David Toscana durante la presentación de “El peso de vivir en la tierra”, anteayer, en la Filey. Los lectores hicieron fila para recibir la rúbrica del regiomontano, ganador de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa
David Toscana durante la presentación de “El peso de vivir en la tierra”, anteayer, en la Filey. Los lectores hicieron fila para recibir la rúbrica del regiomontano, ganador de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa

  • David Toscana durante la presentación de “El peso de vivir en la tierra”, anteayer, en la Filey. Los lectores hicieron fila para recibir la rúbrica del regiomontano, ganador de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa

Para David Toscana lo más importante es la grandeza del alma. Y la belleza. Porque de humor dice saber poco y, sin embargo, “El peso de vivir en la tierra” es como una gran tragicomedia. Pero Toscana ríe poco, más bien sonríe. Va a ser muy difícil verlo carcajearse un día, aunque ocurrencias sí tiene, y muchas.

Lo confirmó Eduardo Antonio Parra en la presentación de la novela, anteayer, en la Feria de la Lectura Yucatán (Filey).

“Desde sus primeros textos se puede identificar que a los personajes de David Toscana siempre les falta un tornillo, o les faltan dos o les faltan tres. Están bastante locos, bastante desubicados y bastante solos también. Pero, de alguna manera, construyen un universo propio muy semejante al de la creación literaria”, dijo Parra ante una sala repleta de admiradores de Toscana.

“Dentro de ese universo (los personajes) nos hacen pensar, nos hacen reír, nos hacen incluso conmovernos mucho. Pero además, aquí queda muy claro que no nada más es la búsqueda del procedimiento literario, es también la búsqueda de la belleza. La búsqueda de la grandeza del alma. Esto no estaba tan claro en sus novelas anteriores”.

Para Toscana, esa grandeza del alma viene de las experiencias de vida.

“La grandeza del alma es un término de los antiguos griegos y que se había traducido como magnanimidad, ‘magna anima’, y con el tiempo magnanimidad pasó a tener otro significado, ser una persona buena que ayuda al prójimo, y la idea del alma grande era la idea de encerrar muchas cosas humanas dentro de uno mismo, muchísimas experiencias muchas”.

“Por ahí hay una frase muy conocida, latina, de Terencio, que dice ‘soy humano y nada humano me es ajeno’. Pero para mí esta frase se queda muy corta porque ‘soy humano, pero hay demasiadas cosas humanas que me son ajenas’”.

“No he pasado por el hambre extrema, por el frío extremo, no he pasado, más que a veces, por la pobreza extrema, cuando comenzábamos nuestra carrera literaria. Y después nos hemos asustado en la guerra, todavía nos encierran en prisión y en un manicomio”. “ Y uno puede ponerse una lista de todas estas experiencias humanas y si quisiéramos tener esta alma grande, que se alimenta de tantas cosas, pues entonces habría que pasar por estas experiencias. Lo que hace la literatura es darnos esas experiencias de segunda mano, pero de manera bastante intensa”, aseguró Toscana.

“Eso es lo que pretenden los personajes de la novela, el personaje es un oficinista que lee novela rosa y se dice a sí mismo ‘creo que me falta algo en la vida, no he sido un asesino, no he sido un alcohólico, no he estado en una prisión en Siberia con trabajos forzados, no me he enfermado de tuberculosis’, e invita a su mujer a participar en esto y le dice que no ha sido prostituta, y se empiezan a repartir estos roles, no para degradarse, sino para esto que estoy contando”.

“Quieren sentir que son mucho más humanos en la vida y por eso esta famosa frase de Tolstoi cuando inicia ‘Ana Karenina’, ‘todas las familias felices son iguales’. Imaginemos que leemos una novela de una familia feliz, pues en la quinta página ya queremos tirar esa novela. Los niños son bonitos y estudiosos, la mujer es fiel. El marido tiene un buen empleo y gana buen dinero, están inscritos al club, están planeando las vacaciones, y nos empezamos a poner nerviosos y decimos ‘¿y cuándo la mujer va a matar al marido?, ¿qué va a pasar aquí?’ Acudimos a la novela para buscar estas crisis que nosotros no tenemos”.

“Aquí lo que hacen los personajes es dar un paso más y decir ‘no solo vamos a verlas (las crisis) en las novelas, sino que vamos a tratar de emularlas’”.

Parra le preguntó si la grandeza del alma se obtiene a través del sufrimiento.

“Pero, por ejemplo, ¿por qué tus personajes no ganan una batalla, no conquistan un continente, no llegan a la presidencia de la República?”. Toscana respondió: “Bueno, eso sería un alma pequeña pero aquí tampoco podemos caer en la idea de que grandeza significa ‘bueno’, aquí sólo estamos ensanchando la experiencia humana”.

La charla continuó en torno a diversos tópicos, que hicieron reír en varias ocasiones a los asistentes, entre los que estaba María Teresa Mézquita Méndez, directora de la Filey; Ana Ceballos Novelo, directora de Desarrollo Artístico y Gestión Cultural de la Sedeculta, y la escritora Sara Poot.— Patricia Garma Montes de Oca

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