Dirigida al Dr. Luis Ramírez Carrillo,
al Diario de Yucatán en su edición impresa y digital,
y al público en general.
El pasado 29 de octubre del presente año, el Diario de Yucatán publicó una nota en relación con la creación de la Casa Museo Gabriel Ramírez. Me parece oportuno hacer algunas precisiones, siempre desde el respeto y con el sincero deseo de que la memoria del Mtro. Gabriel Ramírez Aznar se preserve del modo más digno posible.
Fui cercano a Gabriel y durante los últimos cinco años trabajamos codo a codo, de forma tal que, no solo estuvo el vínculo laboral: antes de cualquier título formal, tuvimos un vínculo de amistad. Derivado de esa relación de confianza, él me permitió acompañarlo en la gestión, venta, exhibición y el resguardo de su obra. Quizá por eso llamó mi atención el uso de ciertas expresiones infundadas en la nota publicada, donde se afirma que “ya se iniciaron los trámites para rescatar buena parte de sus pinturas”, así como que yo “estuve retirando pinturas de la casa y estudio del pintor fallecido”, expresiones que solo buscan desacreditar, desprestigiar y, por ende, dañar mi reputación.
Respecto al tema, primero quiero precisar que, como galerista y representante del artista, la obra en mi posesión fue exhibida en al menos cinco ocasiones en los últimos dos años, tanto en la ciudad de Mérida como en la CDMX; y segundo, que no existe nada que “rescatar”, ya que nunca ha estado en riesgo alguno. La obra se encuentra bien conservada, clasificada y resguardada con el mismo cuidado que Gabriel esperaba de mí. Lo que recibí de él lo mantengo íntegro, precisamente para que, llegado el momento, pueda entregarse con orden y claridad.
Por otro lado, en dicha publicación se menciona al Dr. Luis Ramírez Carrillo como “albacea” y “heredero”, y se indica que cuenta con “autoridad legal” para solicitar la obra. No tengo razón para cuestionar tales afirmaciones; sin embargo, hasta este momento no se me ha mostrado documento alguno que acredite formalmente esa calidad, ni he recibido instrucción de la autoridad competente que precise cómo y a quién debe hacerse la entrega. Mi postura no obedece a una reserva personal, sino al ejercicio de la responsabilidad legal e imparcial que la ley me impuso tras el fallecimiento de Gabriel.
Para claridad de la opinión pública, resulta importante mencionar que, en octubre de 2024, Gabriel me otorgó un poder general para actos de dominio, administración, pleitos y cobranzas. Ese mandato terminó de manera natural con su fallecimiento; no obstante, el depósito de las obras que permanecen bajo mi custodia sigue vigente en términos de la legislación mercantil aplicable. Esa condición me impone la obligación de guardar, cuidar y proteger las piezas que me entregó, asegurando que permanezcan íntegras y sin riesgo alguno, en espera del momento y la persona correcta para recibirlas.
Soy consciente de que, conforme al artículo 857 de la legislación familiar del Estado, la posesión de los bienes hereditarios se transmite por ministerio de ley al albacea desde la muerte del testador. Precisamente por ello, mi deber actual consiste en resguardar la obra hasta que quien afirme ostentar esa calidad la acredite formalmente. En cuanto ello suceda —y sin necesidad de intervención judicial— entregaré la totalidad del gran acervo en tiempo y forma.
En cuanto a la iniciativa de la Casa Museo Gabriel Ramírez, deseo reiterar mi entusiasmo. Me parece la vía adecuada para honrar su legado y permitir que su obra continúe dialogando con Yucatán y con el mundo. Quienes admiramos su obra compartimos ese deseo. La existencia de un espacio que concentre y preserve su producción es una aspiración noble y necesaria.
Por otro lado, resulta igualmente necesario recordar a la opinión pública que, en medio de las discusiones sobre la obra de Gabriel, se ha dejado de lado a la señora George Ann Huck, quien estuvo a su lado durante décadas y merece el mismo respeto, dignidad y visibilidad que se reclama para su legado artístico. No ocupa un lugar menor en este proceso y su silencio, en modo alguno, puede entenderse como renuncia o ausencia de derechos.
En este punto, es importante subrayar que la situación jurídica de los bienes que integran el patrimonio Gabriel aún no se encuentra plenamente definida. Ninguna persona —ni familiares ni terceros— puede asumirse como titular indiscutido mientras la autoridad competente no resuelva formalmente quién tiene ese carácter. Ese escenario, por sí mismo, reclama prudencia, mesura y absoluto respeto a los cauces legales, particularmente cuando se realizan afirmaciones públicas sobre legitimidades o facultades sucesorias.
La certeza jurídica en torno al patrimonio de Gabriel es el punto de partida para que su obra sea manejada con la legalidad, la dignidad y el respeto que merece. De nueva cuenta, reitero mi entusiasmo y celebro que exista interés por parte de su sobrino y, eventualmente, de otros actores para impulsar un proyecto como la Casa Museo, pues todos compartimos el anhelo de honrar su legado.
Ahora bien, esa aspiración solo puede consolidarse respetando la determinación de la autoridad competente respecto de quién es el titular de la obra y a quién debe entregarse. En ese marco, la persona que resulte jurídicamente reconocida como propietaria —sea quien sea— será también quien tenga la facultad de decidir, conforme a derecho, el destino y uso del acervo, incluido su eventual incorporación a un museo.
Por ello, tanto quienes han hecho declaraciones públicas como quienes las han difundido —incluidos el Dr. Luis Ramírez Carrillo y el propio Diario de Yucatán— deben tener presente que no corresponde a terceros atribuirse la titularidad de la obra. Presentar como definitivas afirmaciones personales, o difundirlas sin la acreditación formal que exige la ley, no solo genera confusión, sino que compromete la seriedad con la que debe tratarse el legado de Gabriel. La única vía responsable es reconocer que la titularidad de la obra debe ser demostrada y no simplemente declarada, y que solo quien acredite ese derecho podrá recibirla con la legitimidad debida.
Quiero dejarlo muy claro. No existe obstáculo alguno de mi parte para la entrega del acervo. Existe, sí, la necesidad elemental de hacerlo con orden, formalidad y certidumbre legal. Mi deber en este momento es honrar la confianza que Gabriel depositó en mí y garantizar que su obra llegue íntegra, ordenada y en paz a su legítimo heredero.
LIC. MARIO ALBERTO TORRE RODRÍGUEZ
Galerista y amigo de Pedro Gabriel Ramírez Aznar
