Caso 1. La familia García quemó sus naves. Dejó lo que tenía en Ciudad de México, que no era poco, para aceptar empleos menos remunerados para mamá y papá en Mérida. Seguirían militando en la clase alta, nivel socioeconómico B, como en la capital, pero entre la metrópoli y el Mayab esa clase tiene muchos miles de pesos de diferencia. Cierto que el poder adquisitivo se estira más que allá, pero, en pocas palabras, la familia renunció a varios ceros en el ingreso.

—¿Por qué tomaron esa decisión?

—Por nuestras hijas —responden sin titubear—. Están en la adolescencia y aquí la sociedad es tranquila y el ambiente seguro. Simplemente, pueden andar solas con libertad cuando, por ejemplo, vamos a una plaza comercial. Donde vivíamos eso es imposible.

Escuché la opinión del director de Medios Tradicionales de Grupo Megamedia en este serial sobre la importancia de la prensa libre

Caso 2. Todas las tardes, doña Malena y su familia colocan sillas en la acera junto a la puerta de la casa donde practican la sana costumbre de conversar en el fresco que les proporciona el lento paso del viento. A causa de esta arraigada costumbre yucateca, su esposo fabricó una banca de concreto para que más vecinos se unan al cotilleo mientras esperan que pase el panadero en su triciclo.

Caso 3. El grupo “Ojos y oídos abiertos” es un organismo de la sociedad civil que, impulsado por su deber ciudadano, fue creado para escudriñar el manejo del presupuesto público, a fin de cerciorarse de que se utilice para los fines establecidos y no se desvíen recursos. Su labor es de observación y, en su caso, denuncia ciudadana.

Casos en los que la palabra clave es sociedad, como los tres mencionados, hay muchos: el mayor índice de participación electoral que ostenta Yucatán en todo el país, el papel de la Iglesia en la vida pública, los empresarios que tienen condiciones propicias para la inversión en una sociedad bien amalgamada, etcétera.

Sociedad, subrayamos, para cuya existencia sana hay un componente indispensable: el periodismo, el buen periodismo, aquel que posee la capacidad de informar y al mismo tiempo hacer pensar, reflexionar y en su nivel más elevado, sacudir conciencias y penetrar en las almas y las sociedades.

El periodismo, ese oficio pragmático y aguerrido, es capaz de mover masas y sacudir regímenes, develar misterios, desenmascarar fraudes y malversaciones, exhibir latrocinios y, como Quijote que es, “desfacer entuertos”. Tres condiciones son indispensables para su ejercicio serio y libre: 1. jamás dejar de cuestionar el estado de las cosas, 2. tener independencia y 3. ser perseverante, la gota que horada la piedra.

Despertar conciencias produce movimientos sociales y construye culturas. Un movimiento social no es sólo una manifestación callejera con pancartas, gritos y pintas. Es también un fenómeno silencioso, sin aspavientos pero no por ello débil; por el contrario, es un elemento metido en la médula de los huesos de un pueblo.

La tranquilidad de doña Malena y sus vecinos para conversar en la escarpa, que no acera, es un comportamiento que la sociedad yucateca ha “normalizado”. Se ha convertido en parte de la cotidianidad.

Sin embargo, esa desenvoltura social no es parte de la normalidad para los García ni para las empresas foráneas que han decidido asentarse en la dura laja del Mayab, donde, a diferencia de otras partes, no tienen que dar por sentado el pago de derecho de piso.

¿A qué se debe esa “normalización” de la vida asequible en sociedad? Sostenemos que la razón principal está en la argamasa con que está hecha la médula que recorre la espina dorsal del pueblo yucateco.

Una argamasa hecha con los ingredientes de una sociedad informada y participativa, y, por tanto, exigente con sus autoridades, escrutadora, que levanta la voz y reclama, y lo hace porque se sabe escuchada por un órgano periodístico independiente.

La prensa libre es un concepto difícil de asir y comprender cuando llega a formar parte del engranaje social, de la cultura popular y, por lo mismo, deja de ser notado y se da por hecho, como parte del paisaje; pocas veces reflexionamos que sin él se caería todo el entramado en el que se sostiene una comunidad.

Si vemos a la sociedad como un cuerpo humano, la prensa libre es órgano vital de éste: mientras funciona no se nota, no es objeto de cuidados, es atacado a veces incluso por su mismo organismo, pero cuando empieza a fallar todo se desmorona y es momento del crujir y rechinar de dientes.

¿Podrían los García estar tranquilos en un estado cuya sociedad no denuncia? ¿Podría doña Malena y vecinos tomar el fresco en entidades en las que campea el crimen organizado a vista y paciencia de autoridades, prensa y sociedad?

