La tranquilidad que se siente al verlos nadar es una de las razones por las que muchas personas eligen a los peces como animales de compañía.
Eso es algo que ha encontrado Manuel Jesús Abraham Magaña en sus años de experiencia como criador, que también le permiten dar fe de la atracción que los peces ejercen en los niños.
“Debería haber un acuario en cada escuela y hacer que los niños digan qué vieron, si les gustó, qué se puede hacer…”, opina.
Abraham Magaña, director general del Criadero de Peces y Plantas Acuáticas “Enmanuel”, afirma que los peces de ornato más populares en la localidad son los japoneses —de los que hay numerosas variedades, como oranda (“es el que más le gusta a la gente porque se parece al que tenía Pinocho”), cabeza de león, mariposa, negro telescopio, celestial, sello rojo y burbuja—, ángel —silver, oro, perlado, acero, fantasma, africano, alemán…— y guppy de cola larga.
“Sabemos de peces exóticos que han entrado al Estado y no se deberían trabajar, como el cabeza de serpiente y la piraña”, dice y recuerda que se han hallado en cenotes de Yucatán ejemplares de plecostomus o pez diablo, que es invasivo. “La gente suelta a los peces” cuando ya no los quiere, lamenta.
Éstos son algunos consejos que Manuel Jesús Abraham ofrece a los dueños de peces:
* De preferencia, no compres ejemplares al día siguiente de que lleguen a la tienda. Los peces están recubiertos por una mucosa que los protege de patógenos y que disminuye en cada ocasión que se les cambia de agua, lo que sucede varias veces cuando su traslado requiere diferentes escalas. Necesitan unos días para volver a contar con esa mucosa.
“Si no se le da tiempo al pez para regenerarla y se le vuelve a cambiar el agua es como si se bañara a un nené cada dos horas… la piel no resiste tanto y se debilita”, explica el criador. “Cuando a un pez se le ha cambiado mucho el agua no tiene la brillantez que debería tener: a los costados está blancuzco”.
No todas las especies son aptas para convivir entre sí, como los cíclidos africanos y los japoneses, pues aquéllos suelen morder la cola de éstos. Lo mejor, indica Abraham Magaña, es que preguntes al vendedor qué especies de las que ofrece son compatibles.
* Coloca en la pecera el número de adornos que facilite el movimiento de los peces. “Se pueden meter conchas, adornos de plástico, piedras selladoras, plantas acuáticas. Antes las plantas acuáticas se extraían de ríos, de lodazales en los que había bacterias que afectaban a los peces. Ahora no, en los acuarios se venden plantas que son reproducidas en criaderos”. Con éstas “el pez se siente más a gusto”.
* El alimento en hojuelas se puede complementar con alimento vivo, como artemia (un crustáceo), tubifex y pulga de agua. Al darle de comer al pez, “el chiste no es darle mucho de una vez, sino poco dos o tres veces al día”.
* La alimentación del pez influye en la periodicidad con que se cambia el agua. Si se le da comida en exceso, el animal no la consume lo suficientemente rápido y aquélla se descompone, lo que contribuye a que el agua se enturbie. La remoción del líquido “sucio” debe ser parcial: eliminar solo la mitad del contenido de la pecera y renovar el resto.
* Sabes que un pez está enfermo si nada de un modo diferente, permanece con las aletas plegadas, “boquea” en la superficie o tiene puntos blancos en el cuerpo. Una de las causas de enfermedad es la alteración de la temperatura del agua. “Mucha gente lava la pecera y pasa al pez de un agua más tibia a una más fría”, cuando debe estar siempre templada. Si al comprar un pez éste es colocado en una bolsa, al llegar a casa “normalmente hay que apagar la luz y poner a remojar la bolsa antes de soltarlo” en la pecera.
Beneficios
Manuel Abraham destaca dos beneficios de tener peces en casa: enseña a los niños a ser responsables y forja vínculos entre padres e hijos. “Cuando el papá enseña a su hijo a manejar el acuario conecta con él y se establece el diálogo que tanta falta hace a la familia”.— Valentina Boeta Madera
