“Con la bicicleta también se puede volar”, asegura Alan Manzano Medina, cicloviajero que se dedica a la reparación y fabricación de estos vehículos.

Alan, originario de Ciudad de México, heredó el amor por las bicicletas de su padre, Andrés, quien a su vez lo heredó de su padre, el señor Bernardo.

“El taller lo fundó mi abuelo en los años 60 en la colonia Guerrero, a solo unas cuadras de la Plaza de las Tres Culturas. Mi padre heredó el oficio, el cual nos enseñó a mi hermano Omar y a mí”.

Alan creció entre bicicletas y herramientas y desde niño ayudaba a su padre y su madre, Petra Medina, en el negocio familiar. “A los seis años ya realizaba reparaciones, como es la aplicación de parches”.

Conforme fue creciendo, el interés generado por las bicicletas y la mecánica influenciaron en él para que comenzara a estudiar la carrera de Ingeniería en Aeronáutica en el Instituto Politécnico Nacional, y así aprender sistemas más complejos, pero el fallecimiento de su padre lo obligó a cambiar de carrera.

“Tuve que dejar la ingeniería a la mitad y estudiar Comercio Internacional, algo un poco menos demandante”, comentó Alan. “Estudiaba y trabajaba en el taller familiar, así que dejar la carrera en aeronáutica no me desanimó, ya que con la bicicleta también se puede volar, pero en forma más libre”, indicó.

De ver Cicloviajeros en Facebook a viajar por el país

Alan se graduó y comenzó a trabajar en la aduana del Aeropuerto de Ciudad de México, disfrutaba su empleo, pero sentía que algo más le hacía falta.

“Un día, revisando Facebook vi publicaciones de cicloviajeros y entendí que eso era lo que necesitaba en mi vida. Renuncié y me adentré más al trabajo en el taller, me dediqué a ahorrar y después de un par de meses, en 2019, salí con mi bicicleta a recorrer el país”, recordó.

Alan recorrió la República. Comenzó en Tijuana, Baja California y finalizó en Tulum, Quintana Roo. En su camino conoció a más cicloviajeros y reparaba bicicletas, ya que llevó parte de su herramienta.

“Como cicloviajero estoy consciente de las necesidades de cada bicicleta y diferentes modalidades del ciclismo”.

Su plan era seguir hasta el “fin del mundo”, como se le conoce a Ushuaia, Argentina, pero la pandemia de coronavirus lo obligó a detenerse y elegir una ciudad para establecerse. Alan decidió mudarse a Mérida, específicamente en el barrio de Santiago. Ahí instaló su taller de reparación y creación de bicicletas.

“Cuando la pandemia pare por completo y el mundo esté un poco más estable, retomaré mi viaje al ‘fin del mundo’”, aseguró.

Un cicloviajero en Mérida

En Mérida, Alan repara bicicletas, las recibe en su taller y también va por ellas en su cargo-bike, una bici de carga que él, con ayuda de su hermano y su amigo Juan Sabido, elaboró desde cero.

La cargo-bike es una bicicleta que se fábrica en Holanda, es ideal para llevar otras bicis, herramientas y también personas, pero tiene un valor de entre 40 mil y 60 mil pesos, demasiado costosa. Construí mi propia cargo-bike, una que se adapta a mí, solo que con un precio de 18 mil pesos”.

Además de reparar todo tipo de bicicletas, Alan construye bicis de todo tipo, incluso remolques que se adaptan a ellas.

La bicicleta y el ciclismo son parte fundamental en la vida de Alan, quien evita usar vehículos de motor, va a casi todas partes en bici.

“Les recomendaría darse la oportunidad de sentir cómo la bicicleta les da gran independencia de ir a dónde quieras cuando quieras sin depender del tiempo o disponer de alguien más”, señaló.—Rosa Aracely Quiñones Sánchez

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