Loana Navarrete Pellicer, Viridiana Ku Che y Griselda Ek Dzib durante el foro “Percepciones Femeninas de la Migración”, que se realizó ayer en el Congreso
Loana Navarrete Pellicer, Viridiana Ku Che y Griselda Ek Dzib durante el foro “Percepciones Femeninas de la Migración”, que se realizó ayer en el Congreso

La migración es algo común y el pan de cada día para muchas familias del municipio de Mama, según se dijo en el foro “Percepciones Femeninas de la Migración”, que se realizó en el Congreso del Estado.

El evento fue organizado por el Poder Legislativo, la Comisión de Derechos Humanos de Yucatán y la asociación civil Ajxíimbalo’on.

El objetivo de este encuentro fue escuchar, dialogar y generar conciencia sobre las realidades que viven miles de mujeres que son parte del fenómeno migratorio.

Loana Navarrete Pellicer, una de las participantes, dijo que la realidad cotidiana de los paisanos que viven en Estados Unidos es enfrentarse a la política migratoria, incluso se detiene a personas con estancia legal.

“Los migrantes viven con temor e incertidumbre al realizar sus actividades diarias”, apuntó.

La participante señaló que, de acuerdo con cifras del Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos, a finales de octubre pasado más de dos millones de personas indocumentadas salieron de ese país, de las cuales 1.6 millones retornaron voluntariamente a sus lugares de origen y 527,000 fueron deportadas.

Por su parte, Viridiana Ku Che compartió que su padre migró a Estados Unidos por motivos económicos.

Como muchos otros, él les explicó que se iba porque deseaba brindarles una vida mejor: que no les faltaría comida, estudios ni un futuro más digno.

Ella recordó que el día que su padre se fue, en su corta edad solo comprendía que él viajaría a un lugar lejano, donde no podría verlo todos los días ni abrazarlo.

Con el tiempo entendió que no es fácil llegar a otro país y comenzar desde cero; implica soportar el cansancio, el miedo, el frío y la soledad.

“He aprendido que la migración no es un sueño bonito como a veces lo pintan, sino una lucha diaria. Mi papá trabaja muchas horas; a veces me cuenta que termina muy cansado. Extraña a la familia, su casa, su país. Vive con la presión de mandar dinero, de cumplir. También vive con el miedo constante de que algo pueda pasarle por su situación migratoria”, expresó.

Griselda Ek Dzib dijo que su padre tuvo que irse, pues la situación económica en casa no era buena.

Eran una familia humilde y, tras pensarlo mucho, él decidió migrar.

Al principio no fue fácil: la hermana de Griselda tuvo que dejar la escuela para cuidarla y su madre comenzó a trabajar mientras su padre intentaba cruzar la frontera. Todo esto ocurrió en 1998.

La mujer recordó que en ese entonces no había tanta tecnología como ahora, por lo que solo hablaban con su papá una vez a la semana. No lo conocía realmente, pues cuando él se fue ella tenía apenas un año, lo reconocía únicamente por fotografías. Después de dos años su padre regresó, pero más tarde tuvo que partir de nuevo y, posteriormente, una tercera vez motivado por el deseo de apoyar los estudios de sus hijos.

Glendy Bermont compartió que en su caso fue su esposo quien decidió migrar. A causa de ello, su hijo menor no conoce a su padre y no convive con él. Glendy ha tenido que asumir tanto el rol materno como el paterno. Contó que para ella esto es triste, pues en ocasiones no es lo mismo recibir consejos de una madre que de un padre.

Han pasado 15 años desde que su esposo se fue. Dijo que fue la necesidad lo que lo impulsó a migrar. Sus hijos mayores ya cursan la universidad, algo que han logrado gracias al sacrificio de su padre desde la distancia.

La participante reflexionó: “Es muy importante decir que los que están allá aguantan muchas cosas. ¿Qué más quisieran ellos que estar en el pueblo? Convivir, disfrutar. Pero ni modo, así es la vida”.