En Mérida se ha vuelto cada vez más común escuchar y, con un poco de suerte, observar a loros que habitan algunas calles. Sin embargo, surge la pregunta sobre los riesgos que enfrentan y qué factores han permitido que estas aves se adapten a la vida urbana.
Pierre Medina, director del refugio Proyecto Santa María, compartió información valiosa para comprender mejor a esta especie.
Como parte del proyecto, apuntó, hace unos cuatro años se inició un monitoreo de loros que no fue tan detallado y concluyó en noviembre pasado.
Según refirió, el objetivo del monitoreo fue conocer qué estaba ocurriendo con la población de loros que se ha ido adaptando a la zona urbana, identificar sus hábitos alimenticios, los sitios donde duermen, los riesgos que enfrentan y otros problemas.
Los resultados permitieron saber que algunas poblaciones se han fortalecido, al grado de reproducirse dentro de la ciudad.
El director señaló que se tenía conocimiento de la presencia de tres especies en la ciudad y el estado; sin embargo, gracias a este monitoreo se pudo identificar que actualmente existen al menos ocho especies.
También comentó que era común observar a los loros frente blanca, “Amazona xantholora”, cali y de cachetes amarillos, este último distribuido de manera natural en el estado.
Pierre Medina señaló que la especie de cachetes amarillos es una de las más traficadas y comercializadas de manera ilegal.
Tras el monitoreo también se detectaron loros cabeza amarilla, que se encuentran en peligro de extinción y han intentado reproducirse en el sur del estado.
Entre otras especies detectadas está el loro corona azul, considerado como el más grande de México, el cual ha sido visto en el norte de la ciudad.
Se han registrado especies como el Kramer, de origen exótico, así como el “Amazona finschi”, mejor conocido como loro corona lila, una especie que no está distribuida de manera natural en la región, pero que ha llegado debido al tráfico ilegal de fauna.
Adaptación de los loros
Sobre la adaptación de los loros, Pierre Medina explicó que estas aves son muy versátiles y hábiles para adaptarse a nuevos entornos.
Como ejemplo mencionó Monterrey, donde se aplicó un programa de nidos urbanos que favoreció el crecimiento de la población de loros, los cuales hoy pueden verse volando por la ciudad.
“El loro, históricamente, ha sido una mascota. Muchas veces, por un mal manejo, se les escapan a las personas o son liberados de manera indebida. Son animales muy inteligentes que han logrado adaptarse a las zonas urbanas y reproducirse”, lo que ha generado poblaciones de gran tamaño, señaló.
El director indicó que han recibido reportes de personas del fraccionamiento Piedra de Agua, donde algunos intentan capturar a los loros e incluso los golpean con tal de tenerlos.
Este es uno de los riesgos que enfrentan estas aves, además de las colisiones, que en algunos casos derivan en atropellamientos.
Pirotecnia, un problema grave
La pirotecnia tampoco es amiga de las aves, mucho menos de los loros. Recordó que durante el mes de septiembre el monitoreo evidenció que los festejos con uso de pirotecnia provocaron que las parvadas salieran despavoridas, chocaran entre sí e incluso se reportara la caída de algunos ejemplares entre la gente.
Pierre Medina recordó que los loros son especies protegidas; sin embargo, cuando resultan lesionados las leyes no siempre se cumplen.
Por ello, exhortó a las autoridades a hacerlas valer, recordando que la pirotecnia no solo afecta a las aves, sino también a niños, perritos, personas dentro del espectro autista y a quienes padecen problemas respiratorios.
Asimismo, hizo un llamado a la ciudadanía a ser más consciente.
Sobre la aplicación de la ley, señaló que es urgente que se cumpla.
Recientemente recibió el reporte de dos loros lesionados; ambos fallecieron debido a las malas condiciones en que se encontraban: uno tenía la pata rota y el otro presentaba un estado crítico, con olor fétido y tejido necrosado.
La presencia de los loros en la ciudad es un recordatorio de la riqueza natural que aún nos rodea, pero también de la responsabilidad colectiva de protegerla.
Cuidar de estas aves no solo implica admirarlas, sino respetar su vida y garantizarles un entorno más seguro para coexistir.
