Yo no fui glotón. Ser de los baby boomers significa cargar con un montón de etiquetas que uno lleva desde antes de haber nacido y no solo por ser de la post guerra sino porque los famosos se caracterizaron por eso: medio comían, medio dormían y yo sigo empantanado en esas trampas que solo siguen a los que no lograron superarlas desde niños.
Se ha puesto de moda hablar mal de nosotros, pero antes éramos la comidilla del día. Nos compramos una casa para lo que no había sacrificio, y ahora vivimos a lo cañón: Con afán de ahorrar al máximo o bien de disfrutar lo que ya nos dio la vida.
A los boomers no les ha sido fácil la vida, y aún así siguen pensando en ahorrar dinero para seguir adelante, aunque tengan 80 años o más.
Los padres a nivel del clásico baby boomer han nacido para que los hijos hereden todo lo que ellos procuraron. Ni modo es la ley generacional.
El 10% de los propietarios de renta son dueños y son de esa generación, así que esto hace que la renta empatice con sus caseros.
La dieta
Es una realidad de que andamos por ahí a diferencia de los jóvenes que crecieron en una época de dietistas, de nutricionistas, de suplementos de gastronomía, nadie nos enseñó a alimentarnos. Tenemos que seguir la tradición de comer insalubre, irracional e insostenible. Para que luego vayamos dando lecciones, presumiendo de lo que no hacemos. Aunque quiero presumirles que no todos los boomers son iguales. Yo como de todo, pero muy poco, solamente me atasco –como dicen los españoles– con algunos platillos que me hacen sentir muy satisfecho.
Detesto el pollo y sin embargo lo como cuando no hay otra cosa más. El pescado lo como poco, muy poco. La carne si no está blanda… pues no entra en mis preferencias. Y así las verduras, y toda la cocina completa… jajaja.
Los postres
Eso es lo que como y trato de balancear esa poca comida. Los postres pues casi todos los consumo desde el arroz con leche hasta el sofisticado caneloni.
La comida era todo un rito, no un pretexto para una fotografía, nos sentábamos en familia, hablábamos, repetíamos historias que ya todos conocíamos. Quizá por eso mi gula es distinta a la de a la de los jóvenes de hoy: no busco el plato perfecto ni la tendencia nueva; busco aquello que me recuerde quién soy y de dónde vengo.
Las historias
Aunque la comida no me hace muy feliz, a pesar de lo que se diga de mi generación, acumulamos bienes, recuerdos, recetas y costumbres. No porque necesitáramos tanto, sino porque queríamos que nunca volviera la escasez de lo que marcó nuestra infancia. Nosotros fuimos educados para aprovechar cada pequeño lujo, que nuestros padres jamás tuvieron.
En una época donde todo escaseaba, querer más no era un exceso: era supervivencia emocional.
Ser un glotón en pleno 2025 es casi un acto de nostalgia. Es seguir disfrutando con calma aquello que otros consumen sin mirar. Es preferir notificaciones largas a notificaciones fugaces. Es pedir ese postre que tanto esperas y que te hace sentir distinto a los demás.— Mérida, Yucatán, 8 de diciembre de 2025
X (antes Twitter): @ydesdelabarrera
