Cuando a los 13 años comenzó a trabajar en diferentes oficios, Luis Jorge Aranda Zavala siempre soñó con un negocio propio, pero por su mente no pasó que décadas después sería director de una empresa con cinco sucursales y más de cien trabajadores: Madero Refaccionarias.
Su primer empleo formal fue como diligenciero en una refaccionaria. Más tarde lo ascenderían a bodeguero y, luego, a vendedor de mostrador. A los 16, ya estaba manejando una camioneta con la que salía a vender refacciones a los pueblos cercanos.
Una historia de éxitos
“Empecé a ahorrar y a los 19 años compré este local. En 1991, a los 23 años, lo inauguré”, recuerda al hablar sobre el origen de Madero Refaccionarias, empresa que hoy tiene presencia en distintos puntos de la ciudad.
“Cuando terminaba de chambear, venía a raspar los anaqueles hasta la 1 o 2 de la mañana para pintarlos. Todo lo fui haciendo con mis comisiones”. Recuerda que antes de inaugurar el negocio, compraba productos que iba almacenando.

Cuando por fin abrió, sólo tenía tres anaqueles y algunos productos “parecía tiro al blanco”, señala para luego asegurar que tenía aceites con dos años de antigüedad.
El origen humilde y las dificultades económicas de su familia fueron un motor para Aranda Zavala. “Mi ilusión era salir adelante, salir de lo mismo, porque sí tuve una infancia muy crítica. Mi mamá trabajaba como cocinera, y todos trabajábamos en casa”, señala.
“A mis 17 años deshipotequé la casa de mis papás, porque estaba hipotecada y se iba a perder”.
Con una meta trazada, aprovechó que su trabajo era de día para estudiar de noche Contabilidad en la academia Marden, de noche, Aunque no terminó la carrera, siempre buscó capacitarse:
“He ido a cursos, diplomados, capacitaciones. Me fui preparando porque tenía claro que si haces bien las cosas, te va bien”.

El camino del emprendimiento no ha sido fácil. En 1994, justo cuando abría su segunda sucursal en Kanasín, el país se enfrentaba a una de sus peores crisis económicas. “Nos tocó la devaluación. Fue muy difícil, pero redoblamos esfuerzos y salimos adelante”.
Además, años más tarde, fue víctima de un asalto que casi le cuesta la vida. “Me dieron un balazo en la cabeza y me quedé sin lana. Le hablé a un proveedor y le dije: ‘No tengo lana, pasó esto. Si me puedes dar crédito, te lo agradezco. Si no, no hay problema’. Todos me dijeron que sí. Y muchas veces ni usaba el plazo completo, pagaba antes”.
La confianza, dice, ha sido clave en el éxito del negocio. “Aquí la cultura siempre ha sido paga. Paga a tiempo, no dejes mal al proveedor, no dejes mal al banco, no dejes mal a nadie”.

Durante muchos años, Luis Jorge y su hermana Patricia _quien empezó como secretaria_ se encargaron de casi todas las áreas. “Éramos todólogos. Si no nos moríamos, quedábamos locos”, ríe.
Después de abrir la sucursal Macroplaza, en 2012, decidieron frenar la expansión hasta profesionalizar la empresa.
Contrataron asesores, crearon un organigrama formal y estructuraron departamentos como administración y finanzas, contabilidad, crédito y cobranza, informática, mercadotecnia, recursos humanos e inventarios. “Pretendemos que Madero ya sea una empresa institucional, donde ya no haya el hombre clave, sino una dirección general con decisiones más abiertas”.

Otras claves del éxito, señala, son el orden y la disciplina. Yo siempre les digo a todos, sea con los bancos, los clientes o la gente: no los engañen. Digan la verdad. Si no puedes cumplir, díselo al cliente. ‘Hice todo mi esfuerzo, pero esta vez no pude’. Eso nos ha ayudado mucho”.
Además, asegura, en Madero Refaccionarias no se venden piezas, sino soluciones, como dice su slogan. “Si logro solucionar lo que tú buscas, te vas satisfecho. No es descubrir el hilo negro: todos buscamos atención y servicio. Eso es lo que damos”.
Hoy el catálogo de la empresa es de más 140,000 productos
“Teníamos un slogan: ‘Tenemos más de 100,000 razones para decirte que sí’.

El crecimiento no ha sido solo en ventas y sucursales. La empresa ha asumido también un compromiso social. “Tenemos programas de ayuda. Regalamos sillas de ruedas a personas necesitadas. Hacemos dinámicas y llevamos sillas a quien lo requiere. Gracias a Dios, la vida nos ha ayudado mucho, y hay que retribuir”.
Actualmente, la empresa emplea a más de 100 personas. “Seguimos metiéndole fuerza y queremos seguir creciendo. Conforme crece la ciudad, también lo estamos haciendo”, señala Aranda Zavala.

Cuando se le pregunta qué le diría al joven de 19 años que soñaba con su primer negocio, responde sin dudar: “Que estaba loco”. Y tras una pausa, añade: “Pero tenía una meta noble. Quería que mi mamá dejara de trabajar. Cuando tienes una meta y si es algo noble, se te abren las puertas, y si haces bien las cosas, te va bien”.
Hoy Madero Refaccionarias tiene, además de la matriz, situada en Circuito Colonias de la colonia Madero, sucursales en Kanasín, Centro (calle 66), Macroplaza y Francisco de Montejo. Y está proyectado abrir otra sucursal en Umán.




