Ya he comentado con anterioridad cómo funcionan los humedales costeros.

Me enamoré de la naturaleza desde muy niño, no soy un experto ni siquiera un técnico en este mundo de la naturaleza actual de los cambios extremos, no sólo en nuestro entorno provincial, sino de los cambios en la naturaleza que nos están afectando a todos.

Yo colaboro en ese sentir en lo poco o mucho que me ha tocado vivir y conocer durante algunas décadas los ecosistemas de la Península de Yucatán.

En los años sesentas conocí los humedales (ciénagas, lagunas, aguadas, cenotes) en los tres estados.

Humedales riquísimos en su flora y fauna, y exquisitos en sus paisajes. Podría decirse vírgenes.

En la zona costera del estado de Yucatán, los humedales han estado degradándose (cambiando) a mi entender de mal en peor, debido principalmente a la falta de seguimiento a los programas de conservación, sus leyes y reglamentos, principalmente a los de protección de nuestro entorno.

La ecología existe con muchos proyectos y buenas intenciones. Elaboramos reglas, leyes, reglamentos, parques, reservas municipales, estatales y federales, incluso de la humanidad.

Regulando lo irregulable con la buena intención de proteger desde la mariposa monarca y los loros hasta los jaguares, los gigantes marinos, el tiburón ballena y las mantarrayas.

Los daños al cambiarse el ecosistema provocan la pérdida de miles de hectáreas de manglar por la intrusión de agua de mar.

Además desaparecen al perderse la vegetación cientos de especies propias de la región.

No hay forma de recuperar lo perdido, mueren las semillas, los brotes y, por lo tanto, la flora y fauna nativa. Desaparecen algunas especies de vertebrados e invertebrados interrumpiendo la cadena de vida, perjudicando aún más el ecosistema.

En la contaminación urbana sigue siendo un factor importante la falta de drenaje, debido a los ríos subterráneos que fluyen hacia la costa norte desde ciudades, como Mérida, indirectamente contaminan las playas, afectando la vida marina que es similar a la del humedal.

Evidencias

Los efectos ya son claros en los poblados, los pozos de agua de las viviendas y cenotes están parcialmente contaminados.

En la zona de playas esta contaminación directa proviene de las cientos de casas, empresas y ahora desarrollos multifamiliares en donde no existe ningún tipo de drenaje y control de las aguas de los miles de habitantes que se descargan directamente al mar.

Me queda muy claro que no se toma en serio y no debe seguir así a los técnicos y especialistas. Tenemos estudios de la SDS, del Cinvestav, la Uady, UNAM, Instituto Politécnico Nacional, Secretaría de Salud, parecería que nos cuesta mucho trabajo tenerlos en cuenta, no lo vemos, no nos interesa, o no lo entendemos.

¿Dónde están esos estudios, opiniones, trabajos de campo de muchos años?

No tenemos que revisar lo que ya está revisado, utilicemos los pocos fondos para trabajar en las soluciones conocidas.

Una mención aparte a la contaminación de la ciudad de Mérida, con la existencia de los pozos artesianos y las veletas. En la actualidad, solamente cambiamos las veletas a bombitas eléctricas y transformamos los miles de pozos en sumideros en las zonas que no cuentan con agua potable ni drenaje.

En los cambios en los criterios de los técnicos, en su mayoría jóvenes, no se ha aprovechado la experiencia de muchos, muchos años, como ejemplo los espolones de roca que fueron colocados —hasta donde sabemos— cuando se construyó el “muelle nuevo de Progreso” (con Porfirio Díaz como presidente). Los podemos observar cada que tenemos tormentas importantes, pues reaparecen al bajar la arena.

Como propietario de un terreno en la zona de Uaymitún he argumentado y defendido casi físicamente cuando las autoridades pretenden quitar los espolones en una zona de más de trescientos metros que hemos protegido los vecinos de común acuerdo, todos conservamos más playa que los veinte metros de zona federal marítima.

En cada sexenio al haber el cambio del secretario de Ecología se vuelven a hacer estudios, experimentos, se toman los criterios de los prácticos espontáneos, todos tratando de defender nuestra propiedad.

Para finalizar, una sugerencia, promover que por tramos nos alienten a formar grupos de propietarios de no más de un kilómetro de extensión (que no seamos más de veinte, porque nunca nos pondremos de acuerdo), de esta forma y bajo la recomendación de las autoridades competentes, utilizar el mismo criterio de material y longitud de los espolones, así paulatinamente mantener las playas uniformemente.

Es una barbaridad que sigamos transportando arena en vehículos a un precio muy alto, de poniente a oriente, para que se regresen.— Mérida, Yucatán

Articulista

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