(Primera Columna publicada el 7 de agosto de 2008)
Antes de continuar su encuesta sobre las virtudes —vistas por muchos— y los pecadillos —vistos por pocos— del gobierno de Ivonne, el reportero se dirigió a la banca de costumbre para preguntar al señor Pompeyo:
—Nos definió ayer la archibachata del viernes como “el orto de una estrella solitaria”. Me explicó lo de solitaria, pero ¿qué es un orto? ¿No tiene buena ortografía? ¿Coloca los acentos en las letras equivocadas? ¿Pone en singular lo que debe ir en plural? ¿Olvida cuál es el sujeto del verbo? ¿Abusa de los adjetivos? ¿Cae en…
—Ponga los acentos donde los ponga, le cae bien a la gente. Que su administración tenga buena o mala ortografía es harina de otro costal. Que respete las reglas o las triture casi no ha influido en los sensatos análisis y foros que estás publicando. La persona, no su gramática, es el objetivo único de estos ejercicios sentimentales y otros arrebatos del culto gobiernícola.
—Entonces, ¿qué es el orto?
—El amanecer, la alborada de un astro. Por extensión, el principio de algo.
—¿Quiere usted decir que todo el alboroto y la iluminación profusa del reventón del viernes es apenas el comienzo? ¿Cómo vamos a festejar el segundo cumpleaños si en el primero ya botamos la casa por la ventana? La estrella solitaria ¿puede brillar más todavía?
—Seguro. La estrella puede convertirse en supernova que alumbre la república.
—Me volvió a ponchar: ¿qué es una supernova?
—Una estrella gigante, tan abarrotada de luz, que en repetidas explosiones irradia un resplandor sin igual en nuestra bóveda celeste.
—Para que tengamos supernova el uno de agosto de 2009, ¿cómo le hechamos más leña al fuego?
—No le vayas a poner “h” a echar, reportero. Cuidado: te puedes convertir en astro. Contestando tu pregunta. En las administraciones públicas, la rectificación del encendido es uno de los sistemas para abrillantar una estrella.
—La señora Ortega no ve ninguna necesidad de rectificar: ya lo reveló en una entrevista.
—Claro, no la ve porque ya rectificó. Tú publicaste, en uno de tus sesudos análisis, que una de las virtudes de Ivonne es su habilidad para llevarse tan bien como se está llevando con el gobierno federal.
Si es cierto, aquí tenemos, escondida o disfrazada, una rectificación de 360 grados. Recuerda, reportero, los pleitos constantes con la federación…
—Recuerda —prosigió Pompeyo— el alboroto por la leche cortada y las galletas podridas en el DIF; la multiplicación mágica de los municipios devastados por el huracán Dean y los 50 millones de indemnización que no nos quisieron dar; el estado de sitio a que sometimos al famoso hospital de especialidades y el asedio a su director; el disgusto por la siembra hostil de delegados federales; la ofensiva contra los latifundistas del Country Club y sus benefactores de la Cousey; los zafarranchos con Elba Esther por el control de los docentes; los desaires de Gobernación, que nos manda al secretario, pero no nos avisa… Nos aturdía el ruido del escándalo, se sentía el olor a pólvora…
—Se siente, don César. Ahora están decapitando a los directores de los Cobay. Para que salgas a bailar tienes que rectificarte y vestirte de rojo.
—Por lo menos, reportero, si ahora bailamos de cachetito con el gobierno federal, como dicen tus analistas, por lo menos, repito, hubo una rectificación, aunque la nieguen sin razón, porque el catecismo ivonnense, decretado el uno de agosto de 2007, proclama: “Ofrezco un gobierno que, llegado el caso, tenga la modestia, la sabiduría y, sobre todo, el valor para rectificar” (capítulo dos, versículo seis)…
—Comprenda, don César, que no a todos nos gusta admitir que nos torcieron el brazo, que doblamos las manos…
—Peligroso enfoque el tuyo, reportero. La modestia, la sabiduría y el valor, reportero, son las reglas capitales de la buena ortografía que relumbra en los gobernantes enaltecidos por el dicho convertido en hecho. Rectificar alumbra, reconocerlo encumbra, ocultarlo derrumba.
—Ya que estamos metidos en la lumbre, don César, si la estrella solitaria del primer año transita hacia una supernova en el segundo, ¿qué podemos esperar para el tercero? ¿Qué viene después de la supernova?
—Pregúntale a nuestro experto, don Arcadio Poveda, yo no soy cosmólogo. Yo veo el universo desde una banca. Él lo explora con el telescopio. Lo más que me puedo aventurar a decir es que las artes y las ciencias son primas hermanas. Por ejemplo, en ocasiones la cosmografía tiene estrecha relación con la ortografía.
