El escritor mexicano David Toscana posa con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa por su novela “El peso de vivir en la tierra”
El escritor mexicano David Toscana posa con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa por su novela “El peso de vivir en la tierra”

El escritor David Toscana hace un recorrido por la literatura rusa en su más reciente novela, El peso de vivir en la tierra (Alfaguara), en el que los protagonistas cambian de nombre y viven vidas más interesantes en la piel de personajes de Gogol, Dostoyevski, Tolstói, Chéjov… esos que tanto admira el escritor mazatleco.

Toscana recibirá hoy domingo el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” 2024 durante la inauguración de la duodécima edición de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (Filey).

En entrevista con el Diario, Toscana confiesa que este premio es importante y satisfactorio porque reconoce su trayectoria, porque el jurado está compuesto por académicos que estudian la literatura mexicana y porque se suma a un grupo de escritores, que aprecia y admira, que han recibido este premio.

“Pero el premio en realidad es visitar Mérida y pasar unos días maravillosos por aquí”, dice de esta tierra en la que únicamente estuvo pocas horas “hace como diez ferias del libro”.

Hablamos sobre su novela, esa que parece un juego de niños donde ahora yo soy éste y después el otro, que emula una gran obra de teatro llena de hermosas citas de la literatura rusa.

“Lo dijiste muy bien, que parece un juego de niños y que como niños siempre nos damos permiso de ser otras personas, y cuando los adultos juegan a esto parece una locura, como Don Quijote, pero a lo mejor no es tan loco sino que tiene espíritu infantil”.

¿Por qué eligió a Marfa, Grivoyédov o Nikolay como personajes y no a otros?

No sé por qué. La novela es estar probando o ensayando y uno nunca sabe si se quedó con lo mejor, empieza uno a tantear para ver hasta dónde puedes escribir una novela, pero en la búsqueda de si tienes o no lo mejor lo único que puedes hacer es detenerte y jugar con las piezas que tienes. En fútbol aceptas que no puedes meter las manos y que tienes que jugar con los pies, eso te limita pero también hace que seas creativo de otras formas; elijo ciertos personajes que me atraen que puedan jugar el juego que mencionamos, también estoy trayendo personajes y autores de la literatura rusa para hacer esta mezcla llena de ingredientes, esperando que salga algo sabroso”.

¿Es como un gran manual? Porque aprendemos un poco de todo, un poco sobre los rusos…

No es un mero anecdotario o compilación de citas, sino piedras angulares para contar la historia. Desde que comencé a leer me ha apasionado la literatura rusa, he encontrado que son bastante profundos, trastornados y filosóficos a la hora de escribir, por eso encontré un universo muy rico para traerlo a mi novela, compartir con el lector, hay muchos fragmentos de 50 años de lectura rusa, todos mis libros están subrayados, hay muchísimas cosas que quisiera compartir pero no puedo volver mi novela en algo de tres mil páginas, fui tomando los ladrillos necesarios para levantar el edificio; así como elegí unos personajes y no otros, unas citas y no otras, fue una selección entre lo que me gusta y resulta pertinente para contar lo que quiero contar.

¿Cómo fue la construcción de la novela, cómo fue entrelazando las citas con lo que usted iba creando?

Lo voy resolviendo todo sobre la marcha, no podría concebir esta novela de antemano, no hay modo de que la tenga en la cabeza; parto de algunas premisas, de la muerte de los cosmonautas y de Nikolay y Marfa que deciden ir a jugar estas aventuras, tocar el alma humana, y luego yo me voy preguntando qué sigue, no siempre ensayo lo correcto, muchas veces hay que recomenzar.

Cuando empecé la novela pensaba que Nikolay se iba a volver alcohólico, pero luego me di cuenta de que necesitaba mucho tiempo para que ocurriera; el lector se iba a cansar porque se iba a convertir la novela en el proceso de alcoholismo de Nikolay, así que decidí reclutar a un borracho hecho a la medida (Guerásim) y lo mismo pasó con Greboyédov (dramaturgo, músico, diplomático y poeta ruso); Marfa se iba a enfermar de tuberculosis, pero decide correr una aventura como prostituta y recluto al tuberculoso. No es que me salga bien a la primera, voy y vengo y luego de mucho picar piedra encuentro dónde está el oro y empiezo a excavar poco a poco.

¿Corrige mucho?

Sí, pero más allá de corregir para que la prosa fluya y tenga sonido, brevedad, intención y todo, al principio tengo que corregir mucho y reescribir mucho porque nunca parto de un plan predeterminado, a veces empiezo a escarbar y no encuentro nada, a veces hago tres o cuatro ductos de una mina que no me llevan a ningún lado hasta que doy con la promesa de una veta.

