—Ignorarlos, sí señor. Eso es lo que el gobierno hizo a los empresarios al elaborar al margen de ellos, y presentar al Congreso, el paquete económico para 2026 —don Polo Ricalde y Tejero meneaba su expreso cortado con una cucharilla mientras de su boca salía tal sentencia—. Los ignoró olímpicamente.

Además del Diario del viernes, que leyó cuidadosamente, tenía asentado en la mesa del rincón que ocupaba en un pequeño café del norte de la ciudad, un obeso diccionario.

—Mira esto —le mostró a su amigo Ángel Trinidad—. “Ignorar”, veamos, primera acepción: “no saber”. No, no, no. No fue el caso. Ja, vaya que sabían. A ver, a ver. Segunda acepción. Ándale, mira esto, en el clavo: “No hacer caso de algo o de alguien, o tratarlos como si no merecieran atención”.

—¡Madre mía! Calza como guante —exclamó su amigo—. En buen español, no los pelaron. Pero hay algo que no entiendo. ¿Acaso no existe un consejo consultivo formado justamente para elaborar el presupuesto entre gobierno, empresarios y agrupaciones?

—Existe… y está bien guardado en el cajón, bajo siete llaves. Y ahí seguirá… Pura simulación, amigo mío. Pura simulación.

—Mmm. Entonces, si a esas vamos, hay una palabra que puede ajustarse mejor a la situación.

Tomó el diccionario y lo hojeó.

—Aquí está. “Ningunear: No hacer caso de alguien, no tomarlo en consideración”. Y, como segunda acepción: “Menospreciar a alguien”.

Don Polo bebió un sorbo de su expreso cortado y meditó.

—El menosprecio, amigo mío, depende del menospreciado —su interlocutor puso cara de interrogación—. El menospreciado es el único responsable de hacer saber que no merece tal menosprecio. Si no vale lo suficiente, no es que sea menospreciado, simplemente recibe su justo valor.

Ángel Trinidad aclaró sus ideas.

—A ver si entiendo, don Polo. Digamos, por ejemplo, que usted dirige un equipo de fútbol y piensa que soy muy malo para jugar, ¿no? Si yo demuestro que sé jugar bien, significa que usted me menospreció, ¿estamos de acuerdo?

—Sí. Te sigo.

—Pero si de verdad soy muy malo jugando al fútbol, usted no me menospreció. Simplemente me calificó correctamente. No fue menosprecio, sino que me dio el calificativo que merezco.

—En efecto. De ti dependerá hacer lo necesario para que yo caiga en la cuenta de que te menosprecié.

—Vaya galimatías. Si bien entiendo, lo que usted quiere decir es que, si los empresarios no hacen nada al respecto y dejan que les encajen el incremento al impuesto sobre nómina, significará que el ninguneo de que fueron objeto no fue por menosprecio sino…

—…por merecimiento.

—¡Oiga, don Polo, yo no dije eso! —Ángel Trinidad alzó los brazos en señal de inocencia—. Además, ya hicieron algo. Dieron una rueda de prensa combativa el jueves y…

—…Eso, perdona que te interrumpa, no es “hacer algo”. Siguiendo tu ejemplo del fútbol, equivale a que te quejes frente a otros porque, según tú, te menosprecio, pero no “haces algo” más allá de las palabras. No demuestras con hechos que sí sabes jugar, no muestras tu verdadera virtud, tu fuerza, no exhibes que sin ti el equipo se derrumba.

Nuevo rostro meditabundo de Ángel Trinidad.

—Será interesante ver si responden con algo más allá de la retórica en caso de que el Congreso apruebe el incremento al impuesto sobre nóminas.

—Hay una respuesta obvia, desde el estricto punto de vista empresarial. Los empresarios dijeron el jueves que las mayores cargas tributarias pueden traducirse en ajustes a las estructuras de personal.

—Dicho en buen español, van a dar de baja gente y a dejar de contratar… Eso afectará la productividad.

—Sí y no. En puestos muy operativos, quizá. Pero no olvides que estamos en la era de la inteligencia artificial. Los empresarios acelerarán sus planes con la IA y desplazarán puestos —advirtió don Polo—. Eso, estimado amigo, será un problema que le estallará en las manos al gobierno. Su decisión se le revertirá. A ver qué hará con miles de desempleados que reclamarán oportunidades.

—Justo ahora que hay tanta crispación en el país; cuando al gobierno federal le estallan petardos por todas partes, petardos que se empeña en minimizar.

—Con esto, nuestro pacífico Yucatán se sumará al concierto de estallidos —sentenció don Polo—. Pero volvamos a los empresarios. El qué van a hacer es tan importante como el quién les hará eco.

—Bueno, anteayer fueron las 19 cámaras que arroparon la queja. Las empresas que las integran serían las primeras en hacer eco.

—El eco no lo harían esas empresas. Son ellas mismas las quejosas. Por eco me refiero a quién les dará voz, quién difundirá sus medidas, sus quejas y, principalmente, en caso de que las hagan, sus acciones en respuesta a la grosería que les ha hecho el gobierno y concretaría su ala en el Congreso —dirigió la mirada al Diario—. Requieren de prensa libre, valiente y analítica para hacerse oír con seriedad. Esa prensa que los ha apoyado y que ellos mismos deberían darse cuenta que deben fortalecer para mantener un altavoz con verdadera legitimidad y largo alcance.

—Cosa que se ve difícil, don Polo.

—Ya de ellos dependerá ser o no menospreciados. De ellos dependerá tomar nota de que el gobierno, en vez de hablar claro y de frente guste o no, siga dorando la píldora. De ellos dependerá seguir prestándose a ese juego perverso desde el poder.— Mérida, Yucatán

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@olegariomoguel

Director de Medios Tradicionales de Grupo Megamedia

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