No cabe duda de que lo que atesoras en la memoria y el corazón no se olvida nunca. El sábado pasado, 26 de julio, por cuestiones médicas recorrí el Sur de la ciudad y de regreso a casita pasé a las puertas del Parque Kukulcán, hoy remozado y con mejor imagen.
Qué grandes recuerdos vinieron a mi mente de la época en que estuve como presidente de los Leones y en la “Leonera” (palco directivo ubicado entonces justo detrás del plato) aplaudíamos o sufríamos de las victorias o derrotas de las fieras.
Cuando la asistencia era en compañía de familiares y amistades, ocupábamos un palco entre tercera y el home, donde también se gozaba y se vivía en serio el desarrollo de los partidos.
Disfrutaba cuando la fanaticada aplaudía a rabiar las victorias y degustábamos los famosos pastelitos de “Miguelito” o de los polcanes o piedras de “Don Liberato”. Se sufría cuando las derrotas eran frecuentes, porque me hacía blanco de improperios que venían de aficionados y amigos. Una de ellas sucedió en un encuentro en el que el manejador tuvo que utilizar a todos sus relevistas ante la paliza que estábamos recibiendo, misma que propició que se oyera a todo pulmón: “Millet, pon a pitchear a doña Teté” (refiriéndose a mi adorada madre).
Comentando lo sucedido en días posteriores con amistades y familiares llegamos a la conclusión de que, si estuviera enfundada en el uniforme de las fieras, lo hubiese aceptado. Ella tenía un carácter de aquel que hace falta a veces. Así se vivía este bello y apasionante deporte.
Ya vendrán las victorias, eso esperamos en Yucatán en este cierre de temporada. Que no cunda el pánico. Mérida, julio de 2025
