La posibilidad de celebrar junto a nuestros seres queridos abre siempre un espacio para la reflexión. Es un momento propicio para mirar hacia atrás y reconocer cómo han transcurrido los últimos doce meses: entre altibajos, alegrías, frustraciones, gozos, triunfos, algún desamor y, en otros casos, el hallazgo del amor en sus distintas formas y dimensiones.

Hoy, el motivo específico de la celebración resulta casi secundario. Lo verdaderamente importante es el acto de reunirse alrededor de la mesa, aun cuando ese ritual ha cambiado con el tiempo. Ya no son tan comunes las mesas largas ni las reuniones familiares multitudinarias; cada vez son más las familias que, por diversas razones, celebran por separado. Sin embargo, la tecnología ha permitido acortar distancias y ofrecer la posibilidad simbólica de “sentarse” juntos en la mesa de Navidad o de Año Nuevo, incluso a miles de kilómetros.

Ante este escenario, surge una pregunta inevitable: ¿con qué vamos a brindar este año?

Desde la experiencia personal y observando el cambio generacional, así como las nuevas formas de vida y de familia, se percibe una manera distinta de vivir estas celebraciones. Para quienes residen lejos de su lugar de origen y comienzan a construir un nuevo núcleo familiar; para quienes han perdido a sus seres queridos y enfrentan estas fechas con una ausencia significativa; para quienes dejan el hogar paterno y para quienes buscan rescatar los valores tradicionales en torno a la espera del Niño Dios y la llegada de un nuevo año.

El año 2025 ha sido un periodo marcado por momentos memorables, emociones intensas y transformaciones profundas. Los grandes patriarcas de muchas familias han partido de este plano, dejando un legado que ahora se recuerda desde otra dimensión. Al mismo tiempo, se han celebrado logros y encuentros en los que el vino ha sido un protagonista constante, acompañando cada acontecimiento significativo.

Elegir con qué celebrar también forma parte del ritual. Para una buena celebración es clave tener claridad sobre los platillos que se servirán. En estas fechas, los vinos espumosos se mantienen como los grandes protagonistas de las cenas navideñas y de fin de año. No obstante, existen vinos que, por su estructura sencilla y a la vez compleja, se convierten en aliados ideales para cualquier festejo.

El pavo, plato tradicional de estas celebraciones, admite múltiples preparaciones. En algunas regiones se acostumbra asarlo o “soasarlo”. En estos casos, un vino tinto joven y afrutado resulta una excelente elección. Si el pavo presenta notas dulces, un shiraz o un merlot realzan de manera armoniosa sus sabores. Cuando el relleno incluye frutos secos y carne, un tinto con mayor textura, como el malbec, se convierte en una opción versátil y equilibrada.

Las guarniciones también influyen en la elección del vino. Si se acompaña con ensaladas, un vino blanco suave es ideal; si se trata de preparaciones más contundentes, conviene optar por vinos con mayor cuerpo y estructura.

En estas fechas también surge el interés por bebidas calientes o ponches. Una alternativa recomendable es el vino caliente, una receta tradicional alemana, especialmente adecuada para los días fríos. Basta con calentar el vino y añadir chocolate rallado, canela, almendras picadas, anís estrella, clavo de olor y jugo de naranja. Para el ponche, una opción es utilizar vino espumoso blanco y dulce, acompañado de fruta picada, caña de azúcar, piloncillo y tejocotes, para aportar un toque distintivo.

Celebrar es, en esencia, compartir. Y hacerlo con conciencia, gratitud y buena compañía es, sin duda, la mejor manera de cerrar un año y recibir el siguiente. Salud y hasta la próxima semana.

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