Jugadores de los Diablos Rojos celebran el segundo triunfo en el parque “Alfredo Harp Helú”
Jugadores de los Diablos Rojos celebran el segundo triunfo en el parque “Alfredo Harp Helú”

Puede decirse que a la serie de primera ronda de playoff entre Leones y Diablos le queda mucha historia para contarse. Todo depende de lo que los melenudos puedan hacer, claro.

Los yucatecos brindaron ayer una de sus actuaciones más tristes y débiles en juegos de postemporada y terminaron siendo apaleados por segunda jornada seguida en el infierno.

Como en el primer día, los Diablos Rojos del México sólo aprovecharon las condiciones para terminar ganando 12-1 y ponerse con medio boleto en las alforjas. La serie viaja ahora al Parque Kukulcán para los Juegos 3 y 4, con los melenudos encomendando todo a sus dos principales abridores, César Valdez y Yoanner Negrín. El México irá con calma en una batalla que ya tiene ganada a la mitad.

¿Y qué es lo que tiene a los infernales con tanta calma?

La poca capacidad del rival, casi en todos los aspectos del juego.

Odrisamer Despaigne, el abridor melenudo

Los Leones, el puerquito para los memes durante casi todo el año, se vieron fatales ayer. Desde una primera entrada en la que parecían estar por abajo del béisbol profesional (un foul en el que chocaron dos fildeadores de forma infantil; un mal tiro del receptor a segunda, aparentemente innecesario), hasta un séptimo rollo en el que sus pitchers olvidaron las primeras clases del juego de pelota, las esenciales: hay que tirar strikes.

Con el juego 2-1 arriba, los Diablos anotaron un racimo de 10 carreras, aprovechando que los relevistas les regalaron siete pasaportes. Gran parte de ese ataque fue con dos fuera. Un calvario para los serpentineros y una pena para el alto mando y sus seguidores soportar eso.

Allen Córdoba, de los Diablos Rojos del México, batea un imparable ante los Leones de Yucatán, ayer en el segundo juego de la serie de playoffs.

Fue algo con lo que no supieron lidiar en el calendario regular. Imposible pensar en ganar si tus pitchers regalan 13 pasaportes a un equipo que no perdona.

Había duda de cómo saldría Odrisamer Despaigne, pítcher con 9.16 en el rol regular. Y el cubano cumplió, tolerando solamente una carrera en cuatro y dos tercios, hasta que, con siete retirados en fila, dio una base a Carlos Sepúlveda. Y allá vino la primera carrera.

Pero de que cumplió, cumplió. Se fue perdiendo 2-1, pero estaba decente todo.

Parte del problema radicó en la ofensiva, igual.

Pecado mortal

Los Leones batearon seis hits y eso, ya se dijo muchas veces, es pecado en un parque como el “Alfredo Harp”. Y fueron pocas sus oportunidades, pero igual fallaron.

En la primera, Wynton Bernard abrió con doble y, tras el primer out (falló Obeso elevando al primer pitcheo), Bernard fue atrapado en intento de robo. La casa se llenó con base a Drake y hit de Solarte, pero falló igual “Pepón” Juárez rodando.

Luego vino el despapaye del cierre, en que Drake y Wimer Difó no se hablaron al fildear un elevado de foul, que Difó atrapó, pero chocaron y perdió la pelota, dejando vivo al bateador, José Marmolejos, quien fue golpeado a la siguiente pitcheada. Y cuando bateaba Julián Ornelas, vino un wild, Webster Rivas hizo por la bola y, con Ornelas abriendo en segunda, sacó el tiro, que fue infame, permitiendo que Marmolejos anote. En las narraciones de televisión y en las redes se mofaron de lo patético e infantil que se vieron los Leones.

Rivas empató el juego con un jonrón de 421 pies, pero no hubo más bateo.

Luego vino la carrera del 2-1 de la quinta, por el descontrol.

Como pudieron, entre Trevor Kiest y Ronnie Williams aguantaron, igual Edwin Escobar, quien iba bien, pero flaqueó en la séptima. Lo malo: entró Trevor Kelley y fue terrible, con un hit, tres bases y cuatro carreras, con seis strikes de 20 pitcheos.

Y así se fue toda la ilusión de remontar. No es lo mismo venir de un 2-1 que de un 12-1.— Gaspar Silveira Malaver