Muchos confiaban en que el ciclón “Gilberto” no tocaría a la Península

“Martes 13 ni te cases, ni te embarques ni de tu casa te apartes”, reza un viejo y conocido refrán, y mucho de ello se cumplió en la Península de Yucatán al conocerse el martes 13 de septiembre de 1988 la inminente llegada del “huracán asesino”, “huracán del siglo” o “súper huracán”, como ya se le llamaba a “Gilberto”.

El fenómeno que se acercaba tenía más de 800 kilómetros de diámetro con vientos de 280 kilómetros por hora y rachas superiores a 330.

Según los investigadores, oficialmente “Gilberto” nació a las 20:30 horas del 10 de septiembre de 1988 en el Caribe oriental, a unos 200 kilómetros al sur de Puerto Rico, pero inició su gestación una semana antes, el 3 de septiembre, a miles de kilómetros, en el Atlántico, cerca de la costa de África.

Menos de 72 horas después los meteorólogos señalaban que había alcanzado la categoría de huracán y su magnitud era descomunal y, como se movía a mar abierto, no causó daños sino hasta cruzar, convertido en categoría 3, sobre la isla de Jamaica, donde ocasionó cerca de 40 muertos, medio millón de damnificados y pérdidas materiales por 300 millones de pesos.

A Yucatán “no le toca”

“No, a Yucatán no le toca nada, si acaso la colita”

Era el pensar de mucha gente en ese entonces, según platican quienes aún tienen en la memoria el recuerdo de la devastación que causó ese fenómeno natural en los tres estados de la Península.

Al parecer y confiados en que en el último momento se desviara como ocurrió con el huracán “Allen” en 1980, se demoró la alerta en Quintana Roo “para no inquietar a los turistas”.

La esperada desviación no ocurrió y “Gilberto” siguió hasta suelo peninsular. Un avión cazahuracanes que logró adentrarse registró en el ojo la presión más baja jamás documentada en un ciclón en el hemisferio occidental. El ojo era de apenas 14 kilómetros de diámetro.

Para ese entonces el huracán había rebasado el nivel máximo del grado 5, en el que se cataloga a todo fenómeno meteorológico, con vientos superiores a 250 kilómetros por hora (kph). Algunos instrumentos de barcos que se encontraban en la zona registraron vientos de 300 kph, con un máximo de 375.

Los especialistas señalan que “Gilberto” demoró 13 horas en cruzar del Caribe al Golfo de México.

Gilberto toca tierra peninsular

El ojo que marca la posición “oficial” de un huracán tocó tierra al amanecer del miércoles 14 de septiembre cerca de Playa del Carmen; a las 3:30 de la tarde pasó por la zona de Tizimín, y a las siete de la noche salió al Golfo por Telchac.

Lo más cerca que pasó de Mérida el ojo fue a 73 kilómetros al noreste del Observatorio Meteorológico (en el Cementerio General) a las 9 p.m. del miércoles 14, y la máxima intensidad de los vientos que azotaron la ciudad fue de 124 kph. En su largo y lento trayecto sobre la Península el fenómeno se había debilitado.

Un día que perdurará en la memoria

Muchos aún guardan en la memoria los sucesos de aquel 14 de septiembre de 1988, y coinciden en que fue un día para no olvidar, pues desde el amanecer se percibía que algo iba a pasar, además que en las noticias por radio se indicaba que en Cancún “Gilberto” ya ocasionaba estragos y era inminente su llegada a la entidad yucateca.

Pese a que muchos desconfiaban de la alarma para estar preparados, seguros de que no llegaría, por si las dudas se surtieron de alimentos básicos y éstos prácticamente desaparecieron de las tiendas, como suele suceder ante el anuncio de estos fenómenos.

Algunos protagonistas de estos hechos compartieron gustosos con Diario de Yucatán lo que recuerdan de aquellos días en que se dejó de decir: “Aquí no pasa nada”.— Luis I. Alpuche Escalante

Texto publicado el 14 de septiembre de 2018 en la edición impresa de Diario de Yucatán. 

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