(Primera Columna publicada el 29 de mayo de 2005)

Hay que seguirle la pista al funcionario que sube por las escaleras del servicio público. Examinar de cerca su trayectoria. Paso a paso. Esta vigilancia nos habilita para procurar que los gobernantes escojan bien a sus colaboradores y los partidos políticos nos propongan a los mejores candidatos.

La columna ha procurado esa vigilancia en su análisis de la crisis de los borregos. La vigilancia es una aportación al saneamiento del presente y una advertencia que puede prevenir crisis futuras. Recordemos que el protagonista principal del escándalo ovino, Xavier Abreu Sierra, es uno de los aspirantes a la gubernatura.

No es el único. La ejecutoria de Luis Correa Mena, otro de los precandidatos a la jefatura del Ejecutivo, transita por la crisis de los borregos. La atraviesa en un momento álgido. Aparece y desaparece en circunstancias que pueden ser decisivas.

De alguna manera, quizás como consecuencia de la intervención de un dirigente del sector privado, se llama a Correa Mena para que investigue y resuelva. O proponga una solución. Las versiones que han llegado a la columna señalan que quien lo llama es Patricio Patrón Laviada, porque don Luis era en esos días -hace ocho o nueve meses- el coordinador de la Oficina de Proyectos Estratégicos del gobierno del estado.

Luis Correa fue a la Secretaría de Desarrollo Social para averiguar qué había detrás y alrededor de los borregos y pedir al titular de la dependencia, Xavier Abreu, la consiguiente explicación. Las versiones se refieren a diálogos altisonantes. Luego se desplazan por el terreno de las conjeturas, que suponen, entre otras cosas verosímiles, que el señor Correa rindió al gobernador el informe que éste le había pedido.

Después del informe, don Luis desaparece del mapa de la crisis de los borregos. ¿Qué le dijo al señor Patrón Laviada? ¿Qué estrategia te recomendó? ¿Qué proyecto de solución le propuso? La columna considera que un examen de la travesía de Correa Mena por la crisis de los borregos puede aportar datos valiosos que permita a las autoridades calibrarla con exactitud y las capaciten para deslindar responsabilidades, para prevenir escándalos similares.

Saber el dictamen de don Luis es importante. Si se hubiera aplicado a las irregularidades, ¿se habría evitado la quiebra de las cooperativas ovinas? ¿Se habría impedido que las prácticas corruptas, que los procedimientos viciados crecieran hasta convertirse en crisis? A los yucatecos, como electores, nos atraen también otro aspecto de la crisis: averiguar si puede rendir datos que nos faculten para profundizar en la idea que tenemos de Luis Correa como gobernante. Afinarla, redondearla.

Nos interesa saber la opinión de Correa Mena sobre la crisis. Qué sugirió. Por qué se retiró del campo de batalla sin rendirnos una parte sobre la actividad en el frente. Por qué guardó y sigue guardando silencio. Si considera que los problemas que afectan al gobierno, mientras no trasciendan, es mejor mantenerlos en secreto para que no metan ruido, porque el ruido arma escándalos, para que no hagan olas, porque las olas se llevan a los funcionarios al mar adentro de las denuncias y las investigaciones en que naufragan las chambas y ahogan las aspiraciones. ¿Cómo se debe gobernar? ¿En cuanto y cuando se debe hablar claro al pueblo? ¿Cuánto y cuándo se le debe ocultar?

La auditoría externa que se haga a los borregos no se debe concretar a los números: debe hacernos la crónica de los jinetes que montaron la crisis en sus plurales etapas. Hay que llamar un capítulo a don Xavier, desde luego. Pero hay que convocar también a don Luis y demás figuras de esta danza.

Hemos entrado en una disciplina fundamental de la administración pública: el oficio de gobernar. El tema merece otra columna. Es oportuno, sin embargo, referirnos desde ahora, aunque sea con brevedad, a la importancia de las asesorías, gestorías, coordinaciones y demás muletas en que se apoyan los gobernantes para no caerse en el camino. Es oportuna la referencia porque le están fallando a Patricio Patrón Laviada.

En declaraciones formuladas a este periódico, el jefe del Ejecutivo afirma que la culpa del gobierno en la crisis de los borregos es “moral más que legal”, que el dinero pasó de ser público a ser “privado”, que el manejo corrupto de facturas y concursos es cuestión que atañe a las cooperativas. El señor Patrón Laviada nos dice, en síntesis, que su administración cumplió todas sus responsabilidades legales y sólo por buena gente se metió a ayudar a los campesinos.

Se pueden interpretar estas declaraciones como un modo de justificar la decisión de rescatar a Xavier Abreu del ojo del huracán, ratificarlo como secretario de Desarrollo Social y mantener firme en su puesto y su trayectoria política, pero parece que lejos de justificar la decisión la complica.

¿Ha leído el señor Patrón Laviada el convenio suscrito para financiar el programa de los borregos? ¿Ha enterado el señor Abreu al gobernador de los términos claros, precisos, en que se manifiestan las obligaciones del gobierno? ¿Las conoces a don Xavier? ¿Dónde y cuándo encaja aquí el trabajo de los asesores jurídicos?

La columna , que ha mirado el convenio, que lo revisó desde antes que estallara la crisis, se permite transcribir a continuación algunas especificaciones que el señor Abreu se obligó a cumplir:”Este programa es de carácter público… Quien haga uso indebido de los recursos de este programa deberá ser denunciado y sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente… La Secretaría (de Desarrollo Social) queda como ÚNICA responsable de la correcta operación, comprobación y aplicación de los recursos recibidos”.

Parece, pues, que el responsable legal y moral de la crisis de los borregos, a todo lo largo y todo lo ancho, es el gobierno del estado, por conducta de su secretario de Desarrollo Social. En esta misma edición el Diario compara las mencionadas declaraciones del señor Patrón Laviada con las cláusulas del convenio y señala las aparentes diferencias y contrastes. Si en algo se extravían la columna y el periódico, ambos harán de inmediato las rectificaciones pertinentes. Es obvia, mientras tanto, la necesidad de plantear esta pregunta: ¿Cómo vamos a cumplir y hacer cumplir nuestros compromisos y responsabilidades si no sabemos cuáles son o nuestro conocimiento es deficiente y por lo tanto inoperante?

Queden estas reflexiones como agregada aportación a la vigilancia que la columna encarece al principio de estas líneas. Vigilancia que es uno de los textos fundamentales del oficio de gobernar. Oficio, textos que estamos empezando, ya duras penas, a aprender de nuevo después de las siete décadas que el PRI lo tuvo encerrado, con siete llaves, en el archivo de las letras muertas.

Noticias de Mérida, Yucatán, México y el Mundo, además de análisis y artículos editoriales, publicados en la edición impresa de Diario de Yucatán