Armando Fuentes Aguirre "Catón"
Armando Fuentes Aguirre "Catón"

El marido y la mujer fueron al cine. En una escena de la película el galán besó apasionadamente a la protagonista. Le dijo la señora a su consorte: “Tú no me besas así”. Respondió el tipo: “A él le pagan”.

Don Cucoldo regresó a su casa después de uno de sus frecuentes viajes. Al entrar le preguntó la nueva fámula: “¿Quién es usted?”. “¿Cómo que quién soy? —se indignó don Cucoldo—. Soy el señor”. Preguntó la mucama: “¿Cuál de todos los señores?”. (Perdón por el uso de los vocablos “fámula” y “mucama”. Ya sé que lo políticamente correcto es decir “trabajadora doméstica”, pero dispongo de poco espacio, y debo usar palabras cortas).

Desde hace bastante tiempo no se aparecía por aquí Ianni Tzingas, uno de los numerosos personajes —más de cien, contabilizó un lector— que habitan este cotidiano artículo. Ianni Tzingas es un crítico esloveno cuya labor consiste en enviar mensajes condenatorios, firmados con su nombre, a personas o instituciones merecedoras de reproche. A su paso por México dirigió uno a la Federación, o sea al gobierno mexicano.

Antes de transcribir su contenido diré que siento un gran afecto por el Instituto Tecnológico de Saltillo, prestigiosa institución educativa.

Su edificio, con una bella fachada de cantera rosa, es una de las muchas riquezas arquitectónicas de mi ciudad. Directores del ilustre plantel fueron dos queridísimos amigos, Óscar Peart Pérez y Carlos Herrera. Otro entrañable compañero, Agustín García Ramos, cosechó grandes triunfos como coach del equipo de futbol americano.

Bob Fishburn, maestro inolvidable, santo laico, fundó en ella la carrera de Seguridad Industrial.

Del Tec saltillense han egresado paisanos míos que enriquecen con su amistad mi vida.

Dicho lo anterior a manera de prefación o introito paso a transcribir el mensaje enviado por el crítico anteriormente mencionado. Dice así. “Oye, Federación. El bulevar Carranza es la arteria principal de la hermosa ciudad de Saltillo. Recientemente fue bloqueada por maestros y empleados del Tecnológico local, que con justicia reclaman el pago de diversas prestaciones que se les adeudan. Más de 450 personas son afectadas por ese incumplimiento, cuyos responsables justifican argumentando que Hacienda no ha liberado el recurso. Una vocera de los trabajadores manifiesta: ‘No queremos causar inconvenientes a la ciudadanía, pero nos vemos obligados a realizar este acto de presión porque tenemos necesidades qué cubrir, mandado qué comprar, rentas qué pagar. No sólo nosotros estamos siendo afectados, sino también nuestras familias’.

“Así las cosas, dime, Federación: ¿por qué no les pagas a los trabajadores lo que les debes? Ianni Tzingas”. Hasta ahí el mensaje.

Por mi parte espero que el reclamo de esos maestros y trabajadores, a quienes la comunidad comprende y apoya, haya sido escuchado por el gobierno federal, que gasta a manos llenas dinero que debe y no paga.

Avaricio Cenaoscuras, el hombre más cicatero y ruin de la comarca, le daba a su hijo mayor, mocetón en flor de edad, 20 pesos a la semana para sus gastos personales. Hace unos días el muchacho habló con él: “Apá: con lo que usté me da no me alcanza. Deme al menos 30 pesos semanarios”. El cutre clavó en su hijo una mirada penetrante y le dijo con acento de severidad: “A mí tú no me engañas. Tienes una querida”.

La señorita Peripalda, catequista, decidió tener gallinas en su casa a fin de aprovechar sus blanquillos —ella no decía “huevos”— para el consumo diario. Fue a una granja y le pidió al encargado que le vendiera 10 gallinas y 10 gallos. Le indicó el granjero: “Para 10 gallinas con un gallo tiene”. “De ninguna manera —rechazó ella—. Promiscuidades en mi casa no”.— Saltillo, Coahuila.

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