A propósito de la reciente convocatoria para elegir nuevos cronistas de la ciudad, Gonzalo Navarrete Muñoz, hasta ahora el único oficial de Mérida, lanza una advertencia clara: la figura del cronista no puede improvisarse.
Su postura, que se fundamenta en décadas de experiencia, pone en tela de juicio tanto la convocatoria lanzada por el Ayuntamiento como la legitimidad de ciertos perfiles postulados por asociaciones sin conocimiento de la crónica.
“Esto no es ningún homenaje. Ninguna clase de homenaje. Esto es el reconocimiento oficial de alguien que está trabajando en la crónica”, señala Navarrete Muñoz, luego de mencionar a Luis Ramírez Carrillo y Marco Tulio Peraza Guzmán como ejemplos de verdaderos cronistas, aunque no tengan el reconocimiento oficial del Ayuntamiento.
Perfil ideal de un cronista en Mérida
En entrevista con el Diario, expone lo que para él constituye el perfil ideal, critica el actual proceso municipal de selección y propone alternativas que han sido aplicadas en otras ciudades. Para él, lo fundamental es que el cronista debe tener obra publicada, dominio histórico y capacidad de análisis del presente a través del pasado.
Para Navarrete Muñoz el error central del nuevo proceso es la concepción superficial del puesto, como si se tratara de un certamen. “Luis y Marco Tulio nunca van a permitir que una asociación los proponga. Son dos señorones, no están para entrar al concurso ‘Mrs. Crónica’ o ‘Mr. Crónica’. No están para eso”, ironiza.
Él mismo reconoce las diferencias que existieron entre cronistas ya fallecidos, que hicieron inviable una labor conjunta, pero también recalca la calidad intelectual del grupo que lo precedió. “Éramos un archipiélago de individualidades… pero había un nivel alto”.
La crítica más fuerte, sin embargo, es para aquellos que se autodenominan cronistas sin tener obra escrita. “Para empezar, la crónica es escrita: tener libros publicados, artículos publicados, trabajos publicados. No vídeos… La palabra escrita es la única”, puntualiza.
De hecho, descalifica de manera directa a quienes basan su candidatura en saberes no demostrados. “No vale saber mucho. Es una expresión maldita. ¿Cuánto ha publicado? Punto”.
Navarrete Muñoz insiste en el riesgo que implica “bajar la medida” o el nivel, es decir, permitir que perfiles sin formación reciban la responsabilidad de narrar el devenir de la ciudad.
“Hay un riesgo muy grande hoy en día. Postear en Facebook una fotografía antigua… hacer unas notas abajo, eso no es (crónica), y ese riesgo existe”, opina.
Advierte que entregar el proceso a asociaciones ajenas al ámbito intelectual puede generar más daño que beneficio. “Me suena eso que pasó ahorita con (la elección de) los jueces. Pedir que gente que no sabe qué es la crónica… proponga gente. Me suena a lo mismo”.
Según Navarrete Muñoz, hay dos rutas claras que se han seguido exitosamente en otros lugares, como Ciudad de México. La primera: la preparación formal.
“Se abre una escuela de cronistas, vas, te diplomas y entre los que se diploman escoges. Así sencillo”. La segunda: convocar a personas con obra consolidada. “¿Quién va a decir que Luis Ramírez, por ejemplo, no es un cronista? Con todo el sabor, porque la crónica tiene que ser sabrosa finalmente. ¿Quién va a decir que no?”, cuestiona.
Una tercera opción, más compleja pero igualmente legítima para él, es formar un grupo de trabajo e invitar a expertos reconocidos para que dentro de ese colectivo se elija al nuevo cronista.
“Vas creando el grupo de trabajo y, ya que esté el grupo, invitas a Fulano, a Zutano, y ya que esté, entre ellos (se escoge)”, explica.
A pesar de ser el único cronista oficial de Mérida, Gonzalo Navarrete admite que no fue consultado formalmente por el Ayuntamiento antes de que se lanzara la convocatoria pública. “No me han dicho nada. Yo eso de los perfiles y lo que están diciendo lo leí en el Diario”, apunta.
Sin embargo, después del anuncio de la convocatoria sostuvo una conversación con la alcaldesa Cecilia Patrón Laviada, en quien reconoce a “una persona empática y abierta”. Pero considera que fue “mal asesorada” al abrir el proceso a colectivos sin conocimiento del perfil requerido.
Aun así, admite que “quizás yo fui el culpable; estoy seguro que hubiéramos logrado algo, pero yo no lo hice en ese momento”, para luego subrayar que lo que pide es que no se baje el nivel.
La crónica para él es una herramienta seria de análisis social, histórico y cultural. “Si tú le das la voz a un ignorante, a un improvisado, a un individuo que no tenga ningún sustento, es peligrosísimo. Porque puede prender una polémica”.
Además, recalca que la mirada del cronista debe ser local y la otra mitad, global. “Tiene que tener los ojos abiertos al mundo. Lo que está pasando en Ucrania, en Gaza, puede tener efecto aquí… Somos una sola ciudad en la Tierra, con distintos barrios”.
Navarrete Muñoz no niega que sea tiempo de sumar nuevas voces al trabajo de la crónica, pero insiste en que se haga con altura y rigor. “Lo deseo de todo corazón, por la ciudad, por el trabajo que he hecho por 20 años, por la memoria de mis colegas…”.


