En el puerto de abrigo de Sisal, la máxima casa de estudios del país analiza las oportunidades que brinda el mar para cambiar, a mejor, el rumbo de Yucatán
En Sisal, la UNAM mira el mar como una fuente de recursos y bienestar. En un borde del puerto de abrigo de esa pequeña población la mayor universidad de Iberoamérica tiene desde hace algunos años un centro académico y de investigación dedicado a estudiar el complejo ecosistema costero del Estado, de enormes potencialidades, pero extremadamente vulnerable.
La Unidad Académica Sisal es un recinto fascinante. Hay estanques donde los caballitos de mar revelan sus secretos, hay viveros de cangrejos, camarones, pámpanos y meros, hay instrumentos para medir la sensibilidad del pulpo yucateco al calentamiento del océano, hay máquinas que provocan olas y tsunamis. Hay mujeres y hombres que buscan en la ciencia soluciones para problemas conocidos y posibles, que trabajan en proyectos innovadores que procuran, siempre en torno al mar, impulsar el crecimiento económico y social de la región.
Travesía
La suma de las voluntades de Juan Ramón de la Fuente y Patricio Patrón Laviada, en aquel entonces rector de la UNAM y gobernador de Yucatán, respectivamente, hizo posible la llegada de la gran institución educativa, científica y cultural del país.
“Cuando el doctor De la Fuente decidió extender la presencia de la UNAM a todo lo largo y ancho de México, pensó en la Península de Yucatán. Se buscó entonces un lugar para establecer una sede permanente (ya se hacían trabajos temporales de investigación en Campeche) y Patricio no sólo alzó la mano para pedirla, sino que hizo todo lo posible para hacerla realidad”, recuerda el maestro Héctor Cisneros Reyes, coordinador general de la Facultad de Ciencias en Sisal.
En las pláticas formales entre la universidad y el gobierno estatal, expresaron sus deseos de establecerse aquí dos grandes grupos de académicos: el de ciencias sociales, que fundó lo que hoy es el Cephcis (Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales) y los que estaban (y siguen) haciendo acuacultura.
Polo de desarrollo
Patrón Laviada tuvo a bien hacer toda la gestión para que el gobierno estatal diera en comodato el edificio del exhospital “José Rendón Peniche” y dinero para reconstruirlo. En Sisal hizo algo equivalente en términos de la cesión del terreno y de dinero para posibilitar la instalación.
La Unidad Académica Sisal se ha convertido desde entonces en uno de los polos de desarrollo en ciencias marinas y de estudio de las costas más importante del país y de América Latina.
Sus objetivos, explica el maestro Cisneros, son formar profesionistas capacitados en los diversos campos de la ecología y biología de los organismos que habitan la zona costera y desarrollar investigación científica del más alto nivel que aporte conocimientos aplicables al manejo y conservación del litoral peninsular. Actualmente, en el campus Sisal se encuentran las unidades académicas de las facultades de Ciencias y de Química, así como del Instituto de Ingeniería.
Comenzamos hoy una breve presentación de algunos de los proyectos con que la UNAM indaga en las oportunidades que da el mar para cambiar, a mejor, el rumbo de nuestro Estado.— Mario S. Durán Yabur
Cultivo de robalo y pargo

El maestro en Ciencias Adolfo Sánchez Zamora dirige el proyecto de desarrollo de tecnología para el cultivo de peces marinos de interés comercial para el consumo humano, que actualmente trabaja con el pargo cola amarilla, el robalo blanco y el pámpano. “El objetivo es transferir tecnología a los productores que lo pidan, algo que de hecho ya estamos haciendo por medio de cursos, programas de capacitación o donación de especies”, dice.

Uno de los peces más complicados de criar en granjas es el robalo —que paradójicamente es de los más solicitados—, pero el programa de la UNAM ha logrado grandes avances. El robalo blanco, explica, es una especie muy longeva, que tarda mucho en alcanzar la talla comercial —unos 600 gramos—, lo que se está intentando, con ayuda de estudiantes de gastronomía de la UTM, es que se pueda cocinar, en platillos gourmet, al llegar a los 200 ó 300 gramos.
Al rescate del pulpo maya

El doctor Carlos Rosas Vázquez está al frente de un equipo que tiene como objetivo salvar de la desaparición al pulpo Octopus maya. Y sus esfuerzos van por dos vías: el desarrollo de la tecnología para su cultivo, que han rendido buenos frutos, y explorar la sensibilidad de la especie al cambio de temperatura, un fenómeno ya presente en la Península. “Después de años de estudio sabemos que el pulpo maya es muy sensible al calentamiento”, dice y proporciona tres evidencias: los embriones no nacen ni las hembras desovan por arriba de los 28 grados y los pulpos juveniles no crecen más a partir de los 30 grados.

“De seguir las cosas como van, en 100 años la temperatura del mar sería de 32 grados… y 100 años son muy poquitos para que los pulpos se adapten desde el punto de vista genético y evolutivo. Urge hacer algo —impulsar la acuacultura, cambiar las formas de manejo de las vedas— para que las futuras generaciones disfruten de una especie que representa un privilegio para Yucatán”.
El maxkil, recurso estratégico

Los doctores Claudia Carmona Osalde y Miguel Rodríguez Serna tienen a su cargo el programa de estudio y reproducción acuícola del cangrejo araña, también conocido como “maxkil”, una especie apreciada por los pescadores yucatecos de pulpo, que lo usan como carnada, aunque en los últimos años ha comenzado a escasear.

“Buscamos hacer posible la producción acuícola de maxkil para que vuelva a utilizarse, tanto por tradición como por las bondades nutricionales del mismo cangrejo, que es un alimento limpio”, dicen los investigadores.
El maxkil se ha vuelto caro porque ya no abunda como antes, por lo que ahora los pescadores usan jaiba de otros estados del país, pero el problema es que en este crustáceo se ha detectado presencia de bacterias, que se transmiten al pulpo y cuando éste llega a mercados europeos, puede ser rechazado. “La producción de maxkil para usarlo como carnada es una buena alternativa de producción para la región”, señala la doctora Carmona.
Un futuro para el mero

El Programa Reproducción de Peces Marinos tiene como objetivo mantener pies de cría de especies de alto valor comercial y alimenticio. “El proyecto vigila todo el proceso: desde traer los peces del medio silvestre y aclimatarlos, hasta darles las condiciones que requieren para que se sientan tan cómodos como en el mar a fin de que las hembras puedan desovar y los machos fertilizar”, señala la doctora Claudia Durruty

Lagunes.
Por toda la problemática que atraviesa el mero en la región —en todos los niveles: ecológico, social, biológico—, el proyecto estableció una línea de investigación en busca de estrategias que permitan su conservación, reproducción y uso sustentable. “Primero, queremos saber si puede vivir en los estanques, y segundo, hallar métodos que permitan tener machos y hembras en laboratorio para la producción de crías”. Sin embargo, lamenta la investigadora, el proyecto no marcha como quisieran, ya que el mero no aparece en la lista de especies prioritarias y por tanto no hay muchos fondos para su estudio.
