Desde 1939, Wilbert Franco Pardenilla forma parte de una historia que comenzó con la fabricación de calzado, pero que va más allá del simple oficio: es un legado familiar que se remonta a su abuelo Gonzalo Franco Reyes y a su padre, y que hoy él mantiene con dedicación y mucho corazón como tercera generación.

Desde muy pequeño, Franco —como le dicen sus conocidos— creció rodeado de cuero, herramientas, suelas y máquinas. “Desde los 7 años íbamos al taller, más que nada para estar cerca de mi papá”, recordó. Con el tiempo, él se convirtió en su brazo derecho, aprendiendo cada parte del proceso. Mientras sus hermanos optaron por seguir estudios universitarios, él eligió quedarse al lado de su padre, formándose con disciplina y pasión.

Aunque su vínculo con el taller comenzó desde la infancia, oficialmente inició a los 17 años. Actualmente, con más de 35 años de experiencia, domina cada etapa de la fabricación de calzado, desde el corte del cuero hasta el acabado final, aunque sus especialidades son el diseño y el moldeado.

Su taller no solo fabrica zapatos convencionales, también elabora calzado ortopédico bajo receta médica, una especialización que aprendió gracias a un médico que lo capacitó entre 1992 y 1995.

“No sabíamos nada de ortopedia, pero el doctor nos capacitó. Ahora entendemos cada término médico”, explicó.

Además del calzado, Franco ha diversificado su trabajo elaborando cinturones, carteras, llaveros y alpargatas. La talabartería se amplió por necesidad, aprovechando los retazos de cuero que antes se usaban para hacer cueritos de tirahule.

“Eso lo aprendí de mi mamá e innové haciendo otros artículos”, dijo.

Ante la escasez de talabarteros en la región, también asumió la elaboración de calzado folclórico para hombres y mujeres, así como pedidos personalizados con diseños únicos, como botas del Hombre Araña, Batman y próximamente, de Hércules.

Para Franco, este oficio no es solo un medio de vida, sino una forma de rendir tributo a sus raíces. “Yo estuve al lado de dos cabezas: mi abuelo y mi padre. Eso no lo tuvo nadie más en mi familia, y es un orgullo que nadie me puede quitar”, afirmó con emoción.

Cuando se le preguntó por una frase que resumiera su trayectoria, responde:

“El cliente siempre tiene la razón. Hacer zapatos no es hacer por hacer; es que queden bien, sobre todo cuando son ortopédicos. Hay que ser responsables con la confianza que nos entregan”.

Y fiel a sus raíces, concluyó: “Orgullosamente zapatero, orgullosamente Franco”.—