(Primera Columna publicada el 14 de septiembre de 2012)
La central de inteligencia del movimiento mundial contra la mafia ha pedido a su corresponsal Vittorio Zerbbera un informe sobre los orígenes y las perspectivas del equipo de 24 representantes de la “sociedad civil” que Rolando Zapata Bello ha integrado para dar fe del estado que guarda el gobierno que le entregará Ivonne Ortega Pacheco.
—¿Cree usted que este suceso sin precedente en vuestra historia, tan ajeno a los procedimientos que distinguen al PRI, signifique que monsieur Rolando se ha convertido a la democracia? —preguntó ayer el doctor siciliano a César Pompeyo en su banca de San Juan.
—Según varios de sus biógrafos, Zapata Bello es un personaje en la vieja guardia de su partido. Por méritos propios, Vittorio, alcanzó el grado de jefe de gabinete en el gobierno de Ivonne Ortega.
—Lo que nosotros los italianos llamaríamos “il condottiero” de madame Ivonne, ¿no es así, César?
—Algo por el estilo Vittorio, pero lo importante no es si don Rolando haya apostatado del viejo PRI: lo que más nos interesa es si es auténtica y cuánto va a durar su conversión al nuevo PRI que predica el gran solitario don Enrique Peña Nieto. Depende de los motivos.
—Esta apostasía de monsieur, César, ¿podría estar relacionada con la trayectoria de madame Ivonne en el Ejecutivo?
—Desde luego. Es una medida astuta del señor Zapata. Se le ve el colmillo. Lo salva de un pleito doméstico con la señora Ortega. No es el discípulo amado, Rolando, el Judas que la traiciona con una investigación de los pecados públicos y una revelación de los vicios secretos del régimen orteguino. Rolando no juzga a Ivonne: se hace a un lado y transfiere la responsabilidad del juicio a la sociedad civil. No hay filicidio o fraticidio: es el pueblo contra Ivonne. Para mí, que el “condottiero” busca lavarse las manos con este bautismo de imparcialidad.
—¿No le atribuye usted una intención rectilínea a esta sorpresiva jugada de monsieur?
—Me atengo, Vittorio, a la filosofía del apóstol Tomás: ver y creer. Pero es tan penetrante el hedor a cloaca que nos deja Ivonne, que es posible, incluso probable, que el señor Zapata quiera alejarse del sumidero a una distancia que le permita sanear el entorno de su ascenso al trono con un golpe de salubridad política.
—Pero creo también que no sería cristiano negarle a Zapata Bello el buen deseo de ser la excepción en el refrán de “cría fama y acuéstate a dormir”, sobre todo ahora que tiene la bendición pública del Padre Sabín y, suponemos, de la Legión de Cristo. Por algo se sentó a su lado para la foto. Dios quiere a los arrepentidos.
—¿Qué perspectivas de éxito le ve usted, César, a la misión de los 24 intrépidos elegidos por monsieur condottiero?
—Antes que nada, hay que felicitarlos por su valor civil al meterse en la boca del lobo, sin saber si ya le quitaron los dientes. Han asumido una responsabilidad en nombre de Yucatán, Vittorio. La responsabilidad de limpiar los establos de Augías. Como relata la mitología…
—Sé lo que relata, César. El rey griego era famoso por la inmensidad de su ganado. Tan sucios y hediondos estarían sus establos, que uno de “los doce trabajos” que hicieron famoso a Hércules fue limpiarlos en 24 horas, lo que logró desviando el curso de un río. ¿Cree usted que haya que recurrir a bombear vuestros cenotes para limpiar los establos de madame? ¿O desviar la tubería de la Junta de Agua Potable?
—Primero vamos a ver, Vittorio, si van a la guerra bien armados de iniciativa, buena voluntad y autonomía. Si serán protagonistas de una investigación rigurosa que grabará sus nombres en la historia con letras de oro o sólo cómplices de una farsa. El quid de la cuestión es si los dejan entrar en los establos y hasta dónde se les permite llegar.
—En resumen, esta jugada maestra de Rolando tiene ya el carácter positivo de que puede establecer un precedente que contribuya a librar a Yucatán de nuevos establos. La responsabilidad final, claro, regresará al condottiero, pues a Zapata Bello le corresponde decidir la suerte que van a correr los dueños de los establos: Ivonne, sus capataces y sus vaqueros.— Mérida, Yucatán, 14 de septiembre de 2012.
