Cerca de la calle 60 de Mérida el señor Gerardo López M., dedica sus días a recuperar el legado que construyó con esfuerzo desde su juventud.
Conocido por su habilidad para crear bordados y fabricar sus propias agujas, este artesano enfrenta los retos de la vida con el mismo temple con que aprendió a plasmar animales y paisajes en lienzos.
Oriundo de Tamaulipas, Gerardo López llegó a Mérida hace ya 60 años y se ha dedicado por mucho tiempo a la elaboración de artesanías, sobre todo bordados.
“Desde pequeño me ha gustado mucho elaborar bordados, me llamaba mucho la atención, ya de grande decidí ser un pequeño empresario con mis creaciones”.
“Desde los 16 años he dedicado mi vida al bordado artesanal”, dice.
A pesar de los desafíos, continúa creando con pasión y espera apoyo para revitalizar su taller.
Gerardo López encontró en la artesanía un refugio y un medio para ganarse la vida. Con esfuerzo, aprendió a crear bordados y diseñar sus propias herramientas, lo que lo llevó a convertirse en un emprendedor.
“Me costó meses aprender y perfeccionar las agujas; incluso compré troqueles en Monterrey que representaron una gran inversión”, relata.
Su trayectoria se vio interrumpida hace cuatro años, cuando sufrió una embolia que lo dejó postrado durante meses.
“Perdí todo: mi salud, mi casa, mis propiedades y mi taller. Los médicos me prometieron que me levantaría y así fue, pero el costo fue enorme”, recuerda.
Gerardo López nunca perdió la esperanza ni abandonó su amor por Yucatán.
Hoy está retomando su arte, bordando figuras que van desde jaguares hasta pavorreales.
Su trabajo, que alguna vez llegó a decorar una iglesia completa, es un testimonio de su talento y perseverancia. Aunque enfrenta los retos de un mercado que no siempre valora su oficio, sigue adelante: “La gente regatea mucho, pero sigo haciendo lo que amo”.
Gerardo López sueña con recuperar su taller y obtener el reconocimiento que merece como artesano.
Hace un llamado a las autoridades y a la sociedad para que apoyen su labor. “Ojalá el gobierno me tome en cuenta y pueda crecer otra vez. Mi trabajo merece ser valorado”.
Sus bordados son elaborados con la famosa aguja rusa o aguja mágica, técnica que nació en el siglo XIX en Gran Bretaña y se convirtió en una de las formas favoritas de costura para los hogares humildes.
“Estos bordados grandes valen unos $250 y los más chicos desde $100”, explica. “Me gusta mucho bordar, ayuda mucho para ejercitar los músculos de las manos. Es un milagro porque antes no podía ni moverme, pero ahorita que me recuperé bordar me ha servido de terapia. La enfermedad te puede quitar todo, así que es mejor no confiarse, aprovechar el tiempo, la vida”.
