Un silencio misterioso envuelve el ambiente. Son las cinco de la tarde y los rayos que se filtran entre las ramas de los altivos árboles agonizan en el monte que separa Ichmul de X-Querol. 

En la espesa selva maya de las pequeñas poblaciones del territorio de Quintana Roo, un joven de 26 años se abre paso. Armado con un rifle Winchester está a la caza de algún ave o venado para comer.

Un sendero marca el ingreso a la selva de Yucatán, donde cuentan los habitantes de comunidades mayas se aparece el dios del monte.- Foto de Miguel Moo

Esa tarde de septiembre de 1958, el novel maestro rural de la comunidad, en el surponiente de la península de Yucatán, sin saberlo recibiría la mejor enseñanza de toda su vida profesional y personal.  

La vivencia lo marcaría y entendería el valor de las tradiciones, creencias y costumbres de los herederos de la ancestral civilización maya.

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Vinculación de los mayas con divinidades y la naturaleza

En una entrega más de la serie “Historias y Leyendas de Yucatán”, se ofrecen dos testimonios de lo que se considera la presencia de los guardianes del monte en dos épocas y lugares distantes entre sí que coinciden y refuerzan la concepción de los mayas y las deidades vinculadas con la naturaleza. 

El primer relato retrocede el reloj del tiempo 62 años, ocurre en septiembre de 1958, en la segunda mitad del siglo XX en los alrededores de Ichmul o “lugar entre cerros”, según su topónimo maya, entonces dentro de la jurisdicción del territorio de Quintana Roo.

La otra descripción es en la actual centuria, en montes cercanos a Chicán, comisaría de Tixméhuac, a unos 130 kilómetros al sureste de Mérida, en los límites con Quintana Roo. En ambas narraciones, el dios o las divinidades de la selva son los protagonistas de la crónica.

El maestro Florencio Cámara Esquivel con su yegua “Canela” y su rifle Winchester al hombro, en la década de los años 50 en Ichmul.- Foto Cortesía

Historias del dios del monte, ¿mito o realidad?

Con apenas tres años de egresar de la Escuela Normal Rural para la Educación de los hijos de campesinos, con sede en Hecelchán, Campeche, el profesor Florencio Cámara Esquivel, ahora de 89 años de edad, tiene vívida en su memoria lo que le sucedió esa tarde de hace más de medio siglo en el espeso monte.

Después de dar clases en la escuela “Manuel Cepeda Peraza”, la única de Ichmul, decidió ir de cacería a los montes cercanos en busca de un venado u algún otro animal que le sirviera para comer, ya que por lo apartado del sitio se tenía que proveer de sus propios alimentos.

Oriundo de Peto, Yucatán, de niño el maestro jubilado cuenta que aunque escuchaba historias de sus antepasados y otros ancianos sobre Yuum K’áax, el guardián del monte, al que se referían con respeto, era incrédulo, escéptico a esas anécdotas que consideraba mitos de un pasado prehispánico. 

Explanada principal de Ichmul, ahora comisaría de Chikindzonot, Yucatán. A la derecha la primaria “Manuel Cepeda Peraza”.- Foto de Miguel Moo Góngora

¿Quién es Yuum K’áax?

El antropólogo británico J. Eric S. Thompson (1898-1975),  en su libro “Historia y religión maya” define a Yum K’áax, “señor del monte” en lengua maya, como el dios de la vegetación silvestre y guardián de sus animales. 

Además, en otras de sus obras, “Etnología de los mayas del sur y centro de Honduras Británica”, presenta a Yum K’áax como una deidad de las plantas silvestres y de los animales importantes para los cazadores. 

En sus aportaciones afirma que esa divinidad es invocada por los cazadores de los pueblos autóctonos de América del Norte, ya que se le considera dueño de los animales y se les manifiesta de forma inesperada, al grado de hacer que las “flechas mágicamente regresan al arquero” si no le hacen ofrendas.  

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Cazadores de comunidades del sur de Yucatán regresan con un pequeño venado.- Foto de Miguel Moo Góngora

El “señor del monte”, las ofrendas y el cuidado del entorno natural 

Y tal como lo cita Thompson en el siglo XX, en el actual la doctora Sophie Calmé, investigadora del Área de Conservación de la Biodiversidad del Colegio de la Frontera Sur, Unidad Chetumal, también confirma el papel que desempeña Yuum K’áax, dios del monte, entre los mayas contemporáneos.

En el artículo “Los guardianes del monte”, la bióloga franco-canadiense afirma que pese al advenimiento de la modernidad, todavía hay en los pobladores de comunidades de la península de Yucatán el respeto y cuidado a los guardianes de la naturaleza.

“Así como se pide lluvia al dios Chac para tener una mejor cosecha… se agradece a Yuum K’áax, dios del monte. En la cacería también hay un gran sentido de responsabilidad frente a los recursos naturales, con consecuencias para los que no respetan las reglas”, señala.

Y cuenta el caso de un campesino maya “que cazaba demasiado y empezó a recibir amenazas de los animales del monte: lo trataban de atacar y además, ya no se dejaban matar. Al final, el hombre se enfermó y sabía que la razón era que había molestado a ‘alguien’ por cazar tanto”.

¿Yuum K’áax se manifiesta en montes de Ichmul?

