Laura Baeza, autora de “Época de cerezos” y “Niebla ardiente”, está de regreso con “El lugar de la herida” (Alfaguara, 2024), una novela brutal que aborda el tema de la esclavitud y la trata de personas en México, por medio de unas protagonistas atravesadas por la culpa y las heridas que esta violencia deja en sus vidas.
Por un lado, la escritora nacida en Campeche narra la historia de Lucero, una joven que ha caído víctima de las redes de trata de personas junto a su amiga Nancy, y por el otro, la de Dolores, madre de Nancy.
Es una novela bastante peculiar —admite—, difícil tanto por el tema como por todo lo que puede dejar en los lectores. En este sentido, la autora expone que quizás no es una lectura placentera, y está bastante consciente de eso, sin embargo también cree que para ella era una necesidad explorar este tema: “Ya lo había abordado en textos anteriores. Desde ‘Época de cerezos’ (Paraíso Perdido, 2019) ya tenía un cuento que tenía que ver con violencia de género bastante explícita y luego ‘Niebla ardiente’ (Alfaguara, 2021), que fue la novela que dio pie a esta, porque son dos obras que están unidas”.
Tras la investigación que hizo para “Niebla ardiente”, Laura Baeza confiesa que le quedaron inquietudes sobre estas redes de complicidad, las relaciones entre víctimas y victimarios, así como de todo el sistema que tiene que ver con el secuestro juvenil. “Tuve tantos datos que pensé en múltiples historias, pero al final pude reunirlas en una sola, que es la historia de Lucero y Nancy y por otro lado la de Dolores. La génesis de la nueva novela viene de un trabajo de mucho tiempo atrás”, señala.
La autora de “Una grieta en la noche” (Páginas de Espuma, 2022) tomó la decisión de narrar la novela a dos voces, ya que durante la investigación recorrió sólo textos periodísticos, que hablaban siempre de las víctimas y todo lo que giraba en torno a lo que ellas padecen, pero también quiso darle ese toque de ficción a la historia de la propia víctima, Lucero: cómo hablaba, qué pensaba, qué sentía, cómo fue la transición entre ser una adolescente ilusionada con la fantasía del amor romántico a una adulta joven totalmente desencantada que está envuelta en esta red tan terrible de la que no puede escapar.
Pero también tuvo la necesidad de recorrer el otro lado: cómo viven los padres —o madres, principalmente— una situación como esta, cuál es la culpa que cargan, porque hay muchísima culpa en Dolores: culpa de no haber cuidado lo suficiente a su hija, cuando queda claro que la cuidaba mucho, como cualquier padre lo haría. Entonces, para poder verlo desde distintos puntos de vista, fue necesario tomar en cuenta esas voces.
Temporalidad
De igual forma, la joven autora explica por qué eligió situar la temporalidad de la novela en el año 2000: “Fue porque fui adolescente hace 20 años y quería una recreación de ese mundo que me fuera más cercano”.
“Otra razón”, continúa, “es que precisamente a finales de los años 90 y principios de los 2000 empezó a sonar este tema en los medios de comunicación. Es una problemática que siempre se ha sabido, y se sabe hasta la fecha porque siempre ha estado, pero mucho de lo que yo investigué terminaba sucediendo entre el año 2000 y el 2005. Me pareció que era la época en la que esta historia podría tener relevancia; la vida era diferente, no había redes sociales, había mucho teléfono de casa pero pocos celulares. Entonces situar la acción ahí me permitió abordar aspectos técnicos con un espectro mucho más amplio de qué viven los padres en medio de la incertidumbre”.
Sobre el proceso de investigación, Baeza no sintió que se haya saturado porque no fue una investigación a corto plazo, le dedicó mucho tiempo y no tuvo ninguna fuente literaria (habrá leído una o dos novelas que tocan el tema) sino que leyó periodismo de investigación.
“Lo terrible es que hay toda la cantidad posible de información sobre este tema. Siempre ha estado, entonces el problema continúa. Es un problema totalmente visible, no se trata de visibilizar la violencia, porque todos sabemos que existe, todos sabemos dónde está, pero qué pasa, pues continúa ahí porque puede continuar”.
Tal es el caso de Tlaxcala, lugar donde se desarrolla la acción, un estado con zonas que han sido llamadas tierras de padrotes.
“Es horroroso, por supuesto, hay bromas, existen todo tipo de interpretaciones al respecto”, apunta.
Sin embargo, para Laura Baeza también existe un lado amable en esta situación.
“He leído recientemente proyectos de chicas de Tlaxcala que llevan poesía a las escuelas, ponen a las chicas a escribir, les dan actividades como las que merece cualquier adolescente en cualquier lugar. El problema es que la otra parte también continúa. La otra parte también está ahí. Y si vamos, veremos que el problema sigue sucediendo con total impunidad, incluso frente a las autoridades”.
Contar historias
Laura Baeza es una escritora conocida por sus cuentos, sin embargo ella no prefiere un género sobre el otro: “Yo le tengo respeto a ambos formatos, para mí es contar historias. Yo no considero que el cuento sea la preparación para escribir novelas; el cuento es un gran género en sí y merece un total respeto y una devoción lectora y autoral. Creo que simplemente son decisiones que los autores tomamos al momento de contar una historia”.
Sobre el panorama actual de las letras en México y el auge de escritoras jóvenes, Laura Baeza confiesa que le encanta. “Me gustaría que dejáramos de verlo como una anormalidad y que sea la normalidad para todos los escritores. Creo que, más allá de lo que yo pueda opinar, está lo que puedan opinar los lectores. Siempre habrá algo para leer y no es nada más leernos a nosotras, personas de mi generación estamos retomando a autoras que no consultamos cuando éramos más jóvenes y el día de hoy de nuevo están en la discusión literaria. Yo puedo decir que es un momento preciado y precioso para la literatura mexicana”.— Alejandro Casanova Vázquez
