El físico José Edelstein durante la conferencia “El murmullo del cosmos” en el Planetario del Olimpo
El físico José Edelstein durante la conferencia “El murmullo del cosmos” en el Planetario del Olimpo

El entusiasmo por la ciencia no solo se explica, se comparte. Así lo vivió el físico José Edelstein, investigador del Instituto Gallego de Física de Altas Energías, durante su conferencia “El murmullo del cosmos” en el Planetario Arcadio Poveda del Centro Cultural Olimpo, donde además de exponer algunos de los avances más importantes de la física contemporánea, ofreció una entrevista en la que habló de su relación con México, del sentido de divulgar ciencia y de los proyectos de investigación que marcarán su trabajo en los próximos años.

Edelstein destacó que esta es la segunda ocasión en que visita Mérida, ciudad a la que espera regresar con frecuencia. Además de los vínculos familiares cercanos que hoy lo conectan con Yucatán, recordó que en una visita anterior recorrió el estado durante varios días, experiencia que calificó como profundamente enriquecedora. Aunque México es un país que ha visitado en numerosas ocasiones —principalmente la Ciudad de México—, subrayó que Yucatán ocupa un lugar especial entre los destinos a los que desea volver.

Durante la conferencia, el investigador centró su exposición en los descubrimientos más recientes de la física, especialmente de los últimos diez a veinte años, con un propósito claro: mostrar que esta disciplina no pertenece al pasado ni a los libros cerrados, sino que es un campo vivo, dinámico y en plena expansión.

Talento joven

En ese sentido, señaló que uno de los aspectos más ilusionantes de la ciencia actual es que sigue habiendo espacio para que nuevas generaciones contribuyan, y recordó que muchos de los grandes proyectos internacionales en curso cuentan con la participación de investigadores jóvenes, incluidos científicos mexicanos. Incluso destacó la presencia de una investigadora originaria de Mérida que colabora en uno de estos proyectos globales.

Uno de los ejes centrales de la charla fue la explicación de los agujeros negros a partir de la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein.

Edelstein explicó que, a pesar de haber sido formulada hace más de cien años, esta teoría sigue siendo una de las construcciones intelectuales más profundas del ser humano. Según la relatividad, cada cuerpo celeste deforma el espacio-tiempo a su alrededor, y la intensidad de esa curvatura depende de su densidad.

Para ilustrarlo, recurrió al ejemplo del sistema solar: el Sol curva en el espacio-tiempo y la Tierra se mueve siguiendo el camino más recto posible dentro de esa geometría, no por una atracción directa, sino por la estructura misma del espacio en el que se desplaza.

En este marco, Edelstein presentó la primera imagen directa de un agujero negro, obtenida a partir de observaciones realizadas a 54 millones de años luz de distancia. Explicó que la luz captada para construir esa imagen comenzó su viaje cuando en la Tierra se formaban los Andes o cuando el subcontinente indio aún no había colisionado con Asia. La relevancia de ese logro científico fue tal que la imagen pasó a formar parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York, como símbolo del impacto cultural del conocimiento científico.

El físico también explicó la escala y la ubicuidad de estos objetos extremos. El agujero negro supermasivo ubicado en el centro de nuestra galaxia, Sagitario A, ocupa una región comparable al interior de la órbita de Mercurio, mientras que otros aún más grandes podrían albergar sistemas solares completos.

De hecho, señaló que muchas, quizá todas, las galaxias grandes contienen en su centro un agujero negro supermasivo, con masas que van desde millones hasta miles de millones de veces la masa del Sol.

Otro de los temas abordados fue la manera en que los astrónomos lograron confirmar la existencia de este objeto invisible en el centro de la Vía Láctea. Debido a que la región central de la galaxia está cubierta por densas nubes de gas y polvo, la observación con luz visible resulta ineficaz. La solución fue utilizar telescopios infrarrojos, capaces de atravesar ese velo.

Gracias a ello, se detectaron estrellas moviéndose a velocidades extraordinarias, una de ellas con un periodo orbital de apenas 16 años.

A partir de ese movimiento, los científicos calcularon que el objeto invisible que domina esa región posee una masa de 4 millones 154 mil veces la del Sol, lo que solo puede explicarse mediante la presencia de un agujero negro supermasivo.

Investigación con IA

En entrevista posterior a la conferencia, Edelstein habló de su investigación actual y de los retos que se plantea para el futuro inmediato.

Explicó que está incursionando en un área distinta a la que ha trabajado tradicionalmente, combinando física teórica con el uso de redes neuronales, una herramienta de inteligencia artificial orientada no a generar lenguaje, sino a detectar patrones y realizar cálculos complejos.

Su objetivo es estudiar teorías alternativas a la Relatividad General y buscar agujeros negros predichos por esos modelos, para luego comparar sus propiedades con las observaciones astronómicas reales.

El investigador fue claro al señalar que este enfoque implica asumir riesgos, algo inherente al trabajo científico. Su intención, dijo, no es confirmar la Relatividad General, sino intentar refutarla de manera honesta. Si los resultados terminan reforzando la teoría de Einstein, eso también será un avance; si revelan discrepancias, abrirán la puerta a nuevas ideas.

“En ciencia no se apuesta a certezas, se trabaja con hipótesis”, explicó, al reconocer que aunque no sabe si obtendrá todo lo que busca, confía en que el proceso producirá conocimiento valioso.

Finalmente, Edelstein destacó la importancia de los planetarios como espacios públicos dedicados al conocimiento y al disfrute, especialmente en ciudades donde la contaminación lumínica impide observar el cielo directamente. Más allá de su función educativa, consideró que estos recintos cumplen un papel cultural fundamental al mantener vivo el asombro por el universo.

A manera de cierre, el físico dejó una invitación abierta a quienes sienten curiosidad por la ciencia. No todos, dijo, tienen que dedicarse a investigar, pero sí pueden disfrutarla. La exploración del cielo y del universo es una de las creaciones más bellas del ser humano, no solo por lo que revela del cosmos, sino por las historias humanas de ingenio, paciencia y poesía que hay detrás de cada descubrimiento

“El murmullo del cosmos” dejó claro que la ciencia, cuando se comunica con cercanía, sigue despertando preguntas y entusiasmo ese deseo de aprender hace que la ciencia no busque máquinas para viajar al pasado, sino tener miras hacia el futuro es lo que determinara nuestro legado y nuestra pertenecía en el confín del espacio.— DANIEL BAUTISTA SILVA

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