• Custodios trasladan la cabeza de una imagen de la Virgen María que estuvo expuesta a la bomba atómica en la Catedral Urakami de Nagasaki, el sábado 9 pasado
  • Sobre estas líneas, foto de The Associated Press que da cuenta de la devastación causada por la primera bomba atómica de la Historia, la “Little Boy”, arrojada sobre Hiroshima. A la derecha, portadas de las ediciones del 7 y 9 de agosto de 1945 en las que el Diario informó del nuevo “proyectil de fuerza aniquilante”
  • Imágenes de los Archivos Nacionales de Estados Unidos que muestran la destrucción causada por las bombas en Hiroshima y Nagasaki (extremos izquierdo y derecho, respectivamente), y la “Little Boy”

Hace 80 años, un hombre obeso y un niñito mataron a 200 mil personas y pusieron al mundo a temblar ante la posibilidad de que se acabara su existencia. Hoy, lo que creó a esos dos asesinos está ayudando a salvar vidas.

El 6 de agosto de 1945 Estados Unidos arrojó sobre la ciudad portuaria de Hiroshima la primera bomba atómica de la Historia como medida de presión para acelerar la rendición de Japón y poner fin a la Segunda Guerra Mundial. Se le bautizó “Little Boy”, niño pequeño. El 9 cayó la segunda, ahora en Nagasaki; era “Fat Man”, hombre gordo. Este mes se cumplieron ocho décadas de los hechos.

Con el tiempo se hablaría de 200 mil personas fallecidas los dos días “por el arma más terrible de la Historia”, tal como la calificó la agencia The Associated Press en el reporte que el Diario publicó en su momento.

Los incidentes de la fabricación de la bomba entraron hace dos años en la cultura popular con el estreno de la película “Oppenheimer”, en la que Christopher Nolan aligeró la complejidad de las fórmulas físicas con un relato entretenido de personajes que se mueven por la envidia, el deseo y la ambición.

En 2025 la amenaza de una bomba atómica suena a trama de cine en blanco y negro. Pero el armamento nuclear sigue siendo un peligro, aun si se desarrolla más para disuadir que atacar.

Poder microscópico

Lo que hace tan poderosa a un arma nuclear está en la naturaleza microscópica de todas las cosas: el átomo, la partícula más pequeña que forma un elemento.

Todos los átomos tienen un núcleo, que se compone de protones (con carga positiva) y neutrones (sin carga); alrededor de él giran los electrones, cargados negativamente. El hidrógeno es el único elemento que en su núcleo no tiene neutrones.

El núcleo concentra casi la totalidad de la masa del átomo. Los núcleos pueden dividirse o unirse a otros; en los dos casos se libera energía en el proceso. Cuando se unen se llama fusión nuclear, un fenómeno que se da de manera natural en las estrellas: núcleos ligeros (de hidrógeno) se unen para dar lugar a un núcleo más pesado (helio), produciendo en el camino cantidades descomunales de energía.

A la división del núcleo se le llama fisión: un núcleo pesado se rompe en dos más ligeros, cada uno de los cuales tiene menor masa que el original; la diferencia de masa se vuelve energía.

“Entonces, se puede tener energía nuclear tanto en forma de fisión como en forma de fusión”, resume al Diario el doctor Julio Herrera Velázquez, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. “La fusión nuclear fue lo primero que se estudió en la física nuclear en los años 30, cuando se empezaron a tener aceleradores de partículas”.

“¿Cuándo podemos tener una explosión? Eso depende de la concentración de los núcleos que se pueden fisionar o fusionar. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki eran bombas de fisión nuclear. Y es el principio en el que están basados todos los reactores nucleares hoy en día”.

Para crear un arma de fisión nuclear se necesita material “muy concentrado, debe haber un detonador y debe formarse una masa crítica suficientemente grande para que ocurra la explosión”.

Un arma de fusión la tiene más difícil: los materiales “tienen que ser comprimidos, normalmente por efecto de rayos X producidos por una bomba de fisión; entonces, son muchísimo más complicadas que las bombas de fisión, pero también generan mucha más energía”.

“Las bombas de Hiroshima y Nagasaki tuvieron una capacidad explosiva de unas 20 mil de toneladas de TNT, mientras que las armas de fusión que existen actualmente pueden llegar a tener 100 veces más que eso. Y se pueden hacer explosivos de fusión todavía muchísimo más potentes. Lógicamente, eso se ha detenido por otro tipo de razones, como que es impráctico”, dice.

Carrera armamentista

La destrucción que hace 80 años dejaron “Little Boy” y “Fat Man” en Japón no ha disuadido a algunos países de desarrollar armas nucleares. Estados Unidos y Rusia encabezan el conteo, pero, como indica el doctor Herrera Velázquez, también las tienen Reino Unido, Francia, India, Paquistán, China y Corea del Norte.