Más de medio siglo atrás, las teorías de ambos estudiosos en dos siglos distintos parecen cobrar certeza con la experiencia que vive el profesor Cámara Esquivel en 1958 en los montes aledaños a Ichmul.

“Tomé mi escopeta Winchester automática de 17 tiros y caminé monte adentro unos dos kilómetros con dirección a X-Querol. De pronto, a unos 15 metros de distancia vi a un pavo de monte que estaba quieto, me preparé para disparar: pum, pum, dos veces acerté en su pecho…”, retoma la crónica el maestro.

“Hasta que jalé dos veces del gatillo me di cuenta del silencio que antes había en el monte, y después de los disparos se oía como si cayeran más hojas sobre la tierra roja, pero el pavo permanecía de pie, sin moverse.  Apunté y tiré otra vez, y nada. Y de nuevo dos balas más y ahí siguió, sólo volaba la hojarasca como plumas en el aire”.

El maestro rural, dice que aún sin salir de su asombro, de pronto vio junto a él a su compadre y amigo, José Koyoc que en compañía de sus perros fue a su encuentro. Lo toma de un hombro y lo retira del lugar, al tiempo que le pregunta si está bien. 

El profesor Florencio Cámara Esquivel con su escopeta Winchester con la que cazaba hace más de 60 años en montes de Ichmul, ahora Yucatán.- Foto Cortesía

Pago de dote y tributo para el dios del monte

“Ya de regreso al centro de Ichmul mi compadre me dijo que si quería cazar tenía que pagar mi dote, hacer alguna ofrenda y rendir tributo al señor del monte, de lo contrario algo malo me podría pasar, ya que en esa zona habían muchos animales, entre ellos pumas y víboras”, prosigue el también licenciado en Historia.

Según el profesor, su compadre le repite que antes de volver a ir de caza al monte debía llevar unas velas de cera negra, saká -una bebida a base de maíz medio cocido que se endulza con miel- , depositar la ofrenda y pedir el permiso al “señor del monte”.

“Recuerdo que me insistió en que los dioses, el guardián del monte cuidaba a los animales silvestres y sólo permitía cazarlos si a cambio le daban alguna ofrenda, que era una costumbre muy antigua ahí, en Ichmul y había que respetarla…”.

“Y, sí, luego de ese rito que hicimos, ya pude tirar la semana siguiente un venado, creo que el ‘señor’ estaba satisfecho… porque cada que iba de cacería ya no sentía ese ambiente extraño de la primera vez, ahora se oía el sonido del monte, el canto de los pájaros, los grillos y el viento que silba entre los árboles más altos”, apunta el maestro Cámara Esquivel. 

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Otra historia en montes de Chicán, Yucatán

La pequeña población de Chicán (vocablo que en maya significa “boca de culebra”), perteneciente al municipio de Tixméhuac, Yucatán, a más de  100 kilómetros al sureste de Mérida, es el escenario de otra historia sobre el guardián maya del monte.

En voz de Nancy Lorena Collí Cool, maestra de preescolar en el Sistema de Educación Indígena, originaria de esa comisaría que alberga a numerosos habitantes sordomudos que crearon su propio lenguaje de señas para comunicarse entre sí, se conoce la crónica sobre Yuum K’áax.

El extraño suceso lo vivieron Jeremías Collí Collí y Gildardo Canché Collí, tío y vecino de Nancy, respectivamente, en una noche muy oscura en montes cercanos a la comunidad donde fueron a cazar venados.

Una estampa de Chicán, comisaría de Tixméhuac, Yuvcatán, donde ocurrió un sucesos misterioso con Yuum K’áax.- Foto Instagram

Fuerte viento y sensación de miedo invade a cazadores

Cuenta la educadora Collí Cool, que a la medianoche, cuando colgaban sus hamacas para esperar el alba y cazar, escucharon un fuerte viento y ante ellos pasó un venado, sin embargo los perros permanecieron quietos en sus lugares, sin moverse…

“Cuando reaccionó mi tío Jeremías, le dijo a Gildardo que fueran a averiguar de dónde venía ese viento y por dónde se fue el venado, y caminaron dentro del monte, pero de pronto sintieron algo diferente y una sensación de miedo los dominó y mejor regresaron al pueblo”, añade.

Ya en Chicán, Arsenio Collí Castillo, abuelo de Nancy, al tanto de lo que ocurrió, les revela que se trata del guardián del monte, que si querían cazar debían llevarle ofrendas, de lo contrario no conseguirían nada y algo malo les podría pasar. 

El señor del monte vence las creencias religiosas 

“A pesar de que somos presbiterianos y no debemos creer en ese tipo de leyendas, por lo que le sucedió a mi tío y vecino, y lo que le dijo mi abuelo, resolvieron presentar las ofrendas para mostrar respeto a Yuum K’áax“,  prosigue Nancy.

La maestra de la primaria “Consuelo Zavala Castillo” de Kanasín, Yucatán, detalla que después de unos días retornaron al sitio donde habían visto el venado y escuchado el ulular del fuerte viento con dos jícaras, una con agua, otra con saká y un poco de miel que vertieron en la tierra y pidieron al guardián del monte su permiso para cazar.

“A los ocho días decidieron probar suerte y fueron de cacería, ya no hubo noche oscura, ni tenían esa sensación de miedo de antes, y en el mismo sitio lograron cazar a un venado grande… el señor del monte, al parecer, ya estaba contento…”, concluye Nancy.

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