¿Podría el grupo “Ojos y oídos abiertos” realizar su función sin tener un medio informativo que publique sus hallazgos? ¿Podrían los empresarios tener la misma confianza para invertir en una sociedad que no esté amalgamada como la yucateca?

El fenómeno de la prensa libre sería más fácil de notar y valorar si sólo existiera su contraparte, la prensa oficialista, la propagandística, la que algunos llaman prensa militante en su intento por justificar su apego a un gobierno que les evaporó toda capacidad de crítica. Un régimen sin el contrapeso de la prensa independiente se lanza por la libre con decisiones que satisfacen su parecer sin tomar en cuenta a los otros, a sus gobernados. Ese régimen, cuyos dirigentes son aplaudidos y nunca criticados, a riesgo de perder la libertad o la vida, jamás recapacitará ni corregirá el rumbo equivocado.

Así pues, un pueblo que carece de información sin sesgos puede perder la certeza jurídica y la seguridad pública, y con ello la confianza económica para invertir y ciudadana para vivir en sociedad, al mismo tiempo que emite aplausos atronadores al líder que lo guía al barranco.

En ningún país existe un gobierno carente de mácula, aun cuando sus voceros se empeñan en sembrar esa idea en la conciencia colectiva. Ese es el panorama que prevalece donde no hay prensa libre. Un escenario de una sola voz, la del poderoso. Una sola opinión, la que le favorece. Un solo equipo, sus seguidores. Una sola verdad, la suya.

La prensa libre es un dique al crecimiento del fenómeno de unicidad de mando, que de no ser contenido derivará necesariamente en que aquel que no comparta sus ideas, que critique, que no aplauda ni elogie, será señalado y silenciado.

La prensa libre se construye no con crítica vacía de pasquín, sino mediante el ejercicio del periodismo profesional que cuestiona el estado de las cosas y permanece cada día y a toda hora como conciencia machacona que a unos y otros dice con sus informaciones cotidianas que está siempre presente, como faro vigilante que lanza el haz de luz sobre aquello que se pretende ocultar a la sociedad. Como lo ha hecho Diario de Yucatán todos los días desde hace prácticamente un siglo, como lo hicieron sus antecesoras “La Revista de Mérida” y “La Revista de Yucatán”.

Gobernaban el general Manuel Cepeda Peraza en el Estado y el licenciado Benito Juárez García en el país cuando, el 1 de enero de 1869, apareció “La Revista de Mérida”. Desde entonces hasta nuestros días, 81 personajes han ocupado la gubernatura de Yucatán, no pocos más de una vez. Y por la presidencia han pasado 37, don Benito y don Porfirio incluidos, y también chacales y jefes máximos y autonombrados transformadores.

Basta echar un vistazo a la historia para confirmar la persistencia y solidez de la institución periodística cuando actúa con profesionalismo e independencia. Tres periódicos, todos víctimas de ataques detrás de los cuales ha estado el furor oficial intentando acallar la voz crítica y vigilante. Tres periódicos que, de no ser por ese furor, llevarían el mismo nombre; 81 personajes en el poder estatal y 37 en el federal. La solidez de la prensa independiente y el carácter efímero del poder.

No se necesitan muchos dedos para contar el número de periódicos que en el mundo han alcanzado el nivel de contribuir como instrumento constructor de la conciencia social, el Diario entre ellos. Y no es casual que mantengan un matrimonio indisoluble con las sociedades democráticas y participativas, lo que suena a verdad de Perogrullo, dado que la prensa libre es el pilar donde se sostienen las democracias. Es por eso que la labor de derrumbarlas empieza por socavar el periodismo independiente, atacarlo, fustigarlo día a día, mañana a mañana.

La prensa que hace pensar es enemiga de los regímenes absolutistas.

Son, pues, las sociedades consolidadas una manifestación pura del valor de la prensa libre, y son los ciudadanos, las empresas y las instituciones que en esas sociedades viven en sana convivencia, los usufructuarios de su ejercicio.

Algunos medios de comunicación, en México, España y otros países, tienen como principales fuentes de financiamiento las aportaciones de ciudadanos y empresas, quienes entienden que los más afectados por la desaparición de la prensa libre no serían aquellos que la ejercen, sino sus usufructuarios: la democracia y las sociedades libres, y con ellos la libertad ciudadana y la libre empresa.

Ser prensa libre cuesta de muchas formas: cuesta ataques del poder, cuesta mantener la calidad periodística, cuesta confrontaciones, y en muchos casos, tristemente cada vez más en nuestro país, cuesta vidas.

En este orden de cosas, el título de esta serie viene ad hoc para el centenario de Diario de Yucatán: “El valor de la prensa libre”, entendida como pieza altamente valiosa para la consolidación y madurez social, y al mismo tiempo como la acción valiente de ejercerla.— Mérida, Yucatán.

Director de Medios Tradicionales de Grupo Megamedia. Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM.

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