(Artículo publicado el 27 de junio de 2009)

Cinco para las doce, o sea a última hora, se recibió en este periódico la notificación de que Angélica Araujo no cumpliría su promesa formal de asistir con Carolina Cárdenas y Hortensia Rodríguez al foro organizado por Grupo Megamedia.

Nos nos queda claro si fue una decisión voluntaria de Angélica. una orden de su partido o un mandamiento de la gobernadora. La nota del “Diario” indica que el aviso de cancelación le llegó tarde, cerca de medianoche, porque la candidata fue la última en firmarla.

También dudamos sobre el motivo del incumplimiento. El oficial es que había compromisos anteriores con prioridad aparente. El extraoficial es que Carolina fue un día antes a Palacio a retar a Ivonne Ortega a un debate sobre su injerencia en la campaña electoral. Injerencia incompatible con la imparcialidad que le demanda la ley.

El motivo oficial tiene un inconveniente: si había compromisos anteriores tanto o más importantes, ¿por qué la señora Araujo aceptó la invitación de Megamedia? Nos inclinamos a creer que el “no show”, como se diría en el argot político inglés, se puede atribuir, entre otras causas, a la prudencia.

Para nosotros, en su expresión más sencilla, la prudencia es la virtud de hacer las cosas que debes hacer en el momento en que debes hacerlas. De esta definición se desprenden otras que explicarían la ausencia de la representante del PRI en el encuentro de Megamedia.

Hace poco vimos en el Peón Contreras la ópera “El barbero de Sevilla”, adaptación musical de Rossini a una comedia del escritor francés Pierre Beaumarchais. Uno de sus personajes, Bartolo, tutor de Rosina, la estrella del reparto, dice: “Un hombre prudente no ha de chocar con los grandes”. ¿Habría Bartolo aconsejado lo mismo a Angélica. juzgando que las imprevistas circunstancias del debate —el desafío en Palacio—, manejadas por Carolina, le quedarían grandes a la prima donna de la cartelera electoral del PRI?

Convenimos con Cervantes, en uno de los capítulos del Quijote, en que “no huye el que se retira”, pero ¿cómo calificaría don Miguel la ausencia repentina de Angélica. ¿De retirada dispuesta por la estrategia? ¿De poner los pies en polvorosa en una huida dictada por el temor?

Otro clásico del idioma, Mateo Alemán, sugiere que cuando el daño no se puede remediar lo mejor es disimular. Si aplicamos este pensamiento al foro de Megamedia concluiríamos que la excusa oficial de los compromisos previos fue una fórmula para disimular el motivo real de la cancelación: la certeza en un daño que podría ser irremediable.

¿Qué daño? Antes de responder acudimos a una interpretación griega de nuestro asunto. Una interpretación basada en un principio de Eurípides, el especialista en tragedias femeninas: “Acometer lo imposible no es de hombre prudente”. Si Angélica asistía al tú a tú con Carolina, ¿habría corrido la suerte fatal que el destino deparó a “Helena”, “Electra”, “Andrómaca” y “Medea”?

Ahora nuestra respuesta a “qué daño”. No vemos cómo pueda ser posible insertar las intromisiones electorales de la señora Ortega en cualquiera de los sentidos de la prudencia. Ni Angélica ni los siete arcángeles, con sus tronos y dominaciones, habrían podido justificar las intervenciones conocidas y sospechadas de la gobernadora y su tesorería en los episodios de la campaña. El Instituto Federal Electoral ha hecho buen esfuerzo, pero ya vimos que sus querencias sentimentales lo han traicionado.

Nos parece que la cancelación despide un olor penetrante a arrepentimiento. Ya sea que se trate de una decisión propia o una imposición desde arriba, la retirada o huida no benefician ni al PRI ni a su candidata. Tiende a señalar que ésta última no quiere o no puede enfrentarse a problemas de interés general. Ni quiere ni querrá. Ni puede ni podrá, porque, dado el caso, ella haría o tendría que hacer lo mismo que hace Ivonne.

En cuanto al partido, el pretexto de los compromisos previos huele al disimulo pertinaz que tanto daño le hace a la política. A la costumbre de recurrir enseguida a la farsa cuantas veces la verdad no nos gusta. Es lo muy visto, lo rancio, lo “deja vu” de que queremos salir en los modos de gobernar que padecemos.

Es probable que Angélica no tuviera palabras para responderle con éxito a Carolina. Pero su derrota aparente habría sido una victoria cierta. Una victoria airosa en que se demuestra que en un trance cualquiera, por adverso que sea, hay la voluntad de no huirle a la realidad, de no batirse en retirada ante el reto. La voluntad certificada de dar la cara a la verdad, hoy como candidata y mañana como diputada.— Mérida, Yucatán

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