Desde que comencé a escribir tomé una frase de José Donoso, él hablaba de que las novelas se descubren, hay que meterse en la selva de excursión y poco a poco encuentras algo que al principio no sabías que estabas buscando.

En la búsqueda

Toscana reconoce que hay muchas ideas que no habría concebido sino fuera porque las toma de la literatura rusa, y otras ideas se las fue buscando él mismo.

“Hay muchos asesinos, muchos tuberculosos y picados de viruela, muchos matrimonios arreglados, fui seleccionando arbitrariamente a través del gusto, y (en cuanto a las citas textuales) el problema no es robarse las frases, sino no dar el crédito”.

Si fuera un persona de la novela, ¿cuál sería?

Siempre me ha seducido mucho Chéjov, como escritor quisiera ser como él, como persona quizás no, porque murió a los cuarenta y pocos años de tuberculosis, pero es un escritor maravilloso, fino, el mejor escritor para mí, si quisiera emularlo sería él.

¿El fin de la literatura siempre es contar algo?

Todos somos contadores de historias o queremos que nos cuenten algo, por eso quise ser escritor, para llevar esta actividad tan natural de contar a una dimensión más elevada, a través de la novela donde nadie podría contarla sin escribirla, nadie podría sentarse a tomar vodka y contarle “Guerra y paz” a sus amigos, es una forma distinta de contar que supera lo anecdótico y se convierte en algo que hace siglos nos maravilla y por eso estamos aquí.

Leer es dialogar con el alma del escritor, si mañana pudiéramos resucitar a Dostoyevski y presentarlo en un teatro, pues ese teatro se llenaría y todo mundo lo querría escuchar, pero no hace falta porque lo mejor que nos dejó está escrito, lo mejor que nos dejaron todos los autores no son ellos mismos, sino lo que escribieron.

Dice en la novela textualmente: “Chéjov, el alma más bella que anduvo por el mundo”, ¿por qué?

Era un hombre muy noble, pero muy pegado a la vida, tenía veinte o veintiún años cuando comenzó a toser sangre, pasó más de la mitad de su vida muriéndose, esto lo hizo aferrarse a la vida, los personajes en sus cuentos enseñan mucho de esta búsqueda del sentido de la vida, algo que nunca se acaba de encontrar; sus personajes son nobles también, nunca los rebajó, tanto en la miseria como en la opulencia tienen mucha dignidad, y él comprendía buena parte del mundo que no llegó a comprender Tólstoi porque tuvo contacto con la alta y la baja sociedad, su espectro de vida fue muy amplio, por eso es muy amplio el espectro de sus personajes, casi no hay situación en la vida que no podamos decir “Chéjov ya escribió sobre esto”, y ahí digo que nos dejó un manual completo para interpretar la vida.

Cuando comenzó a escribir esta novela y tomó pasajes textuales de la literatura rusa, ¿le preocupaba estar a la altura de la belleza y profundidad de los escritores rusos?

Por supuesto que sí, yo no soy ningún vanguardista en esto, al contrario, soy conservador, la parte de conservador es que la literatura tiene que buscar la belleza, ahora se habla poco de esto pero desde los antiguos griegos hasta el siglo XIX se hablaba mucho de ello y yo siempre he tratado de aprender no sólo de los rusos sino de todos los clásicos el concepto de la belleza, recordemos que la literatura es parte de las bellas artes, no sólo de las artes a secas, y por eso me interesa seguir señalando lo bello en la literatura.

Mencionaba por ahí a Don Quijote como parte su escritura.

Siempre ha sido mi ejemplo para todo lo que escribo y en este caso lo que hice fue mezclar su espíritu lector con el de mi personaje Nikolay, uno quiere vivir las novelas de caballería y el otro las novelas rusas, Don Quijote quiere ser héroe, emular estos hombres llenos de ética y moral, y mi personaje más bien quiere seguir la ruta contraria, no porque quiera humillarse, es porque siente que para tener derecho de estar en esta tierra necesita tocar lo más alto y lo más bajo del ser humano, convertir su vida en una obra de arte, ¿por qué no emular la vida de los personajes de las obras maestras de la literatura? En la literatura nos agrada la desgracia humana y no el triunfo, lo dice Tólstoi, “todas las familias felices son iguales”, por eso no escribimos novelas de familias felices, sino de las desgraciadas.

Amores rusos

Toscana confiesa que sus tres amores rusos son Chéjov, Dostoyevski y Tólstoi, en ese orden, pero admite que mucha gente cree que el más grande es Tólstoi.

“El que tenía que aspirar de manera natural al Premio Nobel era él, la academia sueca tuvo diez oportunidades de darle el premio y decidieron caer en la ignominia, y un premio que nunca reconoció a Tólstoi ya tiene una mancha de nacimiento”.— Patricia Garma Montes de Oca