La estación del Tren Maya en Umán

MÉRIDA.- Los impactos del Tren Maya han sido documentados desde distintas ópticas. Ante su magnitud, catedráticos de varias universidades, nacionales y extranjeros, han narrado la realidad que se vive y los riesgos de lo que viene.

Entrevistados con motivo de los dos años de la obra, un par de ellos coincide en conceptos como neocolonialismo, extractivismo, despojo y militarización. Sin embargo, ven como positivo el poner la riqueza y la fragilidad de la Península en el centro del debate, además de la oportunidad para que lo sociedad civil cobre mayor protagonismo.

Desde diferentes enfoques y desde el inicio de la obra ambos han llevado registro de los impactos de la obra en comunidades mayas. Estas son las opiniones de Eder Noda Ramírez y Bianca Bachelot.

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“Primero es importante aclarar qué entendemos por impacto, y es algo que el Gobierno Federal no nos ha sabido explicar, porque no hay unos instrumentos que determinen, en una evaluación, hacia dónde va el Tren Maya. Solo nos dan algunas pinceladas, pero no ha habido un instrumento sólido que nos diga justamente cuáles son los impactos que está buscando, con conocimiento de causa”, afirma Éder Noda Ramírez, investigador posdoctoral del centro “Hideyo Noguchi” de la Uady.

“En términos turísticos, las comunidades donde están localizados los paraderos y las estaciones no han tenido como tal un círculo virtuoso como se espera, principalmente para tener más flujo de artesanías, mayores ingresos, mayor calidad de vida, como es la promesa del progreso en la Península, y todo lo contrario: han habido más dificultades. Hay localidades que se han quedado encerradas entre las carreteras y el tren”, agrega.

Tren Maya, aún una promesa

Según el doctor en Ciencias Sociales y Políticas, a dos años de su implementación, el Tren Maya es aún una promesa de desarrollo, planteada de manera vertical por el gobierno federal. “Se habló de que el tren iba porque iba y tal pareciera que es el Estado tratando, o más bien imponiendo, su visión de desarrollo a todos los pueblos originarios… que sigue siendo capitalista”.

En este sentido, el también licenciado en Economía, considera que el Tren Maya busca conectar con el Interoceánico y beneficiar al Corredor Transístmico, “porque México lo que está buscando es competitividad regional, es decir, ganarle el paso al Canal de Panamá y tener una estrategia económica-comercial que pueda poner en una tela de negociación tanto la parte del T-MEC de Estados Unidos, como el crecimiento de China con sus nuevos ‘commodities'”.

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“Lo que está de fondo es que ahora el Estado es el principal rector o administrador de los intereses de la explotación de recursos… El neocolonialismo son las formas de extractivismo, de explotación, de despojo, que el Estado también administra, reproduce y permite por medio de nuevos instrumentos, como son los megaproyectos o las inversiones público-privadas, como el caso del Tren Maya“, detalla el especialista.

Por su parte, Bianca Bachelot, doctora en Estudios Latinoamericanos de la UNAM, sostiene que las industrias extractivas de la región, incentivadas por el Tren Maya, han generado una urbanización acelerada. “Este proceso, vinculado a la industria inmobiliaria y turística, implica pérdida de tierras, de propiedad social y de actividades tradicionales como la milpa, además de un aumento en los precios de la canasta básica y una reducción de la autosuficiencia comunitaria, lo que termina empobreciendo a las comunidades.

Riesgos del Tren Maya

“Este empobrecimiento se asocia también a los llamados polos de desarrollo, posteriormente denominados comunidades sustentables, bajo el lenguaje de la Agenda 2030, generando cinturones de pobreza, precarización laboral y pérdida cultural, especialmente en el ámbito de la cultura maya“, detalla la investigadora de origen francés.

La doctora Bianca Bachelot, en entrevista

Al referirse a otros impactos, Bianca Bachelot señala que “no solo destacan los efectos ambientales por su magnitud y carácter irreversible, sino también por el conjunto de irregularidades que permitieron su realización”.

“Uno de los primeros elementos que se identificaron es que la península de Yucatán ya presentaba numerosos conflictos socioambientales, cuyas resistencias eran encabezadas por pueblos y comunidades indígenas. Esta conflictividad no respondía a una supuesta ausencia del Estado, como lo han sostenido los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación, sino a una participación directa del Estado, en articulación con corrupción de funcionarios y empresarios locales, generando procesos de despojo“, afirma la también realizadora del documental “Polinizadorxs, resistencia en la Península de Yucatán”.

Falso discurso sobre el Tren Maya

Uno de los efectos centrales del Tren Maya, además de los impactos ambientales y las promesas incumplidas de desarrollo económico local, agrega Bianca, “fue que, durante su etapa civil inicial —antes de la intervención directa de la Sedena—, el gobierno logró proyectar la idea de que la agenda de los pueblos indígenas formaba parte de la agenda gubernamental, legitimando el proyecto como una supuesta forma de saldar una deuda histórica”.

