(Primera Columna publicada el 14 de mayo de 2005)

-Reportero, todo eso que escribiste sobre el modernismo, don Quijote, los versos de Rubén Darío y las rimas de Bécquer, ¿de dónde lo copiaste? -preguntó don César Pompeyo en la Plaza Grande, al regresar ayer a la banca de costumbre.

-No nacimos sabiendo, don César. Para trabajar en el periódico hay que estudiar, consultar, volver a leer, recordar. Recordar es aprender a vivir…

-Y los que nacen sabiendo, ¿dónde trabajar?

-Esos se van al gobierno, pero no a trabajar precisamente. Viajan…

-Ya que hablas de viajes, ¿recuerdas lo que Lechuga, el actor cómico, cantó en un cabaret cuando López Portillo mandó a Luis Echeverría a Francia como embajador?

-Claro que me acuerdo: ¿Cómo que no está aquí?¿Cómo que fue a París? Debe rendirnos cuentas, ¡venga pa’acá Xavier!

-Eso no rima, reportero. Debes decir: ¡venga pa’acá don Luis! Para que rime con París. ¿Y por qué quieres que regrese Xavier? ¡Con lo que nos costó que se vaya a Europa¡ ¿A qué quieres que venga? ¿A contar borregos?

-No, eso no es posible: los borregos ya están muertos. Que nos venga a decir por qué se murió.

-No seas morboso, periodista. Deja a los muertos en paz. ¿Te gustan los cuentos de espantos? ¿Te mueres por las películas de terror?

-No, yo sólo quiero vivir en paz, pero si ni siquiera puede cuidar a los borregos, ¿cómo nos va a cuidar a nosotros? Eso es para medirle miedo a cualquiera. Serían seis años de horror.

-No es pesimista. ¿Quién te dijo que quiere ser gobernador? De repente decide quedarse en París. Además, ¿quién va a obligarlo a regresar?

-Si estuviera Cervera, lo trae en 24 horas. ¿Se acuerda usted cuando a Víctor le faltaba un voto nada más para empatar la votación en la Cámara y no podía hacerle el juicio político? ¿Recuerdas lo que hizo? Trajo de Tanzania, donde estaba cazando leones, al diputado verde y colorín colorado, este asunto está empatado.

– ¡Qué lástima que lo trajo! A lo mejor se lo comía un león.

-Cada día son más pocos los leones, don César. Si les damos a comer diputados van a quedar menos. Los vamos a envenenar.

-¡Qué lástima! Con lo que comen los diputados comerían todos los campesinos, los colonos, los maestros gritones, los periodistas… Dejarías tú de pensar en los borregos. Si no son tuyos, ¿de qué te preocupas?

-Cómo no me voy a preocupar: los compraron con mi dinero.

-¿Lo sacaste de tu cartera?

-Me lo prestó el gobierno. Tengo que devolverlo. Si no lo devuelvo, ¿con qué cara le pido más a Fox?

-No vaciles, reportero, a ti Fox no te da nada. ¿Te habló antes de irse? ¿Ya te contestó tantas cartas que le escribiste?

-No, pero tenga usted en cuenta que si a los generales, que tienen tantos cañones, se les hace contestar, figúrese nomás a don Vicente, que no tiene cañones…

-¿Cómo? ¿Que no hay cajones en la presidencia? ¡Eso si está cañón!

-Cañones, don César, yo no dije cajones. Cañones. Si usted no oye bien, se va a meter en un problema.

-El que está en un problema eres tú: ni te oyen, ni te hablan, ni te responden. No te toman en cuenta. Ni se acuerdan de ti.

-Ese no es mi problema. Si no ven, si no escuchan, si se quedan mudos, como si fueran sordos, como si fueran ciegos, como si estuvieran en París, el problema no es mío: el problema es de ellos, de su partido, de sus candidatos. Cuando vengan las elecciones los van a mandar a Tanzania. ¡Pobres leones! Les va a pasar lo mismo que a los borregos. Por cierto, don César, ¿y usted a dónde se fue el 10 de mayo que ni me di cuenta? Tiró usted el rosario, arrancó usted a correr y me dejó con la palabra en la boca. ¿Ya se pasó usted del otro lado? ¿Cruzó usted a la Catedral a seguir rezando por los que no tienen mamá?

-Fui a oír misa por los que la están buscando.

-Pues mejor reza usted por los que no la encuentran. Son más. En fin, que Dios le oiga, don César. A ver si siquiera El se acuerda de nosotros. Recordar es volver a vivir.

-Y callar es morir, reportero. Recuerda lo que dijo Mussolini: “Los muertos no hablan”.





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