“Israel ni niega ni confirma tener armas nucleares, pero es un secreto bien conocido que tiene del orden de unas 80”.

“Se ha establecido que la nación que utilice un arma nuclear está en riesgo de ser atacada también por armas nucleares y por esa misma razón se ha evitado” detonarlas, añade el investigador. “Existe la idea de que el arma nuclear sirve como un elemento de disuasión, para no ser atacado. Pero al mismo tiempo implica un riesgo, sobre todo de que por algún accidente se tenga una detonación nuclear. Razón por la cual es importante que estas armas sean proscritas por completo”.

Por ese motivo han surgido tratados como el que prohíbe las pruebas nucleares y el de No Proliferación de Armas Nucleares, que compromete a los países que no las tienen a no desarrollarlas, y a los que sí cuentan con ellas a reducir su arsenal hasta extinguirlo. Esto último “es muy difícil que lleguen a hacerlo, pero sí ha ocurrido que durante los últimos años tanto Estados Unidos como Rusia han disminuido el número de armas nucleares que tienen desplegadas”.

¿Y México? Nuestro país, señala el doctor Herrera Velázquez, está comprometido a no desarrollar ni almacenar armas nucleares. “México ha sido pionero en el establecimiento de zonas libres de armas nucleares. Mediante el Tratado de Tlatelolco (de 1967) consiguió que Latinoamérica fuera declarada zona libre de armas nucleares”.

“Ese ejemplo ha sido aplicado por otras zonas, en particular en el sudeste de Asia, incluso Kazajistán, que fue una de las zonas de pruebas de la Unión Soviética, hoy en día es declarada zona libre de armas nucleares”.

Aliada de la vida

A las palabras nuclear y atómico les precede la mala fama de su asociación con el armamento, pero la transmutación de núcleos tienen aplicaciones de beneficio para el ciudadano común.

“En la Universidad Nacional Autónoma de México y en varios hospitales en México se tienen aceleradores de partículas que producen radioisótopos que decaen muy rápido por medio de positrones; cuando estos positrones se encuentran con un electrón se aniquilan y producen un rayo gamma. Estos rayos gamma pueden ser detectados y con ellos hacer diagnósticos. Esto cae en un área que se llama radiofarmacia”, explica el doctor Herrera.

Sus usos van desde obtener imágenes de corazón, cerebro, riñones y huesos hasta tratar el hipertiroidismo y el cáncer.

Además, “con los neutrones de los reactores nucleares se puede hacer estudios de fechamiento de muestras arqueológicas”.

“En la agricultura, en cantidades muy pequeñas se pueden poner radioisótopos que después son rastreados y de este modo se ve cómo distintos elementos se van propagando”.

Pero es la generación de energía el uso más conocido de la transmutación nuclear. “Es necesario eliminar el uso de los combustibles fósiles y la energía nuclear es una opción importante”, subraya el doctor Herrera Velázquez, quien admite que este campo sigue planteando retos, como la disposición de desechos radiactivos de los reactores de fisión.

“Se pueden diseñar reactores mucho más eficientes, de tal modo que al mismo tiempo de que produzcan combustible eliminen los desechos de vida media larga”.

Los accidentes de los reactores nucleares de Chernóbil, en 1986, y Fukushima, en 2011, han contribuido al rechazo colectivo a ese tipo de instalaciones. Sin embargo, el doctor Herrera Velázquez enfatiza que “el reactor nuclear no puede explotar como una bomba nuclear”, pues el uranio-235 que se utiliza solo está enriquecido de 3 a 5 por ciento, mientras que para desarrollar un arma nuclear se necesita enriquecerlo al 90%.

“Cuando han existido accidentes nucleares, como el de Chernóbil o Fukushima, no han sido explosiones nucleares, han sido explosiones químicas”, agrega. “El caso de Chernóbil fue todavía más complicado porque también se produjo un incendio”.

“Desde luego, han sido accidentes muy aparatosos. Pero existen hoy 480 reactores nucleares operando en todo el mundo de manera segura; se puede uno dar cuenta de que sí es una opción energética viable”.

Se siguen construyendo reactores nucleares. Normalmente la gente no se da cuenta que están siendo construidos en países como China, incluso Bangladesh. En Occidente se ha venido a detener ese tipo de construcciones. Sin embargo, la gente se empieza a dar cuenta de que es preferible tener reactores de fisión nuclear que plantas de carbón o de gas natural”, asegura.

“Desde luego, existen las fuentes de energía no renovables, el problema es que se necesita tener fuentes base que sean estables, mientras que las energías no renovables en general no lo son”.

Ochenta años después, la ciencia detrás del niñito y el hombre gordo encontró el camino de redención.