“Significa el cierre de un ciclo y el inicio de otro”, afirma Renán

El calor agobia. El tablero del coche marca 37 grados, pero la sensación es de 40°C. El camino parece interminable, kilómetros de concreto sin señalización adecuada que causan nos extraviemos y retrasemos.

“Él podría ser el próximo alcalde”, dice uno de mis acompañantes y frunzo el ceño. Odio hacer esperar a alguien y mi entrevistado lleva más de 15 minutos esperando.

Doy la vuelta en una esquina y ahí está, comprando pan. Le ofrezco disculpas por la tardanza y sonríe. Al parecer, todos se pierden intentando llegar a su casa, la primera vez. Nos invita a entrar y pide nos den bebidas para refrescarnos. Lo agradecemos.

Mientras los camarógrafos y fotógrafos se alistan, cuestiono a mi interlocutor. ¿Quién eres?

“Mi nombre es Renán Barrera Concha, tengo 39 años, estoy casado con Diana Castillo Laviada y tengo dos hijos: una niña y un niño”, y así empieza la historia.

Renán quiere ser alcalde y está seguro de ser la mejor opción. Primero por experiencia (2012 a 2015), segundo porque tiene muchos proyectos en la cabeza y tercero porque lo ve como un reto.

“Estar en mi hogar me tranquiliza. Es como terminar un ciclo cuando llego, y empezar otro cuando salgo”, comenta mientras ve al pequeño Renán ir de un lado para otro.

“Soy muy sensible. Tengo una gran capacidad de percepción, soy muy tenaz y muy idealista”, responde al cuestionarle sobre cómo se define.

A Renán lo han marcado varias situaciones en la vida. La primera fue la pérdida de su abuelo Renán. El día que falleció perdió a un “padre”, a un amigo y un cómplice. Como político recuerda una Navidad en la colonia “La Mielera” y como padre, el nacimiento de sus hijos.

Listos camarógrafo y fotógrafos, le pedimos el “tour oficial” por su hogar. Nos conduce al comedor a degustar panes y café, su bebida favorita a decir de su esposa Diana.

“Me gustaría una cena con los que ya no están, para verlos de nuevo”, comenta sobre su “comida ideal”. También invitaría a sus papás, suegros, esposa, hermanos y cuñadas. Serviría queso relleno, su platillo favorito.

Aunque sabe cocinar, le deja la tarea a “Diana”, la nutrióloga, la que cocina rico y light y la que ha logrado que baje 14 kilos.

El siguiente punto del recorrido es el cuarto de juegos. Solía ser su oficina y cuarto de T.V., pero los niños lo “invadieron”.

Colecciona tazas, “el mejor recuerdo de viaje”. Tiene de lugares, celebraciones y promocionales.

Un rincón de la habitación guarda recuerdos de su paso político, el resto del espacio es “Toy land”, donde los juguetes abundan. Sobre una alfombra de juegos, los niños arman rompecabezas de plástico. Ahí deja de ser el político y se convierte en el percusionista, el contador de historias, el amigo, el papá.

El teléfono suena y Renán debe ir a otra entrevista a hablar de propuestas, apuestas y estrategia, finalizando así, la visita a su hogar.— Isabel Montero Zaldívar. Colaboraron en la realización de esta entrega Jessica Ruiz Rubio, Carlos Almeida Ruiz, Josué Sánchez Medina y Jhonny Euán Canul (periodistas multimedia); Ramón Celis Perera (fotografía) y Zabdi González  Sansores (diseño).

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Renán Barrera recibió a periodistas de Grupo Megamedia en su casa.- Fotos de Ramón Celis

El pasatiempo: Tocar el bongó

En familia es mejor

En su juventud, el papá de Renán fue músico profesional, tocaba en la banda “Los astrales”, con los que grabó discos. En el reencuentro del grupo, 50 años después, los hijos de los músicos formaron su propio grupo. Así, el candidato aprendió a tocar el bongó, la batería y los timbales, pasatiempo que comparte con sus dos hijos.

La comida: Queso relleno

Gusto por lo yucateco

Le gusta la comida yucateca, principalmente el queso relleno, sobre todo el que prepara su esposa, y aunque la comida extranjera también le atrae, como el sashimi de atún, nunca cambia unos huevos con jamón y salsa inglesa, los hot cakes de los domingos o la carnita asada. Eso sí, en casa no se permiten alimentos que engorden.

Personaje: Juan Pablo II

Conocerlo lo cambió

Políticamente admira a Carlos Castillo, pues reconoce que le inyectó el entusiasmo necesario para formar parte del PAN; literariamente admira a Octavio Paz por su compromiso con el pueblo y su obra; pero reconoce que conocer a Juan Pablo II, en su visita a Mérida en 1993, le cambió la vida. “Mis papás me subieron a sus hombros para verlo”.

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