Jorge Álvarez Rendón y Adolfo Góngora López durante la conferencia “Yucatán

Por Jorge Álvarez Rendón (*)

Los de mi generación, hoy setentones, crecimos con la firme convicción de que en cada yucateco, con solo rascar un poco, había un compositor o un poeta, según la suerte. Y la experiencia confirmaba, hasta cierto punto, esa suposición, porque el vecino menos pensado cantaba un bolero de “su propia inspiración” en cualquier fiesta comunitaria, o el hijo de la comadre, así porque sí, edificaba con endecasílabos un poema para el día de las madres.

Al abogado Adolfo Góngora López lo conocí hará 30 años en la Preparatoria No. 1 de la Uady donde ambos teníamos cátedra. Por esos vericuetos de la vida —con la política anexa— no fuimos amigos entonces, sino hasta dos décadas más tarde.

Historiador curioso, de los que acceden lenta y paulatinamente en el meollo de sus temas, nos ilustra en cada charla frente al humeante café sobre pasajes poco conocidos de la historia nacional incorporando emotivos detalles. Habla de los viajes de un Juárez perseguido o de los trapitos sucios de don Miguel Hidalgo y Costilla. Es un placer oírlo hablar sobre la famosa “Güera” Rodríguez que planeó en “La Profesa” la Independencia.

Ahora bien, en sus islitas de ocio creativo, como su hermana, la ya difunta poeta Nidia, recibe la afable visita de las Musas que acumulan los dones poéticos y escribe, como picado por un aguijón, versos con todas las exigencias de la métrica castellana: sonetos, endechas, décimas y esos breves haikus que describen seres de la naturaleza.

Recientemente llegó a mis manos el más joven libro de don Adolfo, en cuyas 157 páginas reúne una selección de décimas y haikus escritos en los últimos tres años. Sin que la amistad me ciegue debo decir que entre las décimas hay unas cuantas que no marchan por el carril adecuado en lo que acentuación rítmica se refiere, pero hay otras muy logradas.

Aquel que dice en sus primeros dícticos “Si algún día te vas/ sin luego despedirte” plasma ese sentimiento herido en el que cualquier amante encuentra analogías.

Otro con voz directa y fuerte atractivo es el que se inicia su reflexión con la pareja siguiente: “A veces creo que vamos / hacia un común destino”.

Mención aparte merecen las décimas dedicadas a las tres ciudades que llevan el honroso nombre de Mérida: la de Extremadura, la de Venezuela y la fundada en este amado solar en que vivimos. En reciente viaje a España, don Adolfo entregó en el Ayuntamiento emeritense un ejemplar donde puede leerse: “Nombre tu le diste /a las Méridas bellas,/ pues primero naciste / antes de todas ellas”.

Por su parte, los haikus cumplen la exigencia de resolver en una verbalización fugaz una imagen que invita a cavilar sobre esa centella que es nuestro mundo en el universo. Libro fresco y sencillo, enaltece una voluntad de aliviar el hastío y la ansiedad que padecemos en mitad de una pandemia. Merece una cordial bienvenida.

Cronista de la ciudad

 

 

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