(Artículo publicado el 29 de noviembre de 2009)

Entre los 225 sueños de Ivonne Ortega Pacheco para 2010, el principal no aparece en el rompecabezas que hemos tratado de armar con los datos oficiales y versiones extraoficiales que han desfilado este año por la política yucateca.

El jueves 5 de noviembre, la gobernadora planteó el programa de sus 225 ilusiones en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Las presentó con el título de “Apadrina un sueño”.

Su presunto padrino favorito, Enrique Peña Nieto, la acompañaba en la presentación. El gobernador del Estado de México está con ella en la foto que publicó el “Diario” al informar del suceso.

Entre los 225 sueños hay 25 “prioritarios” con un costo de 2,842 millones: mil millones más que el préstamo de 1,840 millones que los diputados locales del PRI tuvieron la gracia de aprobarle a la jefa sobre las rodillas, así nomás.

Ivonne Ortega está soñando desde el día de su toma de posesión como titular del Ejecutivo. En su discurso inaugural nos dijo que “el sueño por el que he trabajado con ahínco” es “marcar el rumbo por el que futuras generaciones deberán avanzar”. Una de las maneras que anunció para marcar ese rumbo es acompañar a los ciudadanos “en sus problemas y también en sus sueños”.

Que la gobernadora se ponga a soñar puede ser un problema para Yucatán si el rompecabezas es un reflejo de la realidad. Un problema peligroso porque la pieza clave es el sueño 226, el objetivo número uno de su gobierno: la conquista del Ayuntamiento de Mérida. Conquista a como dé lugar. “Con todo”, según reciente, coreada advertencia.

Una vez conquistada Mérida, que es la última frontera, quedará marcado el rumbo por el que avanzarán las futuras generaciones de yucatecos: el rumbo hacia muy largos años de gobiernos del PRI al servicio de los sueños peculiares de Ivonne Ortega y los sueños presidenciales de Peña Nieto o quien se saque la rifa en su círculo de pretendientes al “gordo” de la lotería política federal.

¿Cuántos años avanzaremos por el rumbo que nos marca el 226? Preferimos no caer en ningún pronóstico ante la seguridad, sospecha o temor de que el sueño sea una pesadilla donde Yucatán retroceda a tiempos pasados que algún día pensamos que se habían ido para no volver. Un retroceso en que los yucatecos, además de la camisa, perdamos nuestra identidad, según advertencia también reciente.

Entregarle Mérida a don Enrique y socios del “trust” de la reconquista —la reconquista de Los Pinos— costará dinero. Más que los 1,840 de la deuda. Pero eso, aunque monte mucho, importa poco, porque la gobernadora nos quiere a todos los yucatecos, querramos nosotros o no, como compañeros cautivos de sus sueños: “Apadrina un sueño”. Nos ve como padrinos del 226. Padrinos que por la vía del presupuesto lo financiemos con nuestro dinero. Padrinos que paguemos las campañas de los candidatos del PRI a la alcaldía de Mérida, a las curules del Congreso y el resto de las presidenciales municipales. Que nadie se queje después: guerra avisada no debe matar soldados.

El PRI, por cierto, es una pieza difícil de incluir en el rompecabezas: no tiene un contorno definido ni un perímetro regular. Es una substancia política maleable que va cambiando de forma según el viento que la sople, la caliente o la enfríe. No encaja como partido porque su forma es distinta y su mecanismo diferente. De lejos parece una subdirección del gobierno del estado. De cerca, una delegación. O una portería.

Formulamos votos porque este rompecabezas esté equivocado. Es posible, porque faltan piezas todavía. Piezas como la intervención real, no la soñada, de Ivonne Ortega en las elecciones. Una intervención que se distinga por su imparcialidad comprobada y su transparencia sondeable.

Piezas como las campañas de los candidatos del PRI. Campañas que correspondan, de palabra y de hecho, a la entraña democrática de aspirantes a representar al pueblo. Campañas en que demuestren que tienen libre albedrío, que no son aspirantes a ser otra vez, ¡una vez más!, instrumentos sumisos y retardatarios de las consabidas farsas del sueño imperial. El sueño que parece que es congénito e irreprimible en los gobernantes del PRI. El sueño que hoy se quiere soñar como pesadilla 226. Una pesadilla que nos espanta el sueño. — Mérida, Yucatán, 28 de noviembre de 2009.

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