“Desde nuestro análisis, el discurso oficial, junto con la tergiversación de los derechos de los pueblos indígenas, permitió legitimar el megaproyecto y construir una imagen distorsionada tanto del Tren Maya como del papel del gobierno de López Obrador en su relación con los pueblos indígenas. Resaltar los efectos reales a dos años del cierre oficial de la construcción permite visibilizar la brecha existente entre el discurso y la realidad, en dimensiones ambientales, sociales, territoriales y económicas”, explica la investigadora.

“Uno de los elementos más relevantes del análisis es la folklorización de la cultura maya, derivada del discurso oficial que presenta al Tren Maya como un sujeto que ‘devuelve memoria, identidad y futuro’ a pueblos supuestamente desprovistos de cultura o agencia histórica. Este uso estratégico del discurso implica un riesgo de redefinir lo maya para el consumo turístico, rediseñando identidades, tradiciones y prácticas para el mercado, lo que sustituye la realidad diversa y viva de los pueblos por una versión mercantilizable“, afirma la académica, quien documentó los litigios del Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil.

Por otro lado, la egresada de la UNAM agrega que no existe evidencia de que la presencia de las Fuerzas Armadas en la península haya mitigado o controlado el aumento de la inseguridad vinculada al crimen organizado. Por el contrario, la violencia continúa incrementándose al mismo tiempo que se profundiza la militarización del territorio, pese al discurso oficial que atribuye a la Sedena y a la Guardia Nacional la función de brindar seguridad y tranquilidad.

Efectos positivos del Tren Maya

Al hablar de efectos positivos, Eder Noda considera que la obra “nos está dando la experiencia obligada de reorganizarnos de manera urgente. Si esto no se replantea desde sus orígenes, seguirán habiendo más esquemas de despojo, más instrumentos financieros a nivel nacional e internacional impulsados por el Estado, ahora por la Cuarta Transformación, sin que tengamos espacio para generar un etnodesarrollo desde las bases indígenas y civiles”.

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“Desde mi perspectiva, el despliegue del Tren Maya y el conflicto asociado han colocado en el centro del debate público la riqueza y fragilidad del territorio de la península de Yucatán. Este proceso ha generado un acervo amplio de información, que ha permeado distintos sectores de la sociedad, impulsado por la visibilidad mediática del megaproyecto”, opina por su parte Bianca Bachelot.

“Este debate ha despertado mayor conciencia en sectores de la sociedad civil sobre la necesidad de monitorear no solo este territorio, sino también otros megaproyectos, frecuentemente legitimados bajo discursos de desarrollo sostenible o utilidad pública, pese a sus impactos irreversibles“, agrega la egresada de la Universidad de París 1, Panteón Sorbona.

No se trata de efectos nuevos, sino de procesos que se agudizan, con una diferencia clave: la manera en que el megaproyecto logró insertarse en el territorio y en las subjetividades de la población, legitimado por un gobierno que se presentó como distinto, aunque reprodujo dinámicas estructurales similares, agrega.

¿Qué hacer ante los megaproyectos?

Sobre qué hacer ante esta situación, el catedrático de la Uady propone planeación, ya que a su juicio “la historia ha demostrado que, como se han operado los trenes, han terminado fracasando”.

“Que las comunidades, la organización civil, la academia se sumen, además de los gobiernos locales, para hacer un plan rector de ordenamiento territorial de la península de Yucatán. A través de metodologías participativas, a través de mesas comunitarias, de un diálogo abierto, que hagan tsikbal.

“Con todos, y no solamente Yucatán, sino de toda la península: lo que pasa en Mérida también duele en Bacalar, porque el entendimiento de la cosmogonía maya es que la selva nos conecta a todos.

“Le llaman también en el pueblo mulmeyah. Es como reunirse para resolver algunas dificultades, y con esas nuevas tecnologías comunitarias creo que se pueden hacer un plan sin precedentes en la historia de la planeación de México sobre el desarrollo, porque estaríamos hablando de impulsar un etnodesarrollo que es diferente al desarrollo economicista que plantea la Cuarta Transformación y el gobierno de Morena principalmente”, explica Noda Ramírez.

“El Tren Maya no está tocando las venas abiertas de la península de Yucatán, y como sociedad organizada no podemos dejar pasar que haya más megaproyectos de estas características sin que existan los propios instrumentos de etnodesarrollo con nuestros pueblos originarios y con nuestra sociedad civil organizada”, sostiene el profesor de la Universidad Autónoma de Yucatán.

Jessica E. Ruiz Rubio es licenciada en Periodismo y maestra en Gestión de la Mercadotecnia. Comenzó su carrera periodística en 2004, año en que ingresó a Grupo Megamedia. Se especializa en trabajos especiales, análisis de tendencias digitales, temas locales y gestión de redes sociales.