(Primera Columna publicada el 31 de diciembre de 2007)

—No quiero ser un aguafiestas, sobre todo a estas horas que ustedes dedican al festejo del año que se va —avisó el jurisperito italiano Vittorio Zerbbera (con zeta y doble be)—, pero, por el cariño que ya les tengo y el amor a la verdad, que debe ser superior a cualquier afecto, creo que es mi obligación advertirles, a ti, César, a ti también, caro amico periodista, que no veo festivo el año que viene, a menos…

—No es que yo quiera llevarle la contraria, doctor —lo interrumpió el reportero—. Pero 2007 termina y 2008 comienza para mí con una fiesta. Me han encargado para cubrir el baile de etiqueta en el Club Campestre. Un baile donde es sagrada tradición que rebose el optimismo. Ver el desfile de las debutantes es un tónico para el espíritu. Es la magna exposición de la belleza meridana que Yucatán monta cada año. Para mí, lo que empieza bonito acaba hermoso.

—Dime, periodista, un adjetivo que no llegue devaluado a 2008 por el uso excesivo, desgastante en 2007. Pero no hemos venido a la banca de costumbre, convocados por César Pompeyo, para hacer filosofía. Vinimos a examinar el horizonte, a explorar hasta donde podamos los caminos que se abren a vuestros pasos, a ver de cerca a los guías que os llevarán. ¿Adónde? ¿Cómo? ¿Otra vez de sorpresa en sorpresa?

Si vas al Campestre, reportero, seguramente verás a los señores de la jai laif que invirtieron sus ahorros en la compra de tierras en Chablekal para hacer el Country Club. Adviérteles que llenen sus copas de cautela. Recomiéndales que duerman con un ojo cerrado y otro abierto. Que velen.

—Me expongo a que se burlen de mí, maestro. Todavía el viernes doña Ivonne los invitó a dormir a pierna suelta con su segunda declaración de amor al Country. ¿Recuerda usted los piropos de la primera vez? Les dijeron ambiciosos en el mejor sentido del vocabulario. Los llamados historicos. Los visionarios aparecieron. Ahora los exalta con un adjetivo contundente: son detonantes. Los mide y los ve correctos. Los contempla y los encuentra irreversibles. ¿No es eso, don César, lo que dijo la señora gobernadora en la segunda manifestación pública de su noviazgo con los inmobiliarios del Country?

—Quien bien te quiere te hará llorar, reportero, pero tienes razón. Ivonne declaró el viernes, sin que nadie se lo pidiera, que el Country es “un proyecto detonante” y que la compra de tierra de Chablekal que hicieron los inmobiliarios del Club es perfectamente legal. “Es correcto”, dictaminó. “Es irreversible”, pontificó. Sí, reportero, está bien lo que dice. Eso es lo malo.

—Lo malo —prosiguió Pompeyo—, porque ya vimos que aquí sucede lo contrario de lo que Ivonne anuncia. Tiene algo de bíblica la manera en que la gobernadora hace las cosas. Los evangelios recomiendan que tu mano izquierda no se entere de lo que hace tu mano derecha. En Yucatán parece que el gobierno no se entera de lo que dice la señora Ortega. En la procuraduría están convencidos de que Ivonne no quiere un noviazgo con los inmobiliarios del Country. Lo que busca es el divorcio y que le devuelvan todas las prendas de amor: recados, cartas, firmas, tierras…

—Me inclino por este punto de vista —intercaló el jurista siciliano—. El caso de la Cousey es un estropicio jurídico incomprensible en español, en italiano, en cualquier país, excepto quizás en Venezuela. Cuando alguien vende y otra compra, ¿puede ser ilegal la venta, pero legal la compra?

Si es correcta, legal, ambiciosa, detonante e irreversible la compra de los inmobiliarios, ¿por qué está en la cárcel el vendedor José Carlos Guzmán Alcocer? ¿Por qué, César?
—Por peculado. Porque al vender las tierras las distrajo de sus finos lícitos. Eso predica la procuraduría.

—Increíble, César. Ilícita la venta en una operación que rendirá beneficios históricos. Irreversible la compra, patriota el comprador y criminal el vendedor. Absurdo, César. Si en 2008 se gobierna a Yucatán con criterios arbitrarios y absurdos como éste, no es que yo quiera ser aguafiestas, pero vosotros tendréis más velorios que jolgorios. En el problema de la Cousey puede estar, si miras bien, el retrato de cuerpo entero de un gobierno. La radiografía de sus vísceras vitales.

—El frío que anuncia el periódico tuyo para año nuevo, amigo reportero, puede ser tibio si lo comparas con la heladez, con la congelación cívica, social y económica que ocasiona el fenómeno político de se haga lo contrario de lo que diga el jefe. Oh la jefa. Ustedes deben ayudar a madame Ivonne a que su palabra recupere la credibilidad, la confianza pública que está perdiendo o ha perdido en las polémicas que han sido y son el emblema, la divisa del primer semestre de su administración convulsiva. ¿No tú me lo dijiste, César?

—Cierto, Vittorio. Cerramos un año agitado por controversias. Controversias que entran inconclusas en 2008. Que entran con las mismas preguntas que hasta hoy no tienen respuestas. ¿Quién hijo y dónde están los culpables del salvajismo de Sotuta? ¿Estaba envenenada la leche para los niños del DIF? ¿Cuántos municipios afectaron el huracán, siete o más de 50? ¿Dónde están los 505 millones defraudados a Yucatán en el lío de la Cousey? Etcétera. Etcétera…

—Controversias, querido César, que en Sicilia inflan escándalos. Escándalos que en Sicilia dejan ver, entre las llamas, a un gobierno que por atavismo o neologismo no quiere o no ha aprendido a reconocer sus errores. El reconocimiento de un error es la señal inequívoca del arrepentimiento. La confesión loable del pecado es requisito indispensable para los propósitos de enmienda y rectificación.

—Por eso me permití decirles, al principio de esta evaluación en el encuentro de dos años —concluyó don Vittorio—, que habrá pocas fiestas, muy pocas para los yucatecos, a menos que se unan para sacar a madame Ivonne de los baches en que ella se mete. A menos que ustedes comparezcan, aunque no los llamen, y den la cara, aunque no tengan la costumbre, para señalar los errores públicos y permitir, exigir, la reparación oportuna. No le den las espaldas a su gobernadora. No la entreguen a los designios privados de colaboradores desleales. No la abandonen a las tentaciones de la herencia o la inexperiencia. Rescátenla si se pierde en el laberinto de la soberbia. El capital de popularidad que la llevó al poder, en la mayor sorpresa de 2007, se dilapidará en sorpresas ingratas en 2008 si ustedes no la acompañan en la inversión. Periodista, de ustedes depende que los brindis que mañana verás en el Campestre sean el anticipo auténtico de un bienestar que no sea exclusivo de una élite, sino patrimonio que el buen gobierno pone el alcance de los hombres y las mujeres que trabajan confiados en el imperio de la justicia y la ley.

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