye de tres niveles en los concursos.
“En los pueblos va la mesa plana, si hay algún escalón es para los santos con base de madera y para veladoras”, explica el entrevistado.
“También, por ejemplo, en los pueblos el pib no se hace el 2 de noviembre, se hace ocho días después, que es la verdadera costumbre de Yucatán”, añade. “En las mesas de ofrendas a los adultos se les pone relleno o escabeche y a los niños, juguetes”.
Pero las modificaciones son parte del desarrollo de los pueblos y de la preservación de las costumbres.
El entrevistado añade que “una corriente de la antropología señala que, para poder sobrevivir, las tradiciones culturales se tienen que adaptar a las nuevas condiciones, (a las nuevas) épocas, de lo contrario están destinadas a desaparecer”.
Afirma que “siempre vamos a encontrar personas que apoyan los cambios y otras que se resisten a ellos”.
En el caso del Día de los Finados, dice, “los cambios se dieron cuando se empezó a hacer todo carnavalesco, a ponerle muchos colores, las flores, las velas en todas las áreas, y (el ritual) se fue fusionando con las tradiciones de la Iglesia católica”.
Reitera que “lo que se arma en las escuelas y las calles es más algo comercial, al igual que el Halloween”, pero reconoce que “todas las celebraciones tienen su lugar, hay que promoverlas desde donde surgen”.— V.A.C.
