Terminar la prueba, su triunfo
Mientras las mejores nadadoras del mundo en aguas abiertas peleaban por la medalla de oro del maratón olímpico de 10 kilómetros, alguien se rezagaba cada vez más en la Bahía.
En los Juegos Olímpicos, toda la atención se enfoca en el primer, segundo y tercer lugar. Pero también hay historias que merecen ser contadas en el otro extremo.
Como la de Souad Nefissa Cherouati.
Ingeniera química argelina de 32 años que vive en Portugal, Cherouati sabía de antemano que no tenía esperanzas de ganar una medalla en la prueba.
Pero quería redondear una actuación decorosa y terminar la carrera.
“Nunca me entrego”, expresó. “Si lo hago, tengo un gran problema”.
Cherouati estuvo cerca de la punta tan solo la primera vuelta. Pronto se dio cuenta de que no podía seguir el ritmo de las favoritas.
“Sé que no tengo el nivel de ellas”, declaró. “Quiero manejar mi nivel. Pero cuando veo que van fuerte para mí, tengo que dosificarme y nadar a mi ritmo”.
A medida que nadaban siete vueltas alrededor de un trazado cuadrangular, la distancia entre Cherouati y el resto aumentaba.
Ella siguió batallando sola, impulsada por su orgullo.
Cherouati se dedicó al maratón olímpico hace cuatro años. Hasta entonces se había enfocado en sus estudios y participado en algunas competencias en piscinas.
No resistió la tentación de nadar largas distancias. Sintió un llamado y se inició en esas pruebas brutales, con condiciones cambiantes.
Hubiera sido mucho más fácil abandonar. Muchas lo hacen. No es ninguna vergüenza. Sobre todo tomando en cuenta que a Cherouati le molestaba un hombro.
Terminó última, con un tiempo de dos horas, 17 minutos y 21.6 segundos.
Y estaba orgullosa. No se había colgado la medalla de oro. Pero se sentía una ganadora.